28 oct 2018

Una cateta en Noruega (Día 11)

Menos dos grados centígrados para empezar el día.
A las tres menos diez, cuando aún no había apagado la luz, se abrió la puerta y apareció Rae como una moto, murmurando entre dientes insultos varios que no voy a repetir. 
Empezó a meter cosas en la maleta que había dejado abierta encima de la cama ayer por la mañana sin orden ninguno. Rectifico la palabra meter por tirar, porque las iba tirando dentro de la maleta. Entró en el cuarto de baño, cogió entre los brazos todas sus cosas y las arrojó con el resto de sus pertenencias. 
Cuando vi que se enfundaba unos pantalones vaqueros le pregunté a dónde iba a esas horas, y me contestó que no quería pasar un minuto más en el hotel, que se iba al aeropuerto, que aunque se las fuera a encontrar en el avión no quería seguir en el hotel. ¿Encontrarse a quién? Imaginé que había tenido una pelea con sus compañeras de WISTA.
Salió arrastrando la maleta sin cerrar la puerta de la habitación.
A las tres apagué la luz y la tuve que encender a las cinco y veinte, cuando sonó el despertador. 
Me arreglé, cerré el equipaje y fui a encontrarme con Laura en recepción para ir al aeropuerto en el autobús de las seis que salía de la puerta del hotel.
Antes de dejar la habitación metí en una bolsa las cosas que Rae había dejado abandonadas y las entregué en recepción para que se las entregaran a su tía Alex.
El autobús iba lleno de miembros de WISTA. 
Facturamos el equipaje en las máquinas sin azafata. Tuve que sacar de la maleta tres tabletas de chocolate para alcanzar los 20 kgs máximos de peso. El mostrador sin azafata no me aceptaba la maleta con 21.5 kgs.
El paso por el control de pasajeros tuvo lugar sin incidentes.
En las zonas de embarque nos encontramos a las dos amigas de Rae que sospechaba tenían algo que ver con su enfado de la madrugada. Me estuvieron contando la historia, una historia sin importancia que la falta de sueño y un poco de alcohol habían convertido en un drama.
Mientras charlábamos me di cuenta de que la suela de una de mis botas estaba llena de caca de reno. Lo comenté con Laura Sherman. Se miró inmediatamente las suyas. Precisamente en el autobús de vuelta del campamento se preguntó en voz alta qué tenía que responder en el cuestionario que hay que rellenar cuando vas a entrar en Estados Unidos a la pregunta de si has estado en contacto con ganado recientemente.
El aeropuerto de Tromsø estaba literalmente invadido por WISTA.
Los vuelos de las siete y media, ocho y ocho y media iban llenos de mujeres.
Me senté a bordo con Laura y Belén de Argentina. Véanse en la foto los ojos vidriosos de las tres.
Aunque nos correspondía embarcar por la puerta de atrás del avión por la fila en la que viajábamos, nos colamos por la de delante para no tener que salir a la pista bajo la nieve. Mi chaquetón, gorro andino, bufanda y guantes estaban convenientemente guardados dentro de la maleta.
Belén se puso a mirar para dentro tan pronto colocó la cabeza en el respaldo. Laura y yo fuimos charlando todo el camino. A pesar de haber dormido sólo dos horas y media me encontraba bastante bien.
Mientras esperábamos para embarcar en Tromsø, cayó una nevada importante. Nos tuvieron que regar las alas antes de despegar.
Aterrizamos en Oslo a las diez menos cuarto.
No me quedó más remedio que correr por la pista hasta el edificio del aeropuerto para no morir congelada.
Laura tuvo que salir a recoger su equipaje y volver a facturarlo porque hace el viaje a Barcelona en tres etapas en dos líneas aéreas diferentes.
Belén volvió a mirar para dentro en una butaca mientras esperábamos a que volviera Laura.
Al rato de aparecer, nos encontramos con Míriam de Perú, Débora de Venezuela y Chloe de Francia. Estuvimos trasteando por las tiendas antes de sentarnos a comer. Primero, Laura nos llevó a ver un curioso artilugio. Parece una farola. Cuando te pones en un punto metálico que hay debajo oyes una voz que te habla en la misma oreja. Hablaba un sujeto que tenía la misma voz que el Golum. Inquietante. 
Un grupo de chipriotas andaba paseando como nosotras, a la espera del siguiente vuelo con destino a casa.
A las dos y veinte me despedí de todas para ir a la puerta de embarque de mi vuelo a Faro. Nos dijeron por megafonía que el segundo oficial se había puesto enfermo y estaban buscando un sustituto. Sólo perdimos 20 minutos. Eficiencia noruega. 
Fui una de las últimas en embarcar. Observé que la mayor parte del pasaje eran sonrientes septuagenarios noruegos camino de sus vacaciones en el sur de Portugal y España.
Desde que entré en Escandinavia nadie me ha pedido el pasaporte, ni en los hoteles ni en los aeropuertos. Es posible viajar con Norwegian comprando un billete de menor de 25 años por internet porque nadie se para a mirar quién eres. Lo digo porque sé de alguien que lo ha hecho.
Tanto el sobrecargo como las azafatas eran vikingos talla XXL. El sobrecargo hablaba continuamente en noruego por el micrófono. Debía de ser muy gracioso porque todo el mundo reía a carcajadas. De vez en cuando se subía al borde de dos asientos en el pasillo y hacía como que era un pájaro que volaba hacia arriba y hacia abajo. Dado el tamaño del pájaro, eso sí que era gracioso.
Aproveché el viaje para escribiros un rato y comer una de las chocolatinas de mi botín. No fui capaz de pegar ojo. El efecto Red Bull es digno de estudio. He pasado el día estupendamente a pesar de haber dormido poco más de dos horas por la noche.
Me tocó al lado una señora noruega que sólo hablaba en noruego. Intentó comunicarse conmigo un par de veces sin éxito. Quedó la cosa en un par de sonrisas. Es probable que ahora se encuentre en el hospital municipal de Faro intentando que le arreglen la espalda. A su edad no creo que haya salido indemne después de la postura que cogió para dormir.
Aterrizamos en Faro a las siete de la tarde, hora española. Tardamos bastante en abandonar el avión y la pista gracias a la agilidad del pasaje. Montarlos en el autobús para ir a la terminal llevó su tiempo.
Mi maleta apareció….. iba a decir sana y salva pero no creo que sea sana la palabra correcta para describir el estado de mi maleta. En el hotel de Oslo le descubrí un nuevo daño. Esta mañana, cuando la dejé la cinta al facturar, me cargué una de las asas. Ha llegado tu hora, maleta.
Mi taxista favorito me esperaba puntualmente. Comimos unas magdalenas gigantes exquisitas en la cafetería del aeropuerto. Luego tomamos rumbo a casa. Ha llegado el frío aquí también, hoy precisamente, conmigo.
Llegué a destino poco después de las nueve y media.
Os dejo foto del botín. Son los chocolates que mis amigas de todo el mundo me regalan cuando nos vemos.
Mi almohada me está esperando.
He de decir que las camas noruegas son extraordinariamente cómodas. Lo comentaba todo el mundo.
Daños reseñables: 
-      labios completamente despellejados,
-      la piel de las piernas seca como un bacalaonoruego puesto a secar,
-      mi iPhone no reconoce mis dedos secos,
-      el catarro finalmente no se atrevió a dar la cara,
-      mañana tengo que poner tres lavadoras.

Buenas noches desde mi casita.

27 oct 2018

Una cateta en Noruega (Día 10)

Menos dos grados centígrados para empezar el día.
La alarma de Rae no sonó a las seis de la mañana. Hoy no quiso ir a correr. 
Nos levantamos a las siete y bajamos a desayunar.
Todos los años el último día por la tarde hacemos una pequeña excursión. En esta ocasión lo tuvieron que organizar por la mañana para aprovechar las horas de luz.
Se podía escoger entre un paseo en barco por los fiordos, ir a pescar, hacer trekking, visita guiada por Tromsøo experiencia Sami.
En principio yo tenía que haber ido a hacer el trekking, pero no me atreví por culpa de mi tobillo. Me cambié a la experiencia Sami.
Algunas excursiones salieron a las siete y cuarto y siete y media. La mía fue a un horario razonable, a las nueve menos cuarto. 
Llegamos al campamento Sami en Kvaløysletta en menos de veinte minutos. A la entrada nos esperaba una señora vestida con traje de Sami. Es la madre de la chica que cantó ayer durante la inauguración de la conferencia.
En el campamento había dos tiendas de campaña gigantes, un retrete portátil donde hacía un frío asesino, tres renos y una familia de Samis.
También había un perro atado a una valla. Al pobre no le hacía nadie caso porque todo el mundo se lanzó a acariciar, alimentar y fotografiarse con los renos. Se volvió loco de alegría cuando me acerqué a hacerle un par de caricias.
Una norteamericana se dedicó a pasear un reno por los alrededores como si fuera un perro con correa. Eran animales muy mansos.
A uno le di de comer, metió mi mano entera en la boca y me mordió como si fuera un trozo de pan. Noté que tenía las muelas completamente planas. No me hizo daño ninguno.
La familia Sami nos invitó a entrar en una de las tiendas, donde había una serie de mesas alargadas y bancos cubiertos con piel de reno para que no se nos enfriara el culo. Seguía haciendo -2ºC.
Nos contaron la historia de su pueblo, que ha habitado Laponia desde siglos antes de Cristo. Ellos inventaron los esquís, para poder perseguir a los renos y cazarlos.
Nos ofrecieron un bol de sopa de reno y una porción de tarta típicos de su cultura. Eran las diez de la mañana. No eran horas de comer sopa y postre, pero a ver quién era la guapa que les decía que no.
En el grupo venían cinco niños, entre ellos mis amigos belgas. Nadie se atrevió a contarles que se estaban comiendo a un hermano de Rudolf.
El suelo estaba cubierto de escarcha y los charcos estaban congelados. Aunque no tenía frío por lo bien abrigada que iba, no hubiera echado de menos un par de calcetines adicional.
Los Samis nos cantaron varias canciones tradicionales. Aunque parece que sólo emiten sonidos guturales, tienen letra. La chica que cantó ayer en la inauguración nos cantó la canción que suena al principio de Frozen, tomada prestada de su cultura.
Volvimos a salir a torturar a los renos. Uno de ellos se quiso sacar un selfie conmigo. Desconozco si era pariente del que nos acabábamos de comer.
A las doce volvimos al hotel. Me cambié de ropa y bajé a la siguiente conferencia. Confieso que enseguida me fui al bar porque era un rollo. Allí estaba un gran grupo que había tenido la misma impresión que yo.
A la una comenzaron los talleres. Yo escogí “Crisis Management”, que era un simulacro de un secuestro a bordo de un barco con explosión de una bomba y derrame de hidrocarburos al mar. El taller estaba dirigido por Sue Williams y un representante de una casa de seguros marítimos. 
Sue trabajó en Scotland Yard como negociadora en secuestros. Luego estableció su propia empresa que ejerce como consultora en secuestros, situaciones de riesgo y gestión de las relaciones con las familias de las víctimas. Empezó a relacionarse con el sector marítimo cuando se dieron tantos secuestros de barcos en el Golfo de Eden. Pertenece WISTA desde entonces.
Lleva una vida apasionante. A veces desaparece del grupo de amigas de WhatsApp durante días y reaparece diciendo que ha estado en una zona sin cobertura tratando un secuestro, o envía una foto tomada desde un coche donde se ve que va por una carretera con destino a Bagdad, o escribe disculpándose por no haber contestado a los mensajes en toda la mañana porque está saliendo de una reunión en Washington donde ha tenido que entregar el móvil antes de entrar. Normalmente no puede contarnos nada de lo que hace por motivos de seguridad.
El taller duró tres horas que se pasaron volando por lo interesante que fue.
A las cuatro tuvimos un descanso para comer un bocadillo y continuar con la última sesión sobre comunicación entre diferentes culturas, dirigida por un hilarante italiano que vive en Noruega.
La conferencia finalizó con la entrega del relevo a la presidente de WISTA Cayman Islands, que se hace cargo oficialmente a partir de hoy de la organización de la próxima conferencia internacional.
Antes de arreglarnos para la cena de gala, nos reunimos unas cuantas a terminar las botellas de vino en la suite de Alex. Yo bebí un Red Bull, el segundo de mi vida. Sin él no hubiera podido sobrevivir al resto del día.
Antes de entrar en la cena nos juntamos las amigas del grupo de WhatsApp que mencioné antes para sacarnos una foto. Es la primera vez que conseguimos estar todas juntas en el mismo sitio a la vez. Siempre falta al menos una.
Para la cena de gala cada año tenemos los asientos asignados, intentando que no coincidan en la misma mesas miembros del mismo país o empresa, para facilitar conocer a gente nueva. A mí me tocó con una variado interesante. 
Las mesas eran alargadas en lugar de redondas. Es la primera vez. No puedes hablar con las personas del extremo de la mesa porque no las ves.
Entre plato y plato hubo algún discurso en el escenario y agradecimientos.
Al terminar, subieron al estrado las miembros de la junta directiva de WISTA Noruega. El código de vestuario de la cena era gala o traje regional, que en los países escandinavos es tan normal como ridículo para nosotros.  
Las norteamericanas preguntaron si podían venir vestidas de vaqueras, con sombrero y todo. Las noruegas les respondieron que Halloween es la semana que viene.
Repartieron unas bolsas con petardos, matasuegras y serpentinas y un papel con la letra de una canción. Se desató la locura total cuando comenzó a sonar Pomp and Circumstance.



Lo siguiente fue la llegada al escenario de una orquesta que sacó a todo el mundo a bailar con la música de Dancing Queen, el que llamamos himno de WISTA.
Poco a poco se fue vaciando la sala. Yo aguanté hasta las dos. 
Subí a la habitación, me di una ducha y me metí en la cama a las tres menos cuarto.
Buenas noches desde Tromsø.

26 oct 2018

Una cateta en Noruega (Día 9)

Menos dos grados centígrados para empezar el día.
La alarma del teléfono de Rae sonó a las seis de la mañana. Definitivamente, hay que ser bombero para salir a correr a esa hora sin haber dormido apenas y con este frío.
Yo me levanté poco después. Cuando estaba terminando de arreglarme, apareció ella de vuelta de su carrera. Se metió en la ducha y empezó a cantar a grito pelado. Me fui abajo a desayunar después de ver el tatuaje que le ocupa toda la espalda. 
Estuve charlando con Athina de Grecia y después con Kathi Stanzel, que llegó ayer a última hora desde Londres. Parece ser que los vuelos de ayer por la tarde a Tromsøiban cargados de mujeres.
A las ocho y media comenzó la conferencia con una chica cantando vestida de traje regional.



Nos dio la bienvenida la alcaldesa de la ciudad y después habló Elisabeth Grieg, una armadora noruega que sólo tiene 130 buques.
A partir de ahí comenzó una serie de presentaciones sobre la navegación en el Artico y lo ecológicos que son todos los que intervinieron.
Ayer se me olvidó contaros que elegimos las sedes para las conferencias anuales de los próximos años. 2019 en las Islas Cayman y 2020 en Hamburgo. Las miembros del primer país nos regalaron un par de gafas de sol a cada una como parte de la promoción de la próxima conferencia. 

A las doce paramos para comer en el bufet del hotel. Se produjo una larga cola. Llegué a tiempo para pillar una buena porción de riquísimo salmón y probar un poco de cada postre.
Los dos hijos de Birgit, a los que casi hemos visto nacer, asisten siempre que pueden a las conferencias. Andaban correteando entre las piernas de las asistentes para pillar comida.
A la puerta de la sala de conferencias nos regalaron las holandesas un bolígrafo tulipán a cada una.
Proyectaron el video de un simulacro de rescate de pasajeros de un crucero en el Artico. Parecía una película de Mission Impossible. Se me quitó el sueño que llevaba encima.


Hemos dado un paso más en la modernidad. Ya no es necesario levantar la mano cuando quieres hacerle una pregunta a alguno de los ponentes. La escribes en una aplicación en tu móvil y aparece en una de las grandes pantallas que hay en el escenario. Así se evita, sobre todo, aguantar los rollos de algunas que quieren llamar la atención cuando cogen el micrófono.
A las cinco terminaron las sesiones. Subimos a las habitaciones a cambiarnos para tomar el autobús a las cinco y media. Ibamos a cenar de barbacoa en Sommarøy, en el mismo hotel donde nos hospedamos hace unos días.
Como el viaje dura una hora, nos dieron a cada uno un bocadillo de pollo con hierba envuelto en un wrap en lugar de pan. Estaba muy rico.
El viaje no se hizo nada pesado porque fuimos charlando y riéndonos.
No os he contado que hay un túnel a la entrada de Tromsø que tiene una enorme rotonda dentro. A todo el mundo le ha llamado mucho la atención.
En el hotel ocupamos los dos comedores. Nos sentaron en largas mesas. Antes de cenar hubo una presentación. En Canadá fue un astronauta el que nos entretuvo. En esta ocasión fue Kari Schibevaag, campeona del mundo de kite surf, personaje bohemio donde los haya. Nos tuvo casi una hora contándonos su vida desde que salió del vientre de su madre hasta antes de ayer, con una presentación donde nos enseñaba fotos de familia de lo más variopintas. En mi mesa acabamos con la risa floja intentando aguantarla para que la individua no se ofendiera.
Cuando por fin nos dejó en paz nos comimos la barbacoa, consistente en varios tipos de carne, pescado, patatas hervidas y ensaladas. 
La cena se interrumpió en un par de ocasiones para salir aprisa y corriendo a la terraza a ver la aurora boreal, que aparecía y desaparecía continuamente del horizonte.
Nos acompañaron en la cena los esposos y todos los niños. 
Hay uno noruego que se sienta en la sala de sesiones con su madre sin moverse para nada. Lo tiene entretenido con un iPad y no se le oye ni respirar.
Los dos hermanos belgas me tienen enamorada. Ella lleva un abrigo de pieles falso, una corona con un cuerno de unicornio y bisutería varia en las muñecas.
A las diez pusieron el primer autobús de vuelta al hotel.
Las miembros de España, Argentina, Venezuela y Perú nos quedamos charlando en una mesa sin prestar atención a la hora. 
Las más valientes se lanzaron a meterse en el jacuzzi cuando nos ofrecieron bañadores. Dos norteamericanas incluso se metieron en el fiordo a continuación. Había una capa de hielo en la superficie. 
Les perdí la pista a todas las bañistas. No sé si estarán en reanimación en el dispensario del pueblo porque en el último autobús no venían.
Llegué a las doce y media al hotel. Rae estaba durmiendo como un tronco.

Buenas noches desde Tromsø.







25 oct 2018

Una cateta en Noruega (Día 8)

Menos dos grados centígrados para empezar el día.
Lástima que a partir de hoy no podamos salir por ahí de excursión.
A partir de esta noche, comparto habitación con Rae, una norteamericana de Florida. Rae tiene dos trabajos. Es bombero, bombero de apagar fuegos, y trabaja en la empresa de Alex, que vende retretes ecológicos para barcos y un sistema que controla la gestión de residuos a bordo.
A las seis de la mañana comenzó a sonar la alarma de su teléfono, que suena igual que la alarma del parque de bomberos cuando tienen que salir a apagar un incendio. Hasta que no sonó tres veces no se levantó para ir a correr como las locas a menos dos grados centígrados.
Yo me levanté a las siete.
Bajé a desayunar a las ocho con Laura y su marido. Coincidimos con un montón de gente conocida, y con la presidente de la nueva WISTA Venezuela, que habla poco inglés. 
A las nueve y media fui a dar un pequeño paseo con Alex por los alrededores. 
Volvimos sobre las once para prepararnos. A las doce comenzaron los actos del congreso con un rápido almuerzo. A la una empezó la reunión anual, en la que se tratan todos los temas relacionados con la gestión de la asociación.
Somos 320 asistentes, contando los maridos y sin contar a los seis niños que han venido también. Cada año se apuntan más familias al congreso.
La reunión duró toda la tarde, con una pausa de media hora para tomar café. 
A las seis en punto se dio por finalizada la sesión. 
Nos cambiamos de ropa y nos reunimos unas cuantas en la suite de Alex a tomar algo. 
A las siete dio comienzo el cocktail de bienvenida. En esta ocasión ha sido una reunión informal en el pub enfrente del hotel. 
A las siete y media nos escapamos un grupo para ir en catamarán a intentar ver la aurora boreal. Hacía un frío pelón. La cubierta de la embarcación estaba cubierta de escarcha. 
Nos prestaron unos monos que nos mantenían calentitos, aunque eché de menos unos calcetines más gordos.
Y la vimos, vaya que si la vimos. 
Desde ayer está haciendo un tiempo espectacular, propicio para ver las luces del norte. La luna está llena o casi llena. Aún así, su luz no nos impidió disfrutar del espectáculo.
Ibamos repartidos en dos barcos porque éramos muchos. 
Nos dieron de cenar una exquisita crema de pescado, con salmón flotando. Uno de los ingredientes era zumo de manzana.
A las once volvimos a tierra. En el pub continuaba la fiesta, ahora con música en directo. 
Me encontré con mi hermana americana, que esta vez ha venido con el marido. Es igual que los asesinos de las películas de adolescentes que aparecen con la escopeta y se cargan a los protagonistas en una carretera perdida de Wyoming.
A la una me escabullí porque no podía con mi cuerpo. En la puerta del pub estaba Birgit, con la que me hice un Obama. El ex-presidente estuvo en Oslo el mes pasado. Ella tuvo el honor de entrevistarlo.
A la una y media, por fin, pude meterme en la cama.
Buenas noches desde Tromsø.