31 oct 2019

Una cateta en Miami e Islas Caimán (Día 8)

A las seis de la mañana sonó el despertador del teléfono de Jeanne para ir al paseo por la playa con recogida de basura incluida, actividad organizada por CARIBMEPA. Me negué a salir de la cama a esa hora.
Ayer la presidente de WISTA Cayman bromeaba sobre esto, ya que las playas están perfectamente limpias. Le dijo a Carleen, la organizadora, que podían levantarse un poco antes para desperdigar algo de basura por el camino y así darle vidilla al paseo.
La ropa que lavamos ayer por la mañana y tendimos en la terraza seguía aún húmeda. Tuvimos que meter el tendedero dentro del apartamento para terminar de secarla. Ahora entiendo por qué hay una secadora encima de la lavadora.
A las nueve menos cuarto pasé al Marriott para asistir a la reunión de presidentes de países WISTA en nombre de la presidente de WISTA Spain. Esta vez soy la única representante de nuestro país.
Estropeándonos la vista lleva desde ayer fondeado frente a nosotras el Saipen 7000, la segunda mayor grúa marina del mundo.
¿Qué tienen que ver las Islas Caimán con el sector marítimo? Es una de las principales banderas de registro de conveniencia para grandes yates y buques mercantes. Todos los barcos tienen que estar abanderados en algún país. Las banderas de convenienciase utilizan para pagar menos impuestos y para estar sujetos a una normativa algo menos estricta.
A las nueve en punto comenzó la sesión y con ella la conferencia de WISTA International. Las sesiones de hoy tienen por objeto informar y votar la gestión y los proyectos futuros de WISTA, así como elegir a las nuevas miembros del comité ejecutivo internacional.
Durante la mañana, con asistencia de una representante por cada país, nos sentamos por orden alfabético. A mí me tocó junto a Linda de Suecia. Linda es oficial a bordo de un buque rompehielos.
A las doce paramos para comer con todas las miembros presentes en el bufet del hotel.
La sesión de la tarde comenzó a la una, con presencia de unas 200 delegadas venidas de 35 países.
Todos los años las holandesas nos hacen un regalo a todas las participantes. En Canadá nos regalaron unos tatuajes simpatiquísimos que dieron mucho juego en la cena de gala. En Chipre nos dieron unas pashminas naranjas. Hoy me puse la mía por encima por culpa del aire acondicionado.
Este año ha sido una caja de pastillas de naranja y menta. WISTA Turquía se ha unido a la tradición regalándonos unas pulseras muy monas.
A media tarde paramos unos minutos para reponer fuerzas e ir al baño. A Pia, la presidente de WISTA Noruega, se le ocurrió invadir el servicio de caballeros para agilizar. Cuando salimos de los cubículos nos encontramos con un señor a punto de bajar la cremallera del pantalón.
En la merendola ofrecían scones con crema y mermelada de fresa. Cayeron dos. He perdido la cuenta de los años que hace que no comía uno.
A las cinco y cuarto de la tarde finalizamos la jornada de trabajo. 
Volvimos al apartamento para cambiarnos de ropa para la cena. 
Ya se había puesto el sol cuando cruzamos al hotel para tomar el autobús que nos llevaría a un restaurante junto al mar. Después de escuchar interminables discursos pudimos comer algo en un bufet. Unas cuantas nos marchamos un poco antes de terminar porque Jeanne quería ver el partido final de las series mundiales de baseball. Según nos contaron después, hubo baile animado por la orquesta caribeña que tocaba cuando nos fuimos.
Vimos el partido en el mismo bareto donde desayunamos ayer. 
Ni yo ni Sue nos enteramos de lo que estaba pasando en el juego, sólo que Washington ganó al final. Me recordó al cricket, un juego del que no entiendes nada y que parece que nunca se acaba.
Entramos en el Marriott a ver qué ambiente había. El bar estaba tomado por miembros de WISTA, así que tuvimos que hacer una parada antes de volver al apartamento sobre las doce de la noche.
Buenas noches desde Grand Cayman.









30 oct 2019

Una cateta en Miami e Islas Caimán (Día 7)

A las seis y media de la mañana estábamos las cuatro sentadas en el sofá charlando como si fueran las seis y media de la tarde.  
Elisa se fue a una excursión para esposos WISTA. Salieron en barco a pescar y a jugar con unas mantas en el agua. Cuando digo mantas quiero decir peces, no las de la cama.
Jeanne se fue a la reunión del comité ejecutivo de WISTA International.
Karin y yo desayunamos con Sue enfrente del hotel Marriott. De Sue ya os hablé en otra ocasión. Fue negociadora de secuestros y otros delitos en Scotland Yard. Ahora tiene su propia consultora. Las pocas aventuras que puede contarnos son fascinantes. Lamentablemente, no las puedo relatar aquí.
Después del desayuno ella se fue a encontrarse con un posible cliente y nosotras dos al Marriott, donde nos encontramos con otras miembros de WISTA de Brasil, Estados Unidos, Canadá, Rusia y Suecia. A las diez de la mañana estábamos metidas en el agua. Gran acontecimiento. Debe de hacer diez años que no me bañaba en el mar. El agua estaba mojada y salada. 
El hotel ha instalado unos anillos flotando en el agua donde te puedes meter para tomar el sol. Nosotras nos colocamos agarradas alrededor a charlar. A las once de la mañana, cuando abrió el bar del hotel, nos trajeron un cubo lleno de cervezas. 
A las doce salimos del agua para llenar nuestros estómagos. 
Me he convertido en adicta a la piña colada sin alcohol del Marriott.
Lo que menos esperas es que haya gallinas paseando a sus anchas por las instalaciones de un hotel de lujo. No tengo claro qué pasa si pides un sándwich de pollo para comer.
Sin hacer la digestión nos metimos de nuevo en el agua hasta las tres y media, hora a la que Karin declaró que había tenido suficiente sol por un día. Más que suficiente. Tiene la espalda como un tomate.
Cuando los empleados de hotel quieren clavar una sombrilla en la arena, bajan un taladro para hacer un agujero. Están continuamente atentos a los huéspedes y a las que nos colamos desde el casa de al lado. Te traen toallas o pasan ofreciendo vasos de agua.
Fuimos de vuelta al apartamento saltando un murete entre la urbanización y el hotel. Es el camino que estamos usando para ir y venir.
Después de ducharnos nos sentamos en el salón a trabajar un rato hasta que llegó Jeanne de la reunión del comité ejecutivo.
Nos preparamos para ir a la recepción y posterior cena de presidentes de países WISTA. Como la presidente de WISTA Spain no ha venido, fui yo en su nombre.
Nos trasladaron en dos minibuses a la residencia del gobernador de las islas, quien nos recibió en el jardín con un cocktail. Nos estuvimos sacando fotos con el buen señor y él se sacó un selfie con todas nosotras detrás. Cuando dio su discurso descubrimos que no era el gobernador, sino el vicegobernador. El señor Roper estaba atendiendo un asunto urgente en el extranjero.
Pasamos un calor tremendo.
La relaciones públicas del gobierno habla español perfectamente. Su madre y su marido son gallegos.
A las ocho subimos de nuevo a los minibuses para ir a cenar al hotel más nuevo de la isla, un establecimiento enorme con un restaurante muy concurrido para ser martes. 
Nos dieron de comer estupendamente.
A las diez en punto, siguiendo el programa a rajatabla, volvimos a subir a los minibuses para regresar al hotel Marriott, donde tomamos el bar al asalto. 
Jeanne estuvo viendo el final del partido de baseball de las series mundiales. No sé por qué las llaman mundiales si sólo juegan americanos.
A las once abandonamos el lugar cruzando por el murete. Yo tuve que volver descalza porque había caído un tremendo chaparrón. Mis zapatos tienen la suela de gominos. Si se me mojan me los cargo.
Hay una gran diferencia entre el calzado que tuve que meter en la maleta el año pasado y el de éste.
A las doce dimos el día por finalizado.
Buenas noches desde Grand Cayman.








29 oct 2019

Una cateta en Miami e Islas Caimán (Día 6)

Comienzan los días de no dormir. A las seis de la mañana, ya totalmente de día, estábamos las cuatro en planta, ellas tres porque se iban a hacer submarinismo y yo por acompañarlas en el desayuno. Lo del submarinismo queda descartado por mi parte. Ni tengo licencia ni la voy a tener. Lo de que tu vida dependa de una botella es vivir muy al límite.
Cuando se fueron me di una ducha tranquilamente y fui al hotel Marriott a desayunar con Despina, su hermana y el pequeño Ektoras. La última vez que coincidí con él fue hace tres años en el crucero a las Bahamas. El mierdecilla, a sus cinco años, habla un inglés impecable. Estudia en un colegio británico en Limassol. Además, el grupo de amigos de sus padres es internacional, por lo que tiene muchas oportunidades de practicar el idioma, y no se corta un pelo. Te pasas la vida estudiando para que llegue un enano de estos y te deje sin palabras.
Da igual que sean las seis de la mañana que las seis de la tarde. Hace siempre el mismo calor húmedo. Lo mejor es moverse lentamente, sin hacer esfuerzos para evitar el sudor. Ahora me explico la razón por la cual estos países no evolucionan. Si es que no se puede.
Fui a dar un corto paseo por la playa para explorar la zona. Hay muy poco espacio para caminar porque los resorts ocupan hasta el mismo borde del agua. Lo interesante es el color de la arena, del agua y la agradable temperatura para bañarse. Yo me metí hasta la rodilla. Todo un hito.
La gente estaba pasándoselo bomba a las diez de la mañana sumergida en el agua hasta la cintura sosteniendo en una mano el botellín de cerveza o el cocktail de colores.
A las doce menos cuarto fui a registrarme para la conferencia de WISTA en el hotel Marriott. Me encontré con Sue, la inglesa negociadora de rescates, volviendo del supermercado con provisiones para su habitación. La acompañé y nos estuvimos tomando un refrigerio en su terraza hasta que llegaron Lena y Alex también a tomar algo.
Bajamos a comer a la terraza del hotel. Se nos unieron Karin y Elisa. Jeanne tuvo que quedarse en el apartamento porque tenía una llamada de trabajo. Luego apareció también Thea.
De vez en cuando se pone a llover pero no molesta. Los que se están bañando siguen bañándose. Los que están en los bares se guarecen más que nada para proteger sus vasos del agua.
Este tipo de vida hay que cortarla rápido porque es muy fácil acostumbrarse. Llevo seis días en el extranjero sin dar golpe, viviendo como si no hubiera un mañana. Desde ayer la cosa ha ido a mucho peor. Caribe, playa, risas. Hoy incluso bebí un dedo de champán.
Pasamos la tarde no haciendo nada en particular. 
Por los senderos de cemento dentro de la urbanización te encuentras con unos bichos que a primera vista parecen lagartijas, cuando te acercas te parecen iguanas diminutas y cuando echan a correr alucinas. Levantan la panza del suelo, alargan las patas y salen disparados.
Jeanne y yo nos acercamos a la playa a ver la puesta de sol a las seis de la tarde. Espectacular.
A las seis y cuarto comenzamos a recibir invitados en el apartamento para tomar algo antes de salir a cenar a las siete y cuarto.
Me mandaron probar una máscara de buceo con cuernos de diablo que le van a regalar a Kathi cuando llegue el miércoles. Tuvieron que ayudarme a sacármela de la cabeza porque se me quedó atascada. El video adjunto fue reproducido múltiples veces el resto de la noche por la risa contagiosa de Thea.


Cenamos en un restaurante donde nos metieron la clavada del siglo.  

A la vuelta nos pitaban coches cada poco. Eran los minibuses y los taxis locales llamando la atención de los turistas por si quieren hacer uso de ellos.
Ya en el apartamento nos sentamos un rato a charlar antes de acostarnos.
Buenas noches desde Grand Cayman.

28 oct 2019

Una cateta en Miami e Islas Caimán (Día 5)

A las cinco de la mañana desperté por motivos técnicos y cometí el error de entretenerme a leer mensajes en el teléfono. Estuve despierta una media hora, para volver a dormirme a continuación. No sólo me mantuvo en vela el teléfono, sino el tráfico de personas por el hotel. Entre los que volvían de farra y los que salían con sus maletas camino del aeropuerto, aquello parecía una terminal de autobuses en hora punta. Incluso oí a un perro jadeando junto a mi puerta, seguido por su jovencísima dueña llamándolo al orden.
Se ha desatado la Twinkymanía en España. He creado un monstruo. ¿Tú también, Pili?
Volviendo  a la cena de ayer con mi familia americana, cuando pregunté a mi primo Alberto, con el que apenas me llevo un par de meses, por su profesión, me contestó: blanqueo de dinero. Qué cara no le pondría yo que inmediatamente tuvo que especificar: anti blanqueo de dinero. 
Los dos hermanos, Sandy y Alberto, se comunican en inglés entre sí, pero cuando hablan con su madre lo hacen en español. Esto dio lugar a una divertidísima situación, ya que mezclaban un idioma con otro en la misma frase.
A las ocho menos cuarto salí de la cama para entrar en la ducha. A las nueve lo tenía todo recogido y no había nada más que hacer, así que cogí carretera y manta hacia el aeropuerto.
La parada del autobús 150 está justo al costado del hotel. Según la aplicación para móvil Moovit (absolutamente recomendable), el siguiente autobús pasaría a las nueve y veinte. A esa hora exactamente se detenía en la parada para recogerme. 
Subí a bordo con el dinero exacto del billete preparado. Para pagar hay que introducir los billetes en una ranura y las monedas en otra. Cuando me disponía a llevar a cabo esa operación, la conductora me dijo “move”. Y yo queriendo pagar el billete, y ella insistiendo, “move”. Así que me moví hacia el interior sin pagar. Un señor que entró detrás de mí con sus dos hijos insistió en saber el motivo por el cual íbamos a viajar todos gratis. La conductora, parca en palabras, dijo que el aparato de cobrar estaba estropeado.
Subió un veterano de guerra sin piernas montado en una silla a la que no le cabían más cachivaches. La conductora lo trincó con unas cinchas. Menos mal que lo trincó, porque cuando enfiló la autopista del aeropuerto alcanzamos velocidades de vértigo. El veterano habría comido cristales de no ir trincado.
Llegamos al aeropuerto en media hora gracias a la velocidad y a la ausencia de tráfico.
Mientras estaba en la cola para dejar la maleta que yo misma facturé en una máquina, vi como un señor facturaba unas enormes bolas de navidad que dudo lleguen enteras a destino.
El control de pasajeros fue relativamente rápido. Nos hicieron caminar de dos en dos por una línea. Justo detrás de cada pareja de pasajeros atravesaban un perro con aspecto adorable olisqueando nuestro rastro.
No había mucha variedad de tiendas, así que fui a sentarme junto a la puerta de embarque a escribiros un rato en un pequeño escritorio situado mirando a la pared. A mi izquierda se colocó un judío acatarrado a rezar.
Alex apareció a mi espalda y me dio un susto de muerte. Antes de ayer nos enteramos de que volábamos en el mismo avión sin habernos puesto de acuerdo.
A las once de la mañana nos sentamos a comer nachos en Friday’s.
Nuestro avión salió puntualmente camino de Grand Cayman a la una menos dos minutos de la tarde. 
Es la primera vez que vuelo con American Airlines. Yo creo que íbamos estrenando avión. Estaba impoluto. Por encima de la bandeja, los asientos llevaban una bandeja adicional para colocar teléfonos o tabletas. En la foto podéis ver a mi nuevo iPad sentadito en ella.
A pesar de ser un vuelo corto, nos dieron mini pretzels y refrescos. 
El viaje duró en total hora y media, pero se nos hizo cortísimo. Entre que nos sacamos fotos, nos reímos del vecino de al lado e hicimos unos pasatiempos en el teléfono de mierda de Alex, pasó en un pis pas. 
Al quitar el modo avión de los móviles, a las dos nos apareció el mismo mensaje: “Welcome to Jamaica”. Nos miramos y nos preguntamos si el hombre al volante se había equivocado de isla.
Grand Cayman tiene un aeropuerto de juguete. No tardamos nada en recoger el equipaje, pasar la aduana y el control de pasaportes. Por cierto, coincidimos con Jemilat de Ghana recogiendo el suyo. No nos habíamos dado cuenta de que volaba con nosotras. 
A la salida nos encontramos a Sherice, la presidente de WISTA Cayman Islands, con su marido Derek. Están recogiendo en el aeropuerto a todo el mundo que va llegando para la conferencia. ¿No son la monda?
Derek nos llevó en un vehículo enorme. Aquí conducen por la izquierda. A Alex la dejamos en el Marriott y a mí me depositó al lado, en el apartamento que hemos alquilado entre cuatro. Os envío una foto del complejo visto desde el agua.
Encontré la puerta abierta, así que entré y lo fui examinando detenidamente hasta que llegó la encargada de hacerme entrega de las llaves, pero sin llaves. Aquí se entra con una clave que hay que teclear en la puerta.
Cuando se fue procedí a abrir la maleta. Toda la ropa estaba como una pasa. Busqué la tabla de planchar y dediqué casi una hora a adecentarla. ¡Quién me mandó traer tanto lino!
Las otras tres, Karin, Elisa y Jeanne, tendrían que haber llegado una hora después de mí. Una avería las retuvo en Houston causándoles un retraso de cuatro horas.
Os voy a situar un poco en el mapa. Las Islas Cayman son cinco. Tres tienen un tamaño decente y las otras dos son cagadas de mosca en el mapamundi. Son territorio británico de ultramar. Lo que viene siendo una colonia. Yo estoy en Grand Cayman, donde se sitúa la capital, George Town. A la derecha, según se mira el mapa, queda Jamaica; por encima está Cuba y a la izquierda la península de Yucatán, con Méjico y Belice. Si te dejas caer en picado, aterrizas en Panamá, pero eso ya queda mucho más abajo.
Descubiertas por Cristóbal Colón, fueron llamadas "Las Tortugas", animales que poblaban las islas por aquel entonces. Luego creo que se las comieron casi todas y tuvieron que cambiar el nombre a Caimán, que son los bichos que quedaron y no saben tan ricos.
El territorio fue colonizado por lo más granado de épocas posteriores: piratas, desertores del ejército de Cromwell y marineros procedentes de naufragios. Hoy en día sigue habiendo piratas, pero en lugar de parche y garfio andan de chaqueta y corbata. Tampoco debe de haber patas de palo porque no he visto a nadie cojeando, de momento.
Gracias a Mónica he descubierto que mi ordenador piensa que las tormentas callan en lugar de caer. Gracias por el aviso. Errores corregidos.
A las seis fui al hotel Marriott. En el espacio de media hora pude saludar a no menos de diez miembros de WISTA que llegaban del aeropuerto o venían de la playa. 
Nos reunimos un grupo de diez personas para ir a cenar a un restaurante a cinco minutos de distancia, junto al mar. La mesa estaba preparada en la terraza. Unos peces gigantescos merodeaban justo debajo. Se comportan igual que los que tenemos nosotros en el puerto en versión XS, es decir, comen toda la mierda que encuentran. 
Cuando estábamos a punto de empezar a cenar se puso a llover torrencialmente. Tuvimos que meternos dentro a prisa y corriendo y comenzar de nuevo en otra mesa. Cené un pescado a la parrilla que se llama wahoo.
Sobre las diez volví al apartamento con Derek y Alex para llevar las provisiones que Derek nos compró ayer. Aquí los supermercados no abren los domingos.
Mis tres compañeras ya estaban instaladas.
Acompañé a Alex al hotel para recoger de su habitación otra parte de las provisiones que trajimos nosotras desde Miami. Al volver me entretuve con el grupo de las griegas que fumaban en el rinconcito del jardín acotado para ello.
De vuelta al apartamento, me senté a charlar con Karin y Jeanne. Elisa ya estaba en la cama.
Tuvimos puesto un partido de baseball entre Houston y Washington. Jeanne es súper fan de los deportes.
Buenas noches desde Grand Cayman.








27 oct 2019

Una cateta en Miami (Día 4)

Desperté a las cinco de la mañana, aunque nadie se estaba matando. Fue un momentito solamente. Continué durmiendo hasta las siete. ¡Viva la melatonina!
Estuve leyendo mensajes y viendo fotos de sonrientes miembros de WISTA de diversas partes del mundo a bordo de sus aviones viajando en esta dirección. 
Tras desayunar salí a dar un paseo por los alrededores. Encontré una tienda de disfraces descomunal. Vendían absolutamente de todo, incluso el uniforme de los ladrones de La Casa de Papel.
A las diez y media me recogió Alex en su tanque para ir a Hollywood. No el Hollywood de California, sino uno que hay por aquí, camino de Fort Lauderdale. Resulta que esta semana abrió el nuevo Hard Rock Café, un edificio impresionante con forma de guitarra, al que no han podido ponerle la parte de arriba porque hay un aeropuerto cerca, no fuera a ser que un avión se llevara por delante las clavijas. Por la noche sale un haz de luz de las dos puntas hacia el cielo.
Hard Rock Café pertenece a la tribu de los semínolas, unos indios autóctonos que están forrados gracias al negocio de los casinos. Los instalan en sus reservas, donde disfrutan de condiciones legales especiales que aprovechan a su favor. Hasta puedes fumar dentro.
Las instalaciones cuentan con un enorme auditorio donde ayer actuó Maroon 5. En breve lo harán Tony Bennett y Andrea Bocelli.  
El negocio principal es el casino. Hay también restaurantes, tiendas y hotel.
A mí lo de los casinos me parece un poco sórdido, por mucho que esté todo muy bien acondicionado y elegante. Es el público el que me da escalofríos. 
En una gigantesca sala repleta de mesas se jugaban partidas de póker. Muchos clientes hacían cola para sentarse. No se me permitió sacar fotos.
Donde las tragaperras observé a una pareja con aspecto de no haberse acostado aún, y eran las once y pico de la mañana.
Uno de los restaurantes sirve desayunos las 24 horas del día, lo cual da una idea de lo que esperan de los visitantes.
Los indios se han gastado una pasta en construir el complejo, pero se ve a la legua que es negocio seguro.
Aquí, además de los recuerdos que normalmente donan los artistas para exponer en las vitrinas, como ropa o guitarras, hay coches de verdad. Uno perteneció a Bono. 
Por cierto, que bien podían lavar la ropa antes de donarla. Unos pantalones de Jimmy Hendrix lucían una mancha asquerosa en la pernera. Un vestido blanco de una cantante mostraba varios lamparones en la falda.
Comimos muy bien en el restaurante típico de los Hard Rock. Probé mi primera mazorca de maíz. Es un poco molesto porque se te quedan unos hilillos entre los dientes cuando muerdes para arrancar los granos.
En todo el complejo hacía un frío siberiano, tanto que cuando salí a la calle se me empañaron las gafas.
Desde Hollywood fuimos hasta Fort Lauderdale. Primero entramos en un supermercado para que Alex hiciera la compra. Yo aproveché para hacer otras compras. Diana, puedes informar a tus hijos que comerán Twinkies. Que vayan viendo la película.
En la zona de bebidas descubrí Coca Cola de naranja y vainilla, todo en la misma botella. No seré yo quien la pruebe.
Luego nos acercamos a su empresa para dejar unos papeles y enseñarme a ORCA, un sistema que gestiona residuos alimentarios a bordo de barcos, enfocado principalmente para los buques de pasajeros.
Volví a Miami en un Uber conducido por Fernando, un venezolano que resultó estar muy interesado en cómo funcionan los barcos. Por el camino nos cayó la mundial. Apenas se veía la carretera. Despejó enseguida.
Al pasar por el puerto vi los tres cruceros atracados hoy. Uno de ellos era el Symphony of the Seas, el más grande del mundo.
Tras descansar un momentito en la habitación salí a dar una pequeña vuelta. Lincoln Road estaba muy animada. 
A las seis volví al hotel a darme una ducha y descansar otro rato antes de mi cita de las siete y media.
Cuando bajé en el ascensor, ya me estaban esperando en el hall mi tía y dos de mis primos americanos, de los que había oído hablar toda mi vida pero nunca tuve ocasión de conocer personalmente. La historia de esa parte de la familia es digna de un culebrón venezolano, al que sólo le faltarían la ciega y el paralítico.
Lo primero que hizo mi prima Sandy fue disculparse por el pequeño tamaño de su coche, un Fiat Cinquecento Gucci monísimo. Le aclaré que para América, donde todo el mundo viaja en tanque, sería un vehículo liliputiense, pero que para mí era de lo más normal.
Me llevaron a cenar a Cecconis Soho Beach House, un restaurante italiano de moda lleno de gente guapa, al que suelen acudir famosos. Hoy no, casualmente.
Conectamos enseguida, así que pasamos un rato muy agradable.
Tras la cena me devolvieron al hotel con la promesa de viajar a España pronto.
Por cierto, qué poco queremos a España desde dentro y cuánto nos admiran desde fuera.
Buenas noches desde Miami.









26 oct 2019

Una cateta en Miami (Día 3)

Media hora antes de irme a dormir, siguiendo las instrucciones a rajatabla, tragué una cápsula de melatonina. Entré en coma inmediatamente después de apagar la luz, hasta las cuatro en punto de la mañana. No fue el jet lag quien me despertó, sino una pareja a punto de matarse en alguna de las habitaciones de alrededor. Lo primero que oí fue el timbre de un teléfono, seguido inmediatamente por un portazo, los gritos de un hombre negro desaforado soltando por aquella boca todos los insultos imaginables y puñetazos contra la pared. En resumen, Mary es una puta.
Para quien se pregunte cómo sé que el hombre era negro, son años de ver películas americanas en versión original. 
El jaleo duró alrededor de media hora, sin que nadie viniera a poner orden. Acabó igual que comenzó, de repente.
A las siete y media de la mañana salí del coma como si hubiera dormido tres días seguidos. Me declaro fan absoluta de la melatonina de Mercadona.
Entre los mensajes de Whatsapp recibidos durante la noche encontré uno de voz de un niño declarando que él también quiere comer Twinkies, seguramente azuzado por su madre, fiel lectora de este blog.
Tengo desde ayer aparcada en mitad de la habitación una tabla de planchar que saqué del armario para adecentar un poco la ropa aplastada en la maleta. No es la primera ni la segunda vez que me pasa esto. Las tablas de los hoteles tienen un sistema de cierre que soy incapaz de dominar. El servicio de limpieza piensa que la dejo ahí a propósito, así que no la tocan y la tabla se queda abierta estorbando hasta que me marcho. Me está sirviendo de mesa para dejar trastos, por darle alguna utilidad.
A las nueve y media, después de desayunar, fui por el paseo junto a la playa en dirección sur, hasta el Distrito Art Decó en Ocean Drive. Por allí me hospedé la vez anterior. Hacía un viento tremendo, muy de agradecer porque mitigaba el calor.
En Ocean Drive se concentran muchos coches de lujo. Allí la gente va a ver y ser vista, a sentarse en las terrazas de los restaurantes y las cafeterías, o a bailar en los clubs.
¿Habéis estado alguna vez junto a un Lamborghini esperando a que un semáforo se ponga verde? El ruido que hacen es como el de un señor cabreado gruñendo.
Durante el paseo me crucé con bastantes varones corriendo sin ser perseguidos, a pecho descubierto. El calor es tan húmedo que cualquier actividad te hace sudar profusamente, de modo que hacen deporte sin camiseta. Queridas, es muy gratificante para la vista encontrar tantas tabletas por metro cuadrado. Y digo para la vista porque este tipo de hombre debe dedicar poco tiempo a la lectura.
Entré en Starbucks a beber algo. Escogí el Starbucks porque me gusta su terraza. Es la misma terraza donde me senté con Elpi, apoyé la mano en una cagada de paloma y me la restregué por el brazo.
Como no bebo café ni era oportuno beber un chocolate caliente, pedí una bebida de dragonfruit. Tengo dudas sobre la traducción al español: ¿fruta de dragón, pitahaya rosa?. Bueno, que estaba rica y fresquita.
A las doce di media vuelta para regresar al hotel, parando en un mini outlet donde pequé. Apenas me dio tiempo de cambiar los pantalones cortos que llevaba por unos largos, cuando sonó el teléfono. Era Alex desde el coche, esperándome en la calle.
Ha cambiado el tanque Mercedes que tenía por otro tanque de la misma marca pero mucho más chulo. Tiene un pantallón enorme que ocupa toda la zona detrás del volante hasta llegar casi a la del copiloto. Ahí tiene en digital todo tipo de controles, así como imagen de alrededor del coche. Cuarto de baño no parece que tuviera.
Fuimos a comer a un restaurante argentino junto al puerto. Comimos estupendamente, una carne a la parrilla con plátano frito y frijoles con arroz.
A continuación estuvimos en Cayo Vizcaíno. Llegamos hasta Big Baggs Cape Florida State Park, una zona protegida a la que Ponce de León bautizó como Cabo de Florida. El faro que aparece entre Alex y yo en la foto data de 1825, una antigüedad desde el punto de vista americano.
Acabamos la jornada en una terraza bebiendo piña colada sin alcohol mientras vimos salir a los tres cruceros atracados hoy en el puerto.
Hacia las seis y media me depositó en la puerta del hotel. No volví a salir. Otro día sin cenar por culpa de una comida copiosa.
Buenas noches desde Miami.