8 jun 2013

Una cateta en las Islas Griegas (Día 2)




07:00 hrs. Suenan las campanas de una iglesia cercana como si fuera el día de la liberación. Intento volver a dormir a pesar del frío siberiano que hace en la habitación. Al llegar ayer por la noche estaba el aire acondicionado puesto a 17ºC y no hubo manera de volver a calentar aquello.
Hacia las ocho me levanté, me arreglé y os escribí.
A las diez bajamos a desayunar. Pronto aparecieron Nuvara y Suzan Atasoy, nuestras amigas turcas. Estuvimos degustando la Nocilla local junto con otros productos propios del desayuno.
A las once y cuarto salimos a dar un paseo por El Pireo, donde no vimos a los niños por ningún lado.
El Pireo está que se cae a pedazos. Necesitan un Plan E como el nuestro por la vía de urgencia. Las calles están rotas, llenas de socavones. El tráfico es caótico y ruidoso. El aspecto es agitanado, con puestos ambulantes por la calle y mucha gente por todos lados.
Entramos en un café a tomar algo encontrándonos con un cenicero con una colilla. Fuman en los cafés. Nuvara preguntó si allí se podía fumar. La camarera la miró sorprendida y respondió: “Pues claro que se puede fumar.”
Recogimos el equipaje en el hotel y fuimos andando hasta el puerto por las calles ruinosas haciendo sufrir intensamente a las ruedas de nuestras maletas. Nos jugamos la vida en un semáforo que se puso en rojo cuando íbamos por la mediana, pillándonos allí en medio con todas las maletas. Un trolebús pasó afeitándonos la cara. A Nuvara y a Suzan les recordaba mucho a Estambul.
En el puerto nos encontramos con más miembros de WISTA Turquía, tres miembros de WISTA UK vestidas de exploradoras y unas cuantas griegas. Subimos a un artefacto flotante llamado Flying Dolphin, que levanta unas patas por la proa y corre que vuela. Ibamos embutidos en aquel aparato como si fuéramos refugiados, con las maletas colocadas por todas partes sin tener el  más minimo espacio para movernos de nuestros asiento. Las normas de seguridad marítima se las pasan por el forro. En caso de un golpe de mar, que no lo hubo porque hacía un tiempo estupendo, los pasajeros de las primeras filas centrales hubieran comido maleta seguro.
El pasaje estaba compuesto por un personal de lo más variado.
Justo detrás de Rosana y de mí se sentaron una inglesa que vive aquí y una armadora griega a la que le han hecho un desastroso trabajito en la cara. Parece que le han pegado un puñetazo en la boca. La señora tiene tanto dinero que ha decidido que está por encima del bien y del mal, ignorando a los pobres asalariados. Así que nosotras fuimos ignoradas completamente. Decidimos bautizarla “Sue Ellen” por la voz aguardentosa. Tenemos esperanza de verla tambaleándose por Hydra con una cogorza monumental.
Según me comentaron luego las cotillas locales, la ha castigado Dios con una nuera muy pobre muy pobre.
El trayecto desde El Pireo a Hydra fue de una hora y media, con parada en la isla de Poros para dejar a gran parte del pasaje. La distancia que separa Poros del Peloponeso es mínima. Los paisajes, espectaculares.
A las tres y media llegamos a Hydra, donde no hay coches. El único medio de transporte es el burro o las propias patas.
Nos estaban esperando en el muelle con cartelitos para los distintos hoteles. Embarcaron nuestras maletas en burros y fuimos caminando detrás de ellos hacia el hotel.
Las calles de Hydra son estrechas, empedradas, con casitas de una o dos plantas. Silencio absoluto.
¿Quién dijo que el burro es una especie en extinción? Mentira. Están todos aquí escondidos.
Los burros circulan ordenadamente por las calles transportando maletas, lavadoras y personas. Los conductores de los burros llevan con ellos una escoba para no dejar restos del burro por el camino.
Tras un recorrido de unos cinco minutos llegamos al hotel. Precioso hotel con unas vistas estupendas y, sobre todo, silencio.
La gestión del hotel es un poco de andar por casa. Dejan móviles en el mostrador y las llaves de las habitaciones por allí encima para que tú mismo la cojas. Incluso nos dieron la llave de la puerta principal para entrar por la noche porque ellos se acuestan y no dejan a nadie en recepción.
Rosana y yo, que no habíamos comido, salimos a buscar un restaurante. Encontramos uno donde nos sirvieron una estupenda ensalada griega y unos pinchos de pollo con pan de pita. Se unió a nosotras la corresponsal de un periódico marítimo, inglesa de nacimiento pero residente en Atenas desde hace muchos años.
Una vez el estómago lleno, fuimos a dar una vuelta por la zona, vuelta que duró poco porque esto es bastante pequeño.
En el puerto había atracados algunos yates. De uno de ellos salieron varios individuos hablando en ruso. La camarera que estaba en cubierta llevaba una falda demasiado corta.
Volvimos al hotel a ducharnos y vestirnos para asistir al cóctel de bienvenida de la reunión WISTA Med a las ocho junto al museo histórico de Hydra.
Fueron llegando miembros de Italia, Reino Unido, Chipre, Turquía, Grecia y un chino al que nadie conoce.
En la foto  con Despina y Nuvara.
Hizo una temperatura estupenda, así que estuvimos la mar de bien al borde del mar disfrutando de las vistas de la isla y de la puesta de sol.
El evento duró hasta las once aproximadamente. Nos llevaron a conocer el bar más chic de la isla, El Pirata.
Hacia las doce y media volvimos al hotel. Entramos con nuestra llave, y nos acostamos muertas, absolutamente muertas.
 
Buenas noches desde Hydra.
 











 



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