2 oct 2010

Una cateta en Atenas (Día 6)


Siete y cuarto de la mañana. Desperté después de haber dormido apenas tres horas. Me levanté, terminé de hacer el equipaje y bajé a desayunar. Las únicas miembros de WISTA presentes eran cuerpos en estado lamentable.
A las nueve y media nos encontramos Mercedes, Sara y Alicia y yo en el hall. Tomamos el minibús que el hotel tiene para llevar a los huéspedes a Atenas. El conductor fue muy amable y nos dejó en el hotel que tengo reservado para el resto de mi estancia en Grecia. Dejamos todas las maletas en recepción y salimos a pasear. Nada más salir del hotel, nos encontramos con una mudanza. Subían al camión en ese momento una nevera forrada de peluche blanco. Tal cual.
Llovieron cuatro gotas y las cuatro cayeron precisamente en los cristales de mis gafas. Enseguida salió el sol y comenzó a hacer calor. Estuvimos callejeando por Plaka, un barrio lleno de tiendas de souvenirs, bisutería, joyerías y bolsos de marca falsos. En una de esas tiendas entramos a ver los bolsos de Hermés y Louis Vouitton. La cajera estaba detrás del mostrador tumbada en una butaca, descalza, con los pies encima del mostrador, hablando por teléfono y comienzo uvas al mismo tiempo. Las que no le gustaban eran arrojadas a una papelera haciendo canastas.
Entrar en las tiendas de Plaka es como salir de compras por Cuenca. Todo el mundo te habla en español.
A las dos de la tarde, Mercedes, Alicia y Sara recogieron su equipaje en mi hotel y se marcharon al aeropuerto para tomar el vuelo de las 16:50 con destino a Madrid.
Yo, por mi parte, tomé posesión de mi habitación en el hotel, me puse el pijama y procedí a estrenar la cama.
El hotel, situado en la Avenida Syngrou, está a corta distancia del Nuevo Museo de la Acrópolis. Es un edificio pequeño recién restaurado haciendo esquina y es absolutamente cómico. Para acceder al mostrador de recepción tienes que pasar por varios tramos de escaleras arrastrando la maleta. En uno de esos tramos ya encuentras habitaciones. Hay un salón como el de tu casa pero en elegante. La recepcionista está allí sentada viendo la tele y se levanta cuando ve pasar a los huéspedes. También sale a despedirte a la puerta cuando sales de paseo. Una vez en el ascensor, para acceder al segundo piso hay que pulsar el 1º. Cuenta con wifi gratis, pero el servicio es intermitente.
A las tres y media salí en dirección a la Acrópolis. No me puedo imaginar lo que tiene que ser subir hasta allí en Agosto. Hoy hacía calor, pero soportable. Dentro del recinto se pueden visitar el teatro de Dionisos y el de Herodes Aticos, que se encuentran en la falda de la colina, por el lado sur. Por cierto, en el teatro de Dionisos me encontré con una tortuga del tamaño de mi pie tranquilamente paseando. Subiendo por varias rampas a pleno sol y con mucho polvo, acabas llegando a la cima de la colina y accedes a la Acrópolis a través de los Propileos, que son las puertas de acceso que se construyeron en el cuatrocientos y pico antes de Cristo. Y allí, por fin, te encuentras con el Partenón. Simplemente impresionante. Me saqué varias fotos y estuve paseando alrededor, visitando también el Pórtico de las Cariátides, esas columnas que tienen forma de mujer. Pasé una hora aproximadamente allí arriba. A continuación bajé por el lado oeste y visité el Agora, que era el corazón político en el 600 a.C. Quedan en pie un edificio llamado Estoa de Attalos, que es una construcción rectangular restaurada completamente y que contiene un museo con piezas de la zona, y el templo de Hefesteón, en bastante mejor estado de conservación que el Partenón.
Desde allí se oía bastante escándalo cerca, como de gente pasándolo bastante bien. De acuerdo con mi guía de viaje tenía que ser Monastiraki, que fue el corazón de la Atenas otomana. Salí del recinto monumental y paseé por aquella zona. Eran las cinco de la tarde y había muchísima gente cenando en las terrazas. Otra zona de tiendas de recuerdos también estaba muy concurrida. Un poco más adelante me encontré con la calle Ermou, que es esa calle que hay en todos sitios donde te encuentras con Zara, Sprit, Body Shop y Mark & Spencer. Al final de la misma está la plaza Sintagma, que voy a visitar mañana para ver el cambio de guardia de esos señores que se pasean con falda y pompones en los zapatos. En la plaza Sintagma comí algo y caminé de vuelta al hotel. A las seis y media ya estaba de vuelta y llevo desde entonces tumbada en la cama sin hacer nada en concreto.

Grecia es un desmadre. Es gente de costumbres relajadas.
La policía nacional motorizada va en parejas. Cuando digo en parejas es que van dos en una moto. Uno conduce y el otro va de paquete. Aparte de ellos, nadie en Atenas lleva casco a bordo de una moto.
Por todas partes hay gatos. Ayer por la noche, antes de salir para la cena de gala, vimos cómo dos se perseguían mutuamente por los jardines del hotel, maullando como descosidos. Los perros también abundan.

Estoy a punto de llorar de la emoción. Por fin me voy a acostar a las diez y media.

Aviso importante para las dos individuas que se han sentado a mi lado estos días durante las conferencias: Que sea la última vez que ponéis los dedazos en la pantalla de MI ordenador. Está lleno de marcas y aquí no hay quien escriba.

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