23 mar 2010

Receta culinaria


El domingo por la tarde me encontraba plácidamente postrada en mi sofá con chaise longue viendo una entretenida película cuando comencé a sufrir un peculiar desasosiego estomacal; hambre, que diría el pueblo llano coloquialmente.
Levantar un cuerpo adulto de una chaise longue en el curso de una tarde de domingo y en mitad de una película, requiere un esfuerzo sobrehumano, así que fui retrasando el momento de saciar dicha sensación todo lo que pude. Intenté, sin éxito, concentrar mi atención en la película. A mi mente venían imágenes de un Cola Cao con galletas. Finalmente, el peculiar desasosiego ganó la batalla a la pereza y, en un arranque de coraje, me incorporé en el asiento y me dirigí a la cocina.
Abrí mi sobria despensa y saqué de allí un bote de Cola Cao y un paquete de galletas digestivas, de esas que son gruesas y de gran circunferencia. La presencia de un bote de Cola Cao en mi casa no es habitual, es parte de un premio obtenido por mi madre en un supermercado.
De un armario saqué un tazón, medí su circunferencia y, con enorme satisfacción, descubrí que las galletas cabrían dentro en posición horizontal. Eché cuatro cucharadas de Cola Cao bien colmadas, un par de cucharadas de azúcar y leche en abundancia. Batí la mezcla enérgicamente. A continuación le llegó el turno a las galletas. No recuerdo el número exacto, pero sí que eran muchas. Introduje el brebaje en el microondas, no sin antes retirar la cuchara del tazón.
Que a nadie se le ocurra meter una cuchara en un microondas. Saltan chispas como si fueran los fuegos artificiales de las últimas Fallas. Y para qué hablar de un huevo duro dentro de un microondas. Es como una bomba atómica. La esposa de un compañero de trabajo colocó inocentemente dos huevos duros en su microondas. Al momento reventó el cristal y los huevos aparecieron desbaratados al final del pasillo. Ahora se ríen mucho cuando lo cuentan, pero imagino el cuasi infarto que sufriría la pobre mujer.
Volviendo a lo importante de esta crónica, el tazón pasó 30 segundos en el microondas. Una vez retirado del interior, volví a introducir la cuchara dentro. Dentro del tazón, no del microondas, porque dentro del microondas echan chispas las cucharas. Aplasté sin mucha resistencia las galletas digestivas, convirtiendo el contenido en una deliciosa papilla que digerí con gran satisfacción, dando por resuelto el problema del peculiar desasosiego estomacal.
Una vez lavados todos los objetos utilizados, volví a mi chaise longue y a mi película, pudiendo ya concentrar toda mi atención en ella. Y es que el hambre es muy mala.