9 mar 2013

Una cateta en Suiza (Ginebra, día 2)

Sonó el despertador a las siete menos diez después de una noche de calor tórrido. Vine a Suiza a pasar frío siberiano y me encuentro con que las calefacciones están a todo meter y en la calle hace fresco, no frío.

Bajé a desayunar a las siete y media. Tenían una bandeja con al menos diez tipos distintos de pan, crêpes, Nutella, otra crema de chocolate con tropezones que supongo serían frutos secos, muchos quesos diferentes y frutas. Ni rastro del bacon y los huevos revueltos.

Patricia me escribió esta mañana para decirme que había cometido una falta de ortografía en el relato de ayer. “Lavavo” en lugar de “lavabo”. Imperdonable. Nos hemos reído un rato a cuenta del error. Me propuso que hoy me hiciera la interesante y os dijera que quien encontrara la falta que había introducido a propósito se llevaría una tableta de chocolate suizo de regalo.

Os estaréis preguntando qué tiene que ver Suiza con el sector marítimo no teniendo salida al mar. En Suiza están establecidas grandes corporaciones y, sobre todo, los que mueven las materias primas. Aquí es donde se decide cuándo sube el pan, literalmente.

Hemos venido a celebrar la reunión de invierno del comité ejecutivo de WISTA, invitadas por WISTA Suiza. Este año somos: la presidenta holandesa, tesorera inglesa, secretaria española, una miembro de Singapur, otra miembro de Nigeria, una griega  y, por último, otra de Dubai.

Esta noche se unirán a nosotras las presidentas o representantes de algunos países europeos, como Ucrania, Grecia, Italia, Chipre, Alemania y Turquía.

Salimos del hotel a las ocho y media. Antes de abandonar la habitación, escondí un billete de 20 euros detrás de la cisterna del retrete. Ahora puedo afirmar que tengo dinero oculto en Suiza.

Llovía bastante y había 4ºC. Fuimos caminando hasta la estación de tren donde tomamos un autobús con destino a las oficinas de Cosmotrade, donde nos íbamos a reunir. Cosmotrade es una empresa de cazatalentos. Entre otros sectores, buscan personal de nivel para el sector marítimo. Bajamos del autobús antes de la cuenta, así que tuvimos que andar un rato, nos perdimos y acabamos cogiendo un par de taxis bajo la lluvia.

Llegamos media hora tarde.

Me dio tiempo de ver en la puerta del hotel Four Seasons un coche deportivo que parecía una nave espacial, constatar que esta gente no es limpia, sino relimpia, respetuosa y silenciosa. Ni un sonido de claxon, ni un papel en el suelo, ni un mal gesto al volante.

Ayer en el aeropuerto aluciné en colores. Donde en otros aeropuertos ponen una valla para que la gente que va a recoger pasajeros no se acerque a la puerta de salida de los mismos, ellos tienen una alfombra de goma negra rodeada por una luz roja; luz roja que nadie pisa porque indica que de ahí no se puede pasar. Y no se pasa.

Nos dejaron una sala de juntas con una mesa de cristal donde habían dejado todo tipo de chocolates, bollos, bolas de chocolate, bollos rellenos de chocolate, Toblerone, chocolatinas Mars, etc, etc, etc, etc, etc, etc. Empecé a comer chocolate a las nueve y media de la mañana y no paré hasta las cinco y media de la tarde. Una cosa tremenda.

Trabajamos sin parar hasta la una de la tarde, cuando nos trajeron la comida. Esta cateta no está acostumbrada a que le sirvan el sushi a domicilio como nos lo sirvieron hoy. A mí me viene el chino en moto con una bolsa de plástico pringosa. Esto es muy fuerte para mí.

Estaba rico, de muerte. La nigeriana, que nunca había comido wasabi, cerró los ojos para no llorar cuando lo metió en la boca.

Seguimos trabajando hasta que nuestra anfitriona entró con una caja de bombones artesanales a las tres de la tarde diciendo: “Pausa para el chocolate”. Yo lo que necesitaba era una pausa para dejar de comer chocolate. Los bombones venían presentados en una caja como si fuera un libro. Todos, absolutamente todos, eran de praliné. Una experiencia sobrenatural. Yo también tuve que cerrar los ojos para no llorar.

Durante la reunión hubo un pequeño tira y afloja entre las que tenían calor y las que no lo teníamos. Ellas abrían las ventanas y nosotras las cerrábamos.

Nos sacamos la foto de rigor para colgarla en el Facebook de WISTA.

A las cinco y media, totalmente hechas polvo, dimos por finalizada la reunión. Volvimos al hotel en taxi y nos sentamos a charlar en el hall un rato. A las seis y media subí a la habitación a dejar los trastos y a lavarme un poco la cara para despejarme.

A las siete salimos, otra vez bajo la lluvia, camino del lago Leman. En uno de los embarcaderos tomamos un barquito hasta el otro lado del lago. El trayecto fue gratuito, como el autobús de esta mañana. Están incluidos en la tarjeta de transporte que te entregan en el hotel cuando llegas.

Al otro lado del lago está el Club de Yates de Ginebra, un sitio muy elegante donde íbamos a cenar con miembros de WISTA Suiza y las europeas que mencioné antes.

Sirvieron una ensalada de primero, y de segundo perca del lago con patatas y una salsa hecha a base de mantequilla. De locos. Creo que me voy a quedar a vivir aquí.

Antes de empezar a cenar nos dio una pequeña charla una chica australiana que trabaja en las Naciones Unidas, en una oficina dedicada al comercio y a las mujeres. Es que hoy es el día internacional de la mujer.

La cena se alargó poco. Sobre las once nos despedimos. Una miembro de WISTA Suiza y su marido se ofrecieron a llevarnos a seis de nosotras al hotel. Les pregunté si tenían un autobús y de dónde eran porque las facciones de ambos me resultaron curiosas. De Turkmenistán, nada menos.

Los acompañamos hasta el aparcamiento donde tenían un enorme Mercedes todoterreno. Dentro del garaje había una sección de aparcamiento para bicicletas.

Abrieron la parte trasera para sacar los asientos extra que llevan algunos coches ocultos en el suelo del maletero. Allí donde el resto del pueblo suele llevar bolsas del supermercado o trastos inútiles, ellos llevaban varias bolsas de cartón de Louis Vuitton, con la compra de Louis Vuitton que supongo habrían hecho antes de venir a la cena.

Por el camino le hicimos el interrogatorio de rigor al individuo. Nos dijo que se dedica al comercio de petróleo. De ahí las bolsas de Louis Vuitton abandonadas en el maletero como si fueran lechugas muertas.

No encontramos mucho tráfico por el camino. Todo el mundo nos dice que la vida nocturna en Ginebra es prácticamente inexistente, que es un sitio muy aburrido. Lo único que veo por las calles son bancos y relojerías. Bueno, de vez en cuando también se ve alguna bombonería. Y Louis Vuitton, por supuesto.

Ya en el hotel nos sentamos en la entrada a esperar a Despina y a Eleftheria, de Chipre y Grecia, que venían desde el aeropuerto en ese momento y nos habían enviado un mensaje anunciando su inminente llegada. Besos, abrazos y muchas risas. Nos dio la una de la mañana charlando, hasta que la señora presidenta puso orden y nos mandó a la cama.

Eleftheria comparte habitación conmigo. La tengo aquí al lado roncando felizmente. Hoy nos ha dado una noticia estupenda. Acaba de cambiar de trabajo. Eleftheria es ingeniero naval. Hasta hace unos días trabajaba para un negrero que abusaba de ella miserablemente. Otra miembro de WISTA Grecia le ha ofrecido un puesto al nivel que le corresponde.

Corto y cierro.

 

Buenas noches desde Ginebra.

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