Desperté un poco antes de las siete, hora a
la que sonaron las campanas de la iglesia que tenemos a unos pasos. Me levanté,
me arreglé y estuve escribiendo el blog mientras Alicia, una abogada de
Valencia que comparte habitación conmigo, intentaba seguir durmiendo sin mucho
éxito, porque de vez en cuando asomaba la cabeza y miraba cómo escribía el
blog.
A las ocho y cuarto bajamos a desayunar. El
personal del servicio de restaurante no habla muy bien inglés. Al camarero le
pedí un zumo y me respondió dándome la clave para acceder a internet.
En este hotel no sirven el desayuno
estándar de todos los hoteles. Te sientas en la terraza bajo unos cañizos,
rodeada de macetas que nadie roba por las noches a pesar de estar la puerta del jardín abierta
de par en par, y empiezan a aparecer platos encima de la mesa como para
alimentar a un regimiento. Sandwich mixto, panacota, un misterioso vaso que
parecía contener cerveza pero que era en realidad una crema de naranja con algo
blanco por encima, pan, tomates con queso por encima, huevo duro, una mini
sopa, cereales. Pantagruélico.
A las nueve y cuarto, Laura, Rosana, Alicia
y yo fuimos andando hasta el museo histórico, donde iba a tener lugar la
jornada de charlas de WISTA Med.
Comenzamos a las nueve y media. El ponente
más curioso y simpático fue el capitán Tsakos, una leyenda en el sector local.
Este señor ha conseguido en cuarenta años pasar de capitán de barco a poseer
una flota de 70 buques. Tiene algo más de ochenta años. Vino a Hydra en su
propio yate (en la foto) y se paseó por la conferencia con un cortejo de
tripulantes y asistentes. Nos pidió que, si nos encontrábamos con su mujer por
Atenas, no le contáramos que había pasado el fin de semana con tantas mujeres.
También nos contó que su padre era marino y
que su madre lo esperó ocho años durante la Segunda Guerra Mundial. Salió de
casa a luchar en 1940 y no apareció de vuelta hasta 1948. No me salen las
cuentas porque la guerra terminó en el 45. ¿Dónde estuvo el buen señor el resto
del tiempo?
Hydra se encuentra a unas 37 millas del
Pireo y tiene unos 52 km2. Pertenece al Archipiélago Argosarónico, separada del
Peloponeso por el estrecho del golfo de Hydra.
La primera academia de náutica se fundó
aquí en 1749. Para los marinos griegos es un lugar emblemático. Desde aquí se
apoyó la guerra de la independencia con barcos y fondos.
En Hydra han vivido ilustres personajes
como Henry Miller, Leonard Cohen y otras celebridades locales como Nicos
Hantzikyriakos-Ghikas, que no tengo la menor idea de quién era pero que no pudo
pasar desapercibido por la vida con semejante nombre. También es refugio de
grandes fortunas que quieren pasar desapercibidas.
En el hotel donde están las chipriotas se
hospedó hace poco una señora que necesitaba trabajar en silencio. Vino con su
ordenador y su móvil y pasó un mes sin ver a nadie. Así de tranquila es la
isla. Tan tranquila y segura que lo dejamos todo por en medio sin preocuparnos
de que nos vayan a robar. La verdad es que los chorizos no tendrían a dónde ir
y escapar en burro no lo veo como opción práctica.
Por cierto, os mando una foto mía frente a
frente con el enemigo.
A media mañana hicimos una pausa para tomar
café y pastas. Subimos a la terraza del museo. Desde allí vimos llegar varios
barcos de pasajeros. Entre ellos, uno que hace un crucero de un día desde El
Pireo. Iba cargado de gente bulliciosa bailando un sirtaki.
Continuamos con las charlas hasta la una y
media. Fuimos hasta un restaurante muy cerca de nuestro hotel, con mesas en el
exterior bajo la sombra creada con ramas de diferentes plantas. Me senté con
las dos miembros de WISTA Chipre, Despina y Martina, que en realidad es
alemana, con Vivi, de Grecia, y con las cuatro italianas. Despina y Martina nos
estuvieron contando lo duros que fueron los primeros días después de estallar
la crisis en su país, los malos momentos pensando que habían perdido sus ahorros
y los fondos de sus empresas.
Nos sirvieron ensalada griega, musaka,
calamares, pulpo, humus, unas bolas de carne muy ricas y un postre hecho de
frutos secos que fue una verdadera bomba. Los tomates parecen de mentira, del
aspecto tan estupendo que tienen. Es como si les echaran laca para salir bien
en las fotos. Son de un rojo intenso y muy sabrosos.
Hydra está llena de gatos, muchos más que
burros. Los hay por todas partes, seguros de que nadie los va a molestar,
tirados por en medio de las calles, debajo de tu silla en los restaurantes o
mirándote desde el alféizar de cualquier ventana. Algunos tienen un aspecto
lamentable, despeluchados pero ninguno famélico. Todo el mundo les da
de comer.
En varias mesas junto a nosotras se sentó
la asociación de viudas de El Pireo, un grupo de señoras con bigote vestidas de
negro que ya habíamos visto anteriormente en el museo.
Le saqué una foto a Sue Ellen, pero no me
atrevo a colgarla no vaya a ser que llegue a sus manos y me denuncie. Según me
contó Anna-María por la noche, a pesar de sus rarezas, es una señora con un
gran corazón, que invierte parte de su fortuna en ayudar a los necesitados. He
de decir que no ha hecho honor a su apodo hasta ahora. En ningún momento la
hemos visto bebida.
Después de comer nos dividimos en grupos.
Algunas cogieron un barquito para ir a bañarse a una cala, otras fueron a
visitar un museo de arte moderno, y yo me fui con Eleftheria y las dos de
Chipre a dar un paseo y a sentarnos en un bar frente al estrecho de Hydra,
mirando al Peloponeso.
Cuando íbamos charlando por una de las
estrechas calles, se abrió una ventana de un hotel y apareció nuestra
presidente Karin Orsel, que acababa de llegar junto a su relaciones públicas, Thea,
que también acabó asomada a la ventana de su habitación. Momento ordinario
donde los haya, charlando y riéndonos desde las ventanas y la calle. Quedamos
en vernos un rato más tarde en el bar al que íbamos y seguimos caminando.
Eleftheria, que procede de esta isla, dice
que lleva toda su vida recorriéndola y aún así nunca sabe exactamente por dónde
anda. Es un laberinto de calles con fachadas blanqueadas y suelo de piedra.
Por cierto, hemos averiguado quién es el
chino. Parece ser que es un abogado maritimista que se encontraba en Atenas por
negocios. Oyó hablar de la conferencia y preguntó si podía asistir.
A las seis y media volvimos a nuestros
hoteles. En el jardín del mío me encontré con el resto de las españolas, que
habían ido a bañarse pero no se bañaron porque el agua estaba bastante fría.
Nos arreglamos para asistir a la cena.
Salimos del hotel a las siete y media para coger el barquito que nos llevaría
al restaurante Castello. Por el camino nos encontramos a un cura ortodoxo. Cuando estuve la otra vez en Atenas tuve la oportunidad de oler a un grupo
de curas de cerca. Metidos en ese vestuario acaban todos oliendo a cerrado.
El barquito hizo un trayecto de cinco
minutos hasta un pequeño puerto de pescadores hacia el oeste del puerto
principal. Desde allí caminamos unos minutos hasta el restaurante, teniendo que
dejar paso a varios burros que transportaban paja.
Sirvieron champán y mojitos. Para mí agua
de botella. No me gusta la Coca Cola griega.
Disfrutamos de una estupenda puesta de sol
a una temperatura perfecta para mí. Unas cuantas griegas que llegaron
para la cena desde Atenas nos contaron que allí estaba lloviendo. Entre las
recién llegadas, mi buena amiga Anna-María, que no pudo venir antes porque
tenía un bautizo esta mañana.
Nos sentamos a cenar tardísimo. Nuvara
estaba escandalizada porque a las once de la noche todavía íbamos por el tercer
plato, cuando ella en casa no come nada más allá de las ocho.
Hacia la una nos levantamos de la mesa. En otra parte del restaurante empezaba el baile. Unas cuantas
decidimos volver caminando hasta el hotel. Tardamos unos veinte minutos. Fue un
paseo muy agradable, casi a oscuras pero sin peligro de despeñarnos por el pequeño
acantilado a nuestra izquierda.
A las dos menos cuarto estábamos metidas en
la cama. Alicia tardó medio segundo en comenzar a respirar como respira la
gente que duerme pacíficamente. Yo tardé segundo y medio.
Buenas noches desde Hydra.
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