4 feb 2010

Una cateta en Baile Átha Cliath…………. Dublín, para entendernos (Día 1)

Aquí estoy. He venido a una reunión del Comité Ejecutivo de WISTA, al que pertenezco desde el pasado septiembre. Somos siete en total, procedentes de Estados Unidos, Grecia, Suecia, España, Singapur, Nigeria y Dinamarca. La que viene por Dinamarca ni es danesa ni vive allí. Es persa de nacimiento, reside en Suecia y todos los días cruza el puente para ir a trabajar a Copenhague. Ella y la sueca se han levantado hoy a las cuatro y media y cinco de la mañana respectivamente. Han tenido que salir de casa con una pala en la mano, cavar para quitar la nieve de la puerta de entrada y de la puerta del garaje. 20º bajo cero. Y dicen que es una experiencia preciosa, vigorizante, extraordinaria. ¡Anda ya!
La nigeriana ha tenido que quedarse en casa porque no ha sabido sacar su visado correctamente para venir a Irlanda. Todavía no me lo explico. Esto está programado desde Septiembre. Por algo son el tercer mundo.

Tomé un vuelo de Aer Lingus hoy a la hora de comer desde el aeropuerto de Faro. Me llevó mi padre en su nuevo juguete alemán. A mitad de camino se me ocurrió preguntarle: “Papá, ¿por qué vamos a 80?”. A lo cual respondió: “Estamos haciendo el rodaje.”
Hace años que los coches no necesitan hacer rodaje, y así se lo dijo el vendedor cuando le entregó las llaves, pero por si acaso.

Esto de volar con una línea regular carece totalmente de emociones. No ha pasado nada de nada. Hemos venido todos callados como muertos; todos los muertos irlandeses, excepto yo. Lo único que me llamó la atención fue un anciano leyendo un libro en un e-book Sony. Me dieron ganas de mangárselo, pero me contuve a tiempo. Estaba a tres asientos de mí, con el pasillo de por medio, y aún así era capaz de leer las letras de la pantalla desde mi sitio. Esa es una de las grandes ventajas de los e-books. Puedes poner la letra al tamaño que te parezca. Como si quieres leer en titular de periódico.

Baile Átha Cliath es como se llama esta ciudad en irlandés, porque aquí se habla irlandés por tradición e inglés por invasión.
Hicimos la mayor parte del viaje sobre nubes y, poco antes de aterrizar, nos metimos entre unas nubes gordas y negras, así que casi no vi nada. Una vez aterrizas, lo primero que ves es un cartel amarillo verdoso en el edificio principal del aeropuerto: BAILE ÁTHA CLIATH. Si no hubiera hecho el cursillo turístico que hago cada vez que salgo por ahí, habría pensado que el piloto se había equivocado de sitio y estábamos en una ciudad al norte de Islandia.

Dublín viene de Dubh Linn, que significa charca negra. Fue el nombre que le dieron los vikingos. Sabe Dios las porquerías que tirarían éstos en el río. Porque eran unos guarros los vikingos. En las películas de vikingos lo único que hacen los vikingos es dar alaridos, comer con los dedos, beber cerveza y dormir sobre los pelos de un bicho muerto, que sabrá Dios las pulgas que tendría. Nunca se lavan los vikingos, nunca.

Me estoy desviando. Al llegar a Dublín, me estaba esperando en el aeropuerto nuestra presidenta, que venía de Grecia y aterrizaba a la misma hora que yo. Tomamos un taxi y seguimos sin ver nada porque llovía, era de noche y los cristales se empañaron por culpa del frío. Después de hablar como cotorras durante unos minutos abordamos al taxista con varias preguntas. Tuvimos que abandonar la tarea porque el hombre hablaba con un acento muy pero que muy raro. Debe ser de pueblo.
Al llegar al hotel coincidimos con la sueca, que quería acostarse temprano. Supongo que era el cansancio por lo de la pala.
Localizamos a la persa y cenamos en la cafetería del hotel. No está el tiempo para andar zascandileando por ahí. Nos pusieron una hamburguesa de ternera irlandesa tamaño natural que me está empezando a salir por las orejas.
A las nueve menos cuarto dimos por finalizada la jornada y nos retiramos a nuestros aposentos. Es lo que me gusta de estos países. Saben acostarse pronto.
Me acabo de dar una ducha y he intentado beber un vaso de agua del grifo. He tenido que desistir. Sabe amarga. Y no hay mueble bar para cogerme un pedo, aunque yo no bebo, pero bueno. Por cierto, el hotel magnífico. Tengo una habitación con sofá, butaca, enorme mesa de unos tres metros de largo, conexión a internet por cable gratis, cama king size, calefacción a toda marcha. ¿Qué más se puede pedir? Bueno, un vaso de agua.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegro que todo haya ido bien.
A ver si se te pega algo del país y cambias la Cola por la Guinness o al menos por Cola-guinness.
Disfruta y sigue contando

JL

Anónimo dijo...

cuentale a tu amiga danesa la historia del argentino que se fue a vivir a Canada