05:52 hrs. Desperté por culpa del sol, el
gallo, las tórtolas y un burro que circulaba por la calle del hotel.
A las siete y cuarto Alicia se marchó para
aprovechar la invitación de Haris de volver a Glyfada en su yate. De todos
modos, habría tenido que salir en el Flying Dolphin de las siete y cinco.
Alicia volaba vía Roma hasta Valencia.
A las siete y media me levanté. Me di una
ducha y bajé a sentarme en la terraza con el chino, que todas las mañanas está
con su ordenador trabajando. Cada uno en su mesa y a lo suyo.
Después de escribiros subí un momento a la
habitación. Dejé el ordenador solo en el jardín del hotel. Así de seguro es el
lugar.
Al volver, me sirvieron el desayuno: puré
de verduras en un vaso, cereales con leche, pastel de chocolate y bizcocho,
melón, fresas, yogur griego casero con mermelada de fresa, un croissant gigante
como un zapato del número 41 y un huevo duro para el que no encontré ni la
energía ni el hueco suficientes.
El perro del hotel descansaba
plácidamente en uno de los sofás de la entrada con un cuenco de agua mineral a
sus pies. Ayer, cuando volvimos de la playa, se dedicó a lamerme las piernas
mientras charlábamos en la entrada. Es el único miembro del personal del hotel
que está siempre de guardia en recepción.
A las diez y media dejé el hotel y bajé
paseando hasta el puerto como una señora, dejando el equipaje para que lo
recogiera un burro encargado por la organización.
En una terraza frente al embarcadero nos
fuimos encontrando las últimas que quedábamos en la isla. Aparecieron dos de
las exploradoras inglesas, de las cuales no habíamos sabido nada desde el
sábado por la noche.
Llegaron los burros con nuestras maletas
sin novedad.
Mi asiento en el Flying Dolphin estaba en
la popa. Como me tocó sentarme sola, decidí ponerme el antifaz y mirar un rato
para dentro. Fue tarea difícil porque estaba sentada justo encima de la máquina
del barco y el ruido era ensordecedor.
Antes de partir tuve ocasión de visitar
varias tiendas de souvenirs, para continuar con mi estudio sobre el tema.
Aparte de los típicos ojos de la suerte, botellas de aceite de oliva y
kombolois, burros de todas las formas y texturas. También unas
curiosas bolsas de plástico con la imagen de la Torre de Pisa, el Arco del
Triunfo y PARIS escrito en letras grandes. Made in China seguro.
El Flying Dolphin tardó dos horas en hacer
el recorrido hasta El Pireo. Anna-María nos esperaba allí a Nuvara y a mí para
ir a comer juntas. Recogimos por el camino a Katerina y a Evgenia, a la que no
veía desde hace dos años.
Tuvimos la oportunidad de disfrutar del
caos circulatorio de El Pireo. Nos encontramos de frente con una moto parada en
medio de la calle sin conductor encima. Por otro lado, estoy convencida de que
aquí hacen los coches de goma, porque no es posible hacer pasar una masa
metálica por entre los coches parados en doble fila sin tener que encogerse.
Anna-María conduce igual que un taxista, a
veces sin manos. En cierto momento, soltó el volante para hablar con su padre
en la oficina por teléfono, haciendo gala de una habilidad extraordinaria.
Comimos en una terraza mirando al mar, con el puerto comercial a nuestra derecha, viendo entrar y salir los barcos
sin parar. Nos sirvieron ensalada griega, boquerones, langostinos en una salsa
naranja con queso y otras cosas cuyos nombres en griego no fui capaz de
retener.
A las cuatro y media dejamos a Katerina y a
Evgenia cerca de sus respectivos trabajos y nos fuimos al aeropuerto. Allí se
nos unió Eleftheria para despedirnos.
Nuvara tuvo que dejarnos a las seis y media
para coger su vuelo. Yo seguí sentada con Anna-María y Eleftheria hasta las
ocho menos cuarto, dejándolas un momento para facturar la maleta. Cuando estaba
en la cola, oí decir: “Conshuelaaa”. Eran las dos exploradoras inglesas que
volaban conmigo.
Volví al encuentro de Anna-María y
Eleftheria, que me esperaban en una cafetería. Nos despedimos con un hasta
mañana, como siempre hacemos con Eleftheria para que no llore, y entré en la
zona de pasajeros. Allí ni pité ni me hicieron masaje ni nada de nada. No me
dio tiempo de ver las tiendas del Duty Free. Pasé directamente a la zona de
embarque donde me encontré….. CON EL CHINO. Llevaba puesto el mismo bañador de
ayer con zapatos y calcetines negros. Al menos no iba en chanclas. Estaba
coloradísimo después del día de playa de ayer.
Embarcamos y el vuelo salió sin retraso. Al
embarcar le perdí la pista al chino y no volví a verlo más.
He tenido que volver vía Londres porque no
había otra manera de hacerlo hoy mismo. Desde que Iberia quitó los vuelos a
Atenas se ha vuelto muy complicado.
En el avión hacía un frío terrible. Creo
que lo hacen a propósito para ir adaptando a los ingleses cuando vuelven a casa
de las vacaciones en el sur de Europa. Iban todos en chanclas y manga corta
pero sobrevivieron.
Aterrizamos a las 22:15 hora local, 23:15
en España y 00:15 en Grecia.
Buenas noches desde Londres.
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