10 mar 2013

Una cateta en Suiza (Ginebra, día 3)


06:56 hrs de la mañana. Comienza a cantar un señor en griego desde el iPhone 3 de Eleftheria. No es el mismo señor que cantaba en París, pero parecido. Eleftheria despierta y lo apaga inmediatamente. Eleftheria vuelve a quedarse dormida y a los dos milisegundos está roncando. Increíble.  
Me levanté y me arreglé. Dejé a Eleftheria haciendo sus cosas y bajé a desayunar. El pequeño comedor quedó pronto casi copado por miembros de WISTA.  Aunque mi estómago no estaba al cien por cien, unté una mini tarrina de Nutella en un panecillo tostado.
A las nueve menos diez salimos en dirección al Hotel Royal, dos edificios más allá, a nuestra izquierda. En una sala de reuniones nos encontramos con miembros de WISTA Suiza y de varios países europeos. La presidenta de WISTA Ucrania tuvo la amabilidad de regalarme una caja de bombones en forma de corazón. Espero que no me detengan por contrabando de chocolate en la frontera porque todos los regalos que me han hecho han sido a base de chocolate, chocolate y chocolate. La presidenta de WISTA Turquía les ha comprado a sus hijos un bote de cinco kilos de Nutella. Eso es una madre.
A las diez y media hicimos una pausa para tomar un tentempié. Impresionantes los bollitos de hojaldre que sirvieron.

Continuamos hasta las doce y media. Comimos de pie unos canapés y un risotto delicioso con pinchos de pollo. De postre, bombones y mousse de chocolate.
Volvimos a nuestro hotel a cambiarnos de ropa y zapatos.
A la una y media fuimos andando hasta el lago Leman, tomamos un barquito hasta la otra orilla y luego el tranvía. Todo ello con la tarjeta de transporte gratuita que nos dieron en el hotel.
En la foto, a mi espalda, el Jet d’eau, símbolo de la ciudad. Un chorro de agua que lanza 500 litros de agua por segundo. Hace unas semanas tuvieron que pararlo debido al frío.

Llegamos en el tranvía a la Place de Neuve, una de las plazas más importantes de la ciudad, donde se encuentran el conservatorio de música el Grand Théâtre, el museo Rath y la entrada al parque des Bastions. Allí iniciamos una visita guiada. Dentro del parque, aparte de unos enormes tableros para jugar al ajedrez con piezas gigantes, hay un monumento dedicado a las cuatro figuras más importantes de la reforma protestante: Calvino, Farel, Bèze y Knox. Dan un poco de miedo. De hecho, llevábamos con nosotras a dos niñas, hija e hijastra de una de nuestras miembros de Dubai. La pequeña lloró. Yo casi.

Ahora os voy a contar una anécdota de la hijastra. Tiene unos diez años. Vive en París con su madre y está pasando las vacaciones de invierno con su padre, el marido de nuestra miembro. De su boca salieron las siguientes palabras: “Mamá número tres no ha venido……” O sea, que papá lleva cuatro mujeres. No sabemos si una detrás de otra o simultáneamente. Nos cabe la duda, siendo papá árabe.
En algunos lugares quedaban restos de nieve acumulados, aunque no hacía nada de frío. Llegamos a tener unos diez grados de máxima y no nos llovió en todo el día. Incluso salió el sol al final de la tarde.
Desde la plaza subimos hasta la catedral de St. Pierre, primero católica y luego protestante. En el exterior, una curiosa mezcla de estilos, sobresaliendo una portada de estilo neoclásico y una torre gótica. Me gustó mucho la capilla de los macabeos, con unas vidrieras preciosas.

Dimos un paseo por la zona antigua de Ginebra. En las placitas había mucha gente sentada en las terrazas de los bares, aunque la temperatura no era la más adecuada.
Hicimos una parada técnica en las oficinas de una de las miembros de WISTA Suiza y volvimos a bajar hacia el lago por las calles donde se encuentran las tiendas más lujosas, las joyerías y alguna que otra bombonería.
Nuestra miembro de Singapur entró en Longchamp a comprar los bolsos que le encargan sus amigas cada vez que viene a Europa. Dice que son muy baratos.
Junto al Jardin Anglais tomamos un autobús que nos llevó al hotel La Réserve, pasando por las mansiones de los millonarios situadas junto al lago, con vistas al Mont Blanc.
La Réserve es un hotel de cinco estrellas decorado con mucho gusto. En invierno colocan una carpa en la zona de la piscina congelada transformándola en una pista de patinaje. Según entras se te mete un frío tremendo en el cuerpo pero luego te sientas en los sofás cubiertos con pieles y entras en calor inmediatamente. Los sofás desprenden calor y hay estufas.
Tomamos el té. Bueno, ya sabéis, yo una Coca Cola. Sirvieron algodones de azúcar y mini tarteletas con fresa y chocolate. Todo delicioso.
Sentí la necesidad imperiosa de patinar, así que me levanté, me coloqué unos patines y me lancé a la pista sobre hielo. Hacía más de veinte años que no patinaba, y se notó. Se notó bastante. Después de un par de vueltas bastante torpes me metí la gochada del siglo, aunque sin grandes consecuencias. Existe reportaje videográfico que no pienso compartir.
Hacia las seis volvimos a subir al autobús e hicimos un recorrido por la zona internacional de Ginebra, donde se encuentran organismos como las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud y muchos otros que ahora no recuerdo.
Llegamos al hotel sobre las seis y media. Subimos a las habitaciones a descansar un poco. A las siete y media fuimos caminando hasta un restaurante llamado Le petit chalet, donde nos pusimos hasta las cejas de comer fondue de queso y otras barbaridades por el estilo. A media cena tuve que levantarme a dar un paseo porque creía que me iba a dar algo. Una de las griegas se tuvo que marchar antes de terminar porque sí que le dio algo. Fue una cosa pantagruélica.
A las once salimos a la calle. El aire frío nos sentó de maravilla.
A las once y media estábamos todas en nuestras habitaciones absolutamente destrozadas.
 
Sigo sin ver vacas por la calle. Ya sé que esto no es la India, pero esperaba haber conocido ya a alguna vaca.
 
Mamá, que no vuelvo. Que me quedo aquí a vivir.
 
Buenas noches desde Ginebra.

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