6 feb 2010

Una cateta en Dublín (Día 3)


El día comenzó temprano. Quedamos para desayunar a las 07:45 hrs porque a las 08:15 hrs nos tenía que recoger la abogada para llevarnos a sus oficinas. Siendo sábado, allí no había un alma, así que tuvo que venir para abrirnos la puerta. A la única persona que vimos en todo el día fue al amable camarero que nos sirvió las bebidas y luego la comida.
Estuvimos trabajando hasta las 13:00 hrs. Comimos en media hora un menú compuesto por restos del día anterior y alguna cosa nueva y finalizamos con un pastel de chocolate negro con crema de chocolate negro por encima. ¡Ñam Ñam! Volvimos a nuestra sala de trabajo y estuvimos allí hasta las 14:30 hrs, dando por finalizada la reunión con todos los puntos tratados. Acabé con agujetas en las trompas de Eustaquio. Atender a una conversación en inglés oyendo acentos de cinco países diferentes, sobre todo de Singapur, requiere cierto esfuerzo.
Volvimos caminando hasta el hotel. Allí nos esperaba otra miembro de WISTA Irlanda. Su nombre es Mairéad. Se pronuncia “mareid” y significa Margarita. Habla como cuarenta. Incluso es capaz de mantener una conversación en un extraño castellano porque fue Erasmus en Barcelona hace diez años. Nos llevó a visitar el Museo Nacional de Irlanda, que contiene restos arqueológicos. Tienen incluso el esqueleto de un vikingo. No olía a nada. El edificio tiene todo el suelo cubierto de mosaicos y una impresionante cúpula.
Una vez cumplida la cuota cultural nos fuimos de compras. Estuvimos en Grafton Street, una calle peatonal llena de tiendas. Estaba a rebosar de gente. Había músicos cada dos pasos. Un individuo empujaba una carretilla llena de termos llenos de té y café para vender por vasos. Volvía la gente del partido de rugby del Torneo de las Seis Naciones. Todos con sus camisetas verdes, bufandas, gorros y banderas, satisfechos por haber borrado del mapa a Italia. Entramos en los almacenes Brown Thomas, una tienda muy elegante que vende sólo artículos de marca. Por primera vez en mi vida sostuve unos Manolos en mis manos. Será lo más cerca que esté nunca de unos Manolos.
A las 18:00 hrs fuimos a cenar a Bewley’s, un café art decó en Grafton Street. Muy bonito, pero eran las seis de la tarde, por Dios.
Cuando salimos de allí eran las ocho y la calle estaba aún más llena de gente. Los pubs estaban a rebosar. Había incluso gente en la calle con sus pintas en la mano. Ponen una especie de valla cerca de la puerta, rodeando el perímetro del pub, para que puedas sacar allí tu vaso. En la calle está prohibido beber.
Fuimos hasta el final de la calle y giramos a la izquierda dejando St. Stephen’s Green a nuestra derecha. Es el parque principal. A la izquierda, una fila de edificios de estilo eduardiano, donde están los restaurantes más selectos de Dublín. El hotel Shelbourne, el más elegante de la ciudad, estaba lleno de gente tomando una copa después de la cena. Se abrió la puerta y empezaron a oírse grititos de emoción. El que salía era Jerry Flannery, jugador de la selección irlandesa de rugby. Entre nosotros, un animal con la nariz rota vestido de chaqueta. La acompañante tampoco valía un pimiento. No sé siquiera si era mayor de edad.
Continuamos caminando hacia el hotel, pasando por Merrion Square, donde está la famosa estatua de Oscar Wilde y la casa de su padre en la esquina. Nos encontramos tres veces con la misma limusina, un Hummer blanco del tamaño de un autobús.
Llegamos a destino hacia las nueve y media. No llovió en toda la tarde. Frío sí que hizo. Estrené mi gorro de lana andino. Al principio se rieron de él pero acabaron intentando comprármelo porque hacía una rasca importante en la calle.
Nos despedimos de Mairéad-mareid-Margarita, que supongo iría a poner su lengua a reposar. ¡Lo que habla esa mujer!
Nos sentamos a charlar en el hall. A las diez y media nos fuimos a dormir. Besos y abrazos porque algunas ya vuelan mañana por la mañana temprano. La de Singapur dijo que no iba a acostarse, ya que sobre las cuatro tenía que salir para el aeropuerto.
He aprendido una cosa importante sobre Singapur. Todo está prohibido. No se puede salir con una pancarta a la calle, no se puede ser gay, no se pueden tirar papeles al suelo, NO SE PUEDE COMER CHICLE. Que no cuenten conmigo en Singapur.

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