28 sept 2010

Una cateta en Grecia (Ένα βλαχαδερό στην Ελλάδα) Día 1



Hoy me levanté a las 03:45, pero como sarna con gusto no pica, pues no picó. Mi taxista favorito me recogió a las 04:30 y me depositó sana y salva en el aeropuerto de Sevilla a las 05:30 hrs. Facturé la maleta, me despedí de ella como si fuera la última vez que nos viéramos, desayunamos copiosamente sin tener en cuenta el colesterol y otros daños colaterales y procedí a atravesar a la zona de embarque. Como es habitual, fui cacheada. Había dos policías, un varón y una chica. En mi fila estaba el varón. Cuando ya estaba con las manos enguantadas dirigiéndose a mí, le indiqué con un gesto que “ni loco” me tocara, así que me pasó a la fila de la mujer policía y ella me cacheó. No encontró nada sospechoso, puesto que me permitió continuar mi camino. No acabo de entender qué ven en mí en los aeropuertos. ¿Tendré cara de abertzale por culpa del pelo corto?
En el avión me tocó sentarme entre una anciana china minusválida y un energúmeno de 150 kgs. Al principio pensé que la señora era japonesa, pero me sacó de mi error cuando extrajo de su bolso el pasaporte. Supongo que es la madre de algún mafioso chino, de vuelta a Pekín después de visitar a la familia. El bolso de la china debe de costar tres meses de mi sueldo, aunque, pensándolo bien, podría ser una imitación “Made in China”.
El individuo de 150 kgr ocupaba su asiento y parte del mío, así que tuve que viajar con aquel enorme muslo pegado al mío. Un muslo suyo era como los dos míos más un brazo.
Me quedé dormida y el viaje se me pasó volando (¡Qué tontería acabo de decir!). Una vez en Barajas, estudié detenidamente todas las tiendas de la T4 y compré algunos regalos para las amigas que voy a ver en Grecia estos días. Luego me quedé tirada como una colilla en una butaca porque los asquerosos de los controladores aéreos nos retrasaron el vuelo una hora con la huelga encubierta que mantienen. Y encima sin wifi gratis.
Compré un bocadillo enorme de jamón y queso y me lo comí tan pronto me senté en el avión, mientras las azafatas indicaban cómo hay que hacer cuando estás a punto de morir. Cuando estaba terminando la última miga el sobrecargo anunció que servirían comida en el vuelo. Es lo que tiene tanto volar en low cost. Ya no me acordaba que en Iberia dan de comer en los vuelos largos. Pero bueno, hice un esfuerzo y me comí aquellos macarrones con fiambre de cerdo y el bizcocho con mouse de chocolate que sirvieron.
Viajaba en el avión un flemático caballero, pero no de carácter, sino de garganta. Pasó el vuelo fabricando flemas y gimiendo. Cuando estábamos a punto de desembarcar en Atenas, en silencio absoluto, fabricó la última y hubo una carcajada general.
Por fin en el aeropuerto de Atenas, a las 16:30 hrs, después de doce horas de viaje. He tardado más que la chica que viene de Nigeria.
Mi maleta llegó. Es como un milagro verla salir por ese agujero negro. Traía más mierda que el rabo de una vaca, pero llegó. Al llegar a la zona de recogida de equipaje los letreros de los vuelos estaban sólo escritos en griego. Menos mal que le di un repaso al alfabeto antes de venir. Me habían dicho que todo estaba escrito en griego y en latino, pero no es cierto.
Tomé un taxi. Los taxis aquí son amarillo huevo. El taxista no hablaba inglés ni español, y mis conocimientos de griego se reducen a: kalimera, kalispera, efharistó poli, kronia pola, parakaló. A pesar de ello, fuimos todo el viaje riéndonos como tontos. No sé cómo me enteré que le gusta mucho el fútbol y los equipos españoles que conoce, y que estamos tan mal económicamente como ellos.
Finalmente, llegué a destino: Vouliagmeni, al sur de Atenas. El hotel está bien, aunque mucho spa y mucho cuento pero no tiene wifi gratis en las habitaciones. Tengo que bajar con el ordenador al hall para conectarme. En el hotel de al lado sí tienen wifi gratis, pero pide una clave. Mañana mismo, cuando lleguen las que se hospedan allí, voy a conseguirla.
En el hall ya estaban esperándome varias miembros del Comité Ejecutivo de WISTA, y justo después que yo llegó nuestra presidenta, que es griega y sólo tuvo que conducir diez minutos para llegar al hotel. Tuvimos una mini reunión de una hora y luego deshice el equipaje y salimos a cenar. Aquí tenemos una hora más que en España, de modo que me sacaron a cenar a las siete de la tarde, maldita sea su estampa. Escogimos un restaurante junto al mar y comimos unas ensaladas. Hay dos suecas con nosotras que están flipando. Salieron de casa con 12ºC y lloviendo. Aquí estamos a treinta. Estuvimos en manga corta todo el tiempo. Por cierto, qué tomates comimos. Esta vez ha podido venir la nigeriana, que no ha fallado al solicitar el visado, como cuando nos reunimos en Dublín.
En la guía de viaje sobre Atenas aconsejan no intentar utilizar el griego clásico estudiado en el colegio. De verdad, que algunas veces parecen idiotas. Es como si de repente te encuentras por la calle a un extranjero y te dice: “¿Podría indicarnos vuecencia la senda hacia la posada más cercana donde mi esposa y yo podamos saciar nuestro apetito y yacer posteriormente?” Bueno, mucho peor, porque el griego clásico es de muchos siglos antes y nadie entendería nada.
Son las 21:30 en España y las 22:30 aquí y ya no me tengo en pie. Me voy a dormir. Mañana más.

3 comentarios:

BRUJAS dijo...

Eres única, Cosuelo. No tengo bastante con estar leyendo "Los Pilares", sino que también me voy a enganchar a tus aventuras griegas. Me río con casa cosa que dices.

Esperando estoy ya a la segunda jornada...

Anónimo dijo...

Deberías mandar el cv a Lonely Planet

Marta Vázquez dijo...

Ay, tal cual Costas Jaritos :o)