He de aclarar que este viaje os lo estoy
contando en diferido pero como si fuera en vivo y en directo. Lo digo por si
alguien me encuentra por la calle estos días y piensa que me lo estoy
inventando. Que no, que de verdad estuve en Milán. Hay pruebas gráficas que
adjunto.
Hoy fui a trabajar como todos los lunes,
pero no con cara de lunes, porque al salir de la oficina no haría lo de todos
los lunes, sino que me iría de viaje a Milán con Angel y Pili.
Este viaje surgió para mí de carambola.
Ni lo tenía programado ni me correspondían vacaciones.
Iban a ir Angel, su mujer y Pili, pero a
la mujer de Angel le surgió un imprevisto laboral y tuvo que cancelarlo, así
que me propusieron sustituirla hace un par de semanas. Conseguir tres días
libres supuso presentarnos los tres en el despacho de mi jefe a contarle le
película para que me diera permiso. Y me lo dio.
A las cinco y veinticinco de la tarde
estaban los dos en la puerta de mi casa recogiéndome. ¡Cómo me gusta la gente
que llega cinco minutos antes de la hora! Empezamos bien.
Llegamos a Sevilla sin novedad.
Fuimos a dejar el coche más allá del
aeropuerto, en un aparcamiento muy barato donde dejas el vehículo a pleno sol
en un descampado vallado y vigilado.
Angel es muy de sitios de esos, muy de
tascas en garajes sin ventana que nadie más que él conoce.
Del descampado al edificio del
aeropuerto nos trasladaron en una furgoneta de reparto enorme con asientos
dentro, donde cabía de pie toda la selección nacional de baloncesto y algunos
más.
Acordamos previamente facturar una sóla
maleta para llevar los trajes de noche y poder meter las compras a la vuelta.
Malabares que hay que hacer con Ryanair.
Una vez dentro de la zona de pasajeros
nos sentamos a tomar un refrigerio acompañado de una enorme bolsa de patatas
fritas. Había hambre.
Puntualmente nos llamaron para embarcar
en la última puerta de embarque del aeropuerto, al fondo muy hondo del pasillo,
como si fuéramos apestados.
Hicimos cola pacientemente seguidos por
una madre sevillana que viajaba sola con sus dos hijos pequeños, de unos 2 y 4
años. El más pequeño, un varón, tenía cara de escandinavo. No hacía más que
lloriquear, así que me volví hacia él, puse mi cara de asustar con el índice en
los labios para mandarlo callar. Y calló, vaya si calló. Quedó acojonado el
pobre. A partir de entonces, con sólo mirarlo se ponía firme. Pero me cogió
cariño, porque cuando tuvimos que bajar andando hasta la pista fue de mi mano
para que su madre pudiera ocuparse de su hermana y de las dos pequeñas maletas
que llevaba consigo.
Nos empaquetaron en el avión casi media hora antes de la hora prevista para el despegue, que se retrasó por
un problema en el espacio aéreo francés por un conflicto laboral.
La megafonía del avión era una mierda, y
sólo hablaban en italiano y en inglés, excepto cuando ofrecieron los boletos
para un sorteo. Entonces sí que se oyó bien en un español muy clarito.
Desde que vi un documental sobre Ryanair
sé que volar con ellos a última hora de la tarde es una mala idea. Los aviones
sólo se limpian una vez al día, así que te puedes encontrar con sapos y
culebras. De hecho, el baño de la parte delantera estaba clausurado. Sabrá Dios
lo que había dentro.
Vimos la preciosa puesta de sol desde
los cristales sucios.
Cuando el avión se estabilizó sacamos la
cena. En nuestro encuentro organizativo de hace unos días habíamos decidido
llevar un picnic para evitar la comida de plástico. Jamón serrano del bueno,
queso y mojama con unos roscos. Angel y Pili querían llevar chicharrones, pero
me negué en redondo.
Imagino que debimos causar estragos entre
los pasajeros de los asientos colindantes por el delicioso olor.
El azafato que pasó con la bolsa de
supermercado recogiendo la basura quedó simplemente alucinado al ver la que
teníamos montada.
Llegamos a Bérgamo sobre las once y
media de la noche. Hacía una temperatura estupenda. Nos trasladaron en autobús
desde la pista hasta el edificio del aeropuerto. Gran despilfarro para Ryanair.
La maleta grande y los dos trolleys que
nos quitaron a pie de pista porque no cabían en cabina salieron bastante
pronto.
La madre sevillana esperaba también a
que salieran los dos asientos infantiles para coche que había facturado. Así
que se vio caminando cargada con los dos asientos, dando instrucciones a la
niña pequeña que empujaba los dos trolleys y al escandinavo pequeñito que iba
abriendo camino. Admirable.
Tomamos un taxi desde el aeropuerto
hasta Bérgamo, donde teníamos reservadas un par de habitaciones en un estupendo
hotel a los pies de la ciudad alta.
Ya digo que el hotel era estupendo, pero
lo de las cerraduras todavía no lo tienen muy modernizado. Nos dieron
unas ruedas de coche con la llave colgando.
En Italia los hoteles tienen persianas,
como debe ser. Tardé un poco en encontrar la cinta porque estaba escondida en
un armarito. Muy curioso.
A Angel lo metimos en una habitación
individual y Pili y yo compartimos otra. Tardamos minuto y medio en entrar en
coma.
Buenas noches desde Bérgamo.
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