11:45 hrs. Mi anciano padre y su señora (mi
madre) me recogieron en casa, a pesar de haber quedado a las 12:00 hrs. No
salimos ni raudos ni veloces hacia el aeropuerto, sino a una media de 92 km/hora.
A las pruebas me remito.
Facturé la maleta hasta Barcelona. No me
dejaron hacerlo hasta Atenas. Misterios de Iberia Líneas Aéreas de España. El
primer tramo del viaje lo hice con Iberia pero en un vuelo de Vueling y el
segundo tramo con Vueling directamente.
Mientras hacíamos tiempo, mi madre entabló
amistad con un perro diminuto que viajaba a Menorca con su dueña y mi padre con
un jubilado italiano que viajaba solo con permiso de su mujer.
Dejamos a mi padre con el italiano y al
perro con su dueña y fuimos mi madre y yo a la cafetería para que yo pudiera
meterme algo entre pecho y espalda. Bocadillo de jamón serrano y queso regado
con agua mineral sin gas.
Volvimos a recuperar a mi padre de las
garras del italiano, que no paraba de darle carrete. Me despedí de ellos y
entré en la zona de pasajeros, no sin antes sufrir un pequeño incidente con el
guardia de seguridad que controlaba la pantalla de rayos x. Insistía en que en
mi mochila había una botella de gran tamaño con líquido dentro. Mi cara de sorpresa
fue mayúscula porque, aparte de un frasco de desodorante y un bote de colonia
del tamaño permitido, no llevaba conmigo ningún otro líquido. Propuse vaciar la
mochila para encontrar la misteriosa botella. Así hice. Cuando saqué una
manzana del fondo de la mochila, el guardia dijo: “¡Ah, es la manzana! Es que
recuerda mucho al culo de una botella. Aún sigo pensando en el asunto.
Paseé por las tiendas del duty free
observando con detenimiento los souvenirs. Emoción al encontrar una muñeca
gitana como las de antes. Pensé que ya no se fabricaban, puesto que ya
no se pueden colocar encima de los televisores sobre un paño de ganchillo junto
a un toro con banderillas.
Volví a encontrarme con el mini perro y su
dueña montando una escena (la dueña, no el perro). El perro tenía una pata
encogida y la dueña lloraba desconsoladamente del susto. Varias pasajeras
intentaban calmarla. Supongo que el perro sufría un calambre o similar porque
no tardó mucho en recuperarse.
Embarcamos a la hora prevista. Cuando ya
estábamos todos sentados, apareció la señora del perro con el perro debajo del
brazo metido en una bolsa especial para transportar perros de bolsillo. Su
asiento estaba situado justo delante del mío, junto a la ventanilla. Intentó
cambiarlo con el pasajero del pasillo pero la azafata no se lo permitió porque
hay que viajar en ventanilla si llevas un animal contigo. La señora decía que
tenía fobia.
A mitad de vuelo sacó un bocadillo envuelto
en papel de aluminio. El efluvio a chorizo invadió toda la cabina.
El perro no dijo ni mú en todo el camino.
Tiene que ser un perro muy bueno porque yo, si fuera perro, aullaría de terror
si me metieran debajo de un asiento dentro de una bolsa y sintiera despegar el
avión.
Junto a la señora se sentaba un señor
exactamente igual a Durán Lleida pero tuerto.
Llegamos a Barcelona a las 17:15 hrs. Flipé
con el aeropuerto. No hacía escala en El Prat desde 2007, cuando fui a la
conferencia de WISTA en Copenhagen. Es espectacular, enorme, moderno y lleno de
tiendas y restaurantes.
Recuperé mi maleta observando que el
candado estaba abierto. Eché un vistazo por encima sin notar nada extraño en el
interior.
Volví a facturar y pasé el control de
pasajeros. Llevando encima las mismas cosas que en Sevilla, esta vez pité y
tuve que pasar por el habitual masaje corporal.
Di un paseo por las tiendas y me senté en
una cafetería a tomar una Coca Cola, probablemente la última en los próximos
días porque la Coca Cola griega sabe diferente y no me gusta.
Hacia las ocho apareció Rosana y, un rato
más tarde, Laura. Embarcamos sin novedad, despegando a las 21:15 hrs. Nos
tuvimos que sentar separadas. A mí me tocó en la fila un griego gordo en
chancletas, con un asiento vacío entre los dos, gracias a Dios. En cierto
momento se quitó las chancletas y fue horrible, indescriptible. No quiero
hablar más del tema. Horrible.
A mitad de vuelo pidieron un médico.
Aparecieron tres. Una señora que se sentaba justo al lado de Laura se encontró
mal. No me extraña. Llevaba un vestido de fiesta de lentejuelas negro que le
apretaba las gordas carnes impidiéndole respirar con normalidad. Eso y la
presión del avión tuvieron que ser letales. Finalmente, no murió.
Aterrizamos a las 00:50 hrs en el
aeropuerto Eleftherios Venizelos. Recogimos nuestras maletas y salimos a buscar
al taxista que habíamos contratado para llevarnos a El Pireo, a unos 50 kms del
aeropuerto. Era un tío muy simpático que no paró de hablar en todo el camino.
Llegamos al hotel y nos encontramos con un
recepcionista super desagradable que poco a poco fue suavizando el tono según
íbamos arreglando el problema de la reserva de Rosana, que estaba hecha para el
seis de mayo en lugar del seis de junio. Finalmente le dieron una suite, lo
único que había libre en ese momento.
Os dejo un video explicativo de a dónde
vamos y para qué.
Me di una ducha y a las tres me metí en el
sobre.
Buenas noches desde El Pireo.
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