11 mar 2013

Una cateta en Suiza (Lausanne, día 5)


06:20 de la mañana. Despierto. ¿Para qué despierto a las 06:20 hrs de la mañana? ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Leo el periódico en el iPad, me levanto, reorganizo la maleta recolocando los seis kilos de chocolate que me han regalado, veo el Telediario en el iPad porque en la habitación no hay televisor, sólo una silla saliendo de la pared. Todos los muebles del hotel están apilados unos encima de otros en la cafetería junto a recepción.

Desayuné y salí a la calle a las 08:40 hrs para coger el metro con destino a Ouchy, que es la zona al borde del lago Leman. Aquí también me dieron una tarjeta de transporte gratuita para usar durante mi estancia. En las estaciones de metro no hay puertas, ni tornos, ni ningún tipo de control de acceso o salida. Tampoco se ven revisores. Este es un país civilizado. Ves a los ciudadanos comprar sus billetes en las máquinas expendedoras aún sabiendo que no hay vigilancia. En España iba a comprar el billete Rita.

Una vez en Ouchy me acerqué al borde del lago en el quai Jean-Pascal Delamuraz. Aunque la predicción meteorológica daba agua para todo el día, estuvo lloviendo copiosamente durante la noche y empezaba a despejar en ese momento. Lo de que llovió toda la noche lo sé porque todo estaba muy mojado. Yo de lo que pasa por la noche no me entero nunca porque fallezco según pongo la cabeza en la almohada y resucito sobre las seis y media de la mañana.

No había absolutamente nadie por la calle. En el embarcadero sólo se oía el ruido de los pájaros. Fue un momento espectacular. Tengo un video grabado con el teléfono. He intentado subirlo a internet pero no he podido por culpa del tamaño.

Desde allí salen barcos con varios destinos, entre ellos Evian, que es la población justo al otro lado del lago. Lástima no tener más tiempo. Me hubiera gustado ir. Al organizar el viaje no lo quise alargar mucho pensando que iba a hacer un tiempo infernal y que me sería difícil estar todo el día en la calle. Finalmente, excepto el viernes, todos los días han sido bastante aceptables. Hoy la temperatura, mientras estuve en la calle, varió entre los 8 a los 12 grados.

Caminé por el borde del lago a lo largo del quai de Belgique en dirección al parque y museo olímpicos, aún sabiendo que están cerrados hasta el próximo otoño por obras. Sólo pude ver la entrada y algo de los jardines en cuesta. Di media vuelta, cruzándome sólo con tres señoras elegantes dando su caminata matutina.

Volví a la estación de metro sin puertas y subí hasta la estación de tren. Compré el billete para el aeropuerto. Así mañana no tengo que entretenerme. Volví al metro y seguí subiendo hasta Leflon, que es la parada donde está mi hotel, en la Plaza de Europa.

Se ve que la plaza fue remodelada hace poco. Para salvar los desniveles del terreno, han construido una pasarela y un ascensor para acceder a ella. El hotel es un edificio color salmón que se ve a la izquierda, justo por donde están pasando los camiones. El edificio con jardín en las paredes es la estación de metro. Al fondo hay unos antiguos almacenes que han convertido en zona de tiendas y de bares. A la derecha, en la parte alta, hay otra zona comercial y las calles peatonales que conducen al ayuntamiento.

Subí por la pasarela hasta la Plaza St. François. Entré en Starbucks a tomar un chocolate caliente y a conectarme a internet porque tienen wifi gratis. Luego ascendí por la empedrada e inclinada rue de Bourg, con sus tiendas elegantes. ¡Cómo se notan las horas de gimnasio! Iba como una moto. Llegué hasta la catedral gótica, en lo más alto de la ciudad, y paseé por las calles de alrededor. A la vuelta entré a echar un vistazo. No esperaba gran cosa, porque ya se sabe que las iglesias protestantes tienen menos detalles que un Panda, pero como antes de la Reforma fue católica, algo queda. Tiene un rosetón y unas vidrieras bastante aceptables. La catedral está restaurada de hace poco. Se ve perfectamente por el color de la piedra.

Hacía allí dentro una temperatura estupenda. De unas rejillas en el suelo salía aire caliente. No tengo ni idea de en qué época hicieron los agujeros para colocar el sistema de calefacción.

Estuve un rato disfrutando de la vista desde aquella altura, con los Alpes al fondo y los tejados de las casas de Lausanne.

Descendí hasta la Place de la Palud, donde se encuentran el ayuntamiento, construido en el siglo XVII, y la Fuente de la Justicia. La Justicia es una señora de colores con una balanza en la mano. No le encuentro el interés a la fuente, la verdad. Me parece un poco kitsch. Justo detrás de ella hay una farmacia. Encima de la farmacia hay un reloj con una casita. A cada hora suena una voz contando una breve historia. De la casita salen personajes paseando al son de una música de fondo. Allí se reúnen niños para verlo.

Pasé por varias pastelerías con el escaparate rebosando de bollería y bombones. Los panes que Heidi escondía en casa de Clara son fáciles de encontrar. La pobre se habría ahorrado el disgusto que se llevó cuando descubrió que se le habían puesto duros como piedras si hubiera venido a Lausanne a comprarlos justo antes de visitar al abuelo.

Subí y bajé por varias calles de los alrededores viendo tiendas y edificios antiguos con las contraventanas de madera.

Volví al hotel a descansar un rato antes de comer. Detrás del mostrador de recepción estaban el argentino y una italiana hablando en francés entre sí; el argentino con su fuerte acento argentino y la italiana con su fuerte acento italiano. Cómico.

Según información encontrada en internet, el restaurante donde se hacen las mejores hamburguesas de Suiza es el Holy Cow. Casualmente, había uno a unos metros del hotel de Ginebra y otro muy cerca de éste. Intenté comer allí ayer pero estaba cerrado. ¿Quién cierra un restaurante en domingo? Estos suizos hacen unas cosas muy raras.

El restaurante tiene varias mesas alargadas de madera donde se sienta la gente junta aunque no se conozcan de nada. La hamburguesa pequeña es una monstruosidad, acompañada de patatas fritas enormes. No sé cómo conseguí comerme aquello.

Tuve que dar un largo paseo para bajar la comida.  

Por fin vi una vaca parada en la puerta de una tienda. No sé si contabiliza como vaca para el informe sobre vacas suizas.

Entré en un par de supermercados. Me gusta ver qué come la gente en otros países. La mayor parte de la fruta es de origen español pero tres veces más cara que en España. Compran por piezas, no por kilos. Me gustaría verles la cara si vinieran al mercado donde compro yo.

Se acerca Pascua y con ella los huevos de Pascua y los conejos de Pascua. He tenido que hacer un tremendo ejercicio de autocontrol durante todo el día. Los supermercados están llenos de conejos de Pascua de chocolate. Los hay de todos los tamaños y formas. Una abuela llenaba el carro de conejos de Pascua para sus nietos con gran cuidado para que no se le rompieran. Debe de tener muchos nietos porque llevaba muchos conejos.

En otra tienda vendían herramientas de chocolate e imágenes del Kamasutra de chocolate. Lo siento, foto no disponible.

Una vez visto todo lo que tiene que verse en Lausanne y como hacía un sol radiante, decidí subir de nuevo hasta la catedral a sentarme a disfrutar de la vista. Compré una Coca Cola por el camino y me senté en un banco un buen rato, hasta que el sol bajó lo suficiente como para que la temperatura me hiciera marchar de allí.

Por el camino me encontré con una manifestación. Protestaban por las pensiones, aunque no iba ningún pensionista entre ellos. Desde una furgoneta gritaban consignas en francés que los manifestantes repetían. De repente, el de la furgoneta empezó a soltar consignas en español y puso una canción que hablaba de huelgas en español. Los manifestantes no repetían las consignas que, evidentemente, no entendían pero bailaban al son de la música. Aluciné.

Busqué una pastelería para comprar la cena y volví al hotel sobre las siete.

Volví a darme una larga ducha relajante como la de ayer.

Me acabo de meter entre pecho y espalda un bollo suizo relleno de salami con mantequilla que me ha quitado el sentido. No entiendo cómo los suizos no están gordos.

 

Mamá, que sí, que vuelvo mañana, que se me acabó el dinero.

 

Buenas noches desde Lausanne.








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