06:56 hrs de la mañana. Comienza a cantar
un señor en griego desde el iPhone 3 de Eleftheria. No es el mismo señor que
cantaba en París, pero parecido. Eleftheria despierta y lo apaga
inmediatamente. Eleftheria vuelve a quedarse dormida y a los dos milisegundos
está roncando. Increíble.
Me levanté y me arreglé. Dejé a Eleftheria
haciendo sus cosas y bajé a desayunar. El pequeño comedor quedó pronto casi
copado por miembros de WISTA. Aunque mi
estómago no estaba al cien por cien, unté una mini tarrina de Nutella en un
panecillo tostado.
A las nueve menos diez salimos en dirección
al Hotel Royal, dos edificios más allá, a nuestra izquierda. En una sala de
reuniones nos encontramos con miembros de WISTA Suiza y de varios países
europeos. La presidenta de WISTA Ucrania tuvo la amabilidad de regalarme
una caja de bombones en forma de corazón. Espero que no me detengan
por contrabando de chocolate en la frontera porque todos los regalos que me han
hecho han sido a base de chocolate, chocolate y chocolate. La presidenta de
WISTA Turquía les ha comprado a sus hijos un bote de cinco kilos de Nutella. Eso
es una madre.
A las diez y media hicimos una pausa para
tomar un tentempié. Impresionantes los bollitos de hojaldre que sirvieron.
Continuamos hasta las doce y media. Comimos
de pie unos canapés y un risotto delicioso con pinchos de pollo. De postre,
bombones y mousse de chocolate.
Volvimos a nuestro hotel a cambiarnos de
ropa y zapatos.
A la una y media fuimos andando hasta el
lago Leman, tomamos un barquito hasta la otra orilla y luego el tranvía. Todo
ello con la tarjeta de transporte gratuita que nos dieron en el hotel.
En la foto, a mi espalda, el Jet d’eau,
símbolo de la ciudad. Un chorro de agua que lanza 500 litros de agua por
segundo. Hace unas semanas tuvieron que pararlo debido al frío.
Llegamos en el tranvía a la Place de Neuve,
una de las plazas más importantes de la ciudad, donde se encuentran el
conservatorio de música el Grand Théâtre, el museo Rath y la entrada al parque
des Bastions. Allí iniciamos una visita guiada. Dentro del parque, aparte de
unos enormes tableros para jugar al ajedrez con piezas gigantes, hay un
monumento dedicado a las cuatro figuras más importantes de la reforma
protestante: Calvino, Farel, Bèze y Knox. Dan un poco de miedo. De
hecho, llevábamos con nosotras a dos niñas, hija e hijastra de una de nuestras
miembros de Dubai. La pequeña lloró. Yo casi.
Ahora os voy a contar una anécdota de la
hijastra. Tiene unos diez años. Vive en París con su madre y está pasando las
vacaciones de invierno con su padre, el marido de nuestra miembro. De su boca
salieron las siguientes palabras: “Mamá número tres no ha venido……” O sea, que
papá lleva cuatro mujeres. No sabemos si una detrás de otra o simultáneamente.
Nos cabe la duda, siendo papá árabe.
En algunos lugares quedaban restos de nieve
acumulados, aunque no hacía nada de frío. Llegamos a tener unos diez grados de
máxima y no nos llovió en todo el día. Incluso salió el sol al final de la
tarde.
Desde la plaza subimos hasta la catedral de
St. Pierre, primero católica y luego protestante. En el exterior, una curiosa
mezcla de estilos, sobresaliendo una portada de estilo neoclásico y una torre
gótica. Me gustó mucho la capilla de los macabeos, con unas vidrieras
preciosas.
Dimos un paseo por la zona antigua de
Ginebra. En las placitas había mucha gente sentada en las terrazas de los
bares, aunque la temperatura no era la más adecuada.
Hicimos una parada técnica en las oficinas
de una de las miembros de WISTA Suiza y volvimos a bajar hacia el lago por las
calles donde se encuentran las tiendas más lujosas, las joyerías y alguna que
otra bombonería.
Nuestra miembro de Singapur entró en
Longchamp a comprar los bolsos que le encargan sus amigas cada vez que
viene a Europa. Dice que son muy baratos.
Junto al Jardin Anglais tomamos un autobús
que nos llevó al hotel La Réserve, pasando por las mansiones de los millonarios
situadas junto al lago, con vistas al Mont Blanc.
La Réserve es un hotel de cinco estrellas
decorado con mucho gusto. En invierno colocan una carpa en la zona de la
piscina congelada transformándola en una pista de patinaje. Según
entras se te mete un frío tremendo en el cuerpo pero luego te sientas en los
sofás cubiertos con pieles y entras en calor inmediatamente. Los sofás
desprenden calor y hay estufas.
Tomamos el té. Bueno, ya sabéis, yo una
Coca Cola. Sirvieron algodones de azúcar y mini tarteletas con fresa y
chocolate. Todo delicioso.
Sentí la necesidad imperiosa de patinar,
así que me levanté, me coloqué unos patines y me lancé a la pista sobre hielo. Hacía más de veinte años que no patinaba, y se notó. Se notó
bastante. Después de un par de vueltas bastante torpes me metí la gochada del
siglo, aunque sin grandes consecuencias. Existe reportaje videográfico que no
pienso compartir.
Hacia las seis volvimos a subir al autobús
e hicimos un recorrido por la zona internacional de Ginebra, donde se
encuentran organismos como las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la
Salud y muchos otros que ahora no recuerdo.
Llegamos al hotel sobre las seis y media.
Subimos a las habitaciones a descansar un poco. A las siete y media fuimos
caminando hasta un restaurante llamado Le petit chalet, donde nos pusimos hasta
las cejas de comer fondue de queso y otras barbaridades por el estilo. A media
cena tuve que levantarme a dar un paseo porque creía que me iba a dar algo. Una
de las griegas se tuvo que marchar antes de terminar porque sí que le dio algo.
Fue una cosa pantagruélica.
A las once salimos a la calle. El aire frío
nos sentó de maravilla.
A las once y media estábamos todas en
nuestras habitaciones absolutamente destrozadas.
Sigo sin ver vacas por la calle. Ya sé que
esto no es la India, pero esperaba haber conocido ya a alguna vaca.
Mamá, que no vuelvo. Que me quedo aquí a
vivir.
Buenas noches desde Ginebra.
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