10 jun 2013

Una cateta en las islas griegas (Día 4)


Seis de la mañana. Amanece brutalmente en el mundo sin persianas. Canta un gallo, ladra un perro, cantan las tórtolas. A las siete, desesperada de la vida, me levanto, me arreglo y bajo a sentarme en el jardín a escribiros. El chino ya estaba allí trabajando en su ordenador.
A las nueve y media desayunamos arroz con leche, tostada con tomate, queso y hierbas, hojaldre con crema pastelera, tortilla campera con patatas alrededor, melón y fresas.
A las diez y media fuimos Laura y yo al hotel Hydroussa para asistir a la reunión sobre la nueva página web de WISTA. La sala donde tuvo lugar parecía la salita de casa de una abuela.
A Laura le ha sucedido una cosa graciosísima. Cuando estuvimos aquí hace dos años y medio, ella y su hermana hicieron una excursión a la isla de Hydra, que les encantó. Al llegar aquí el jueves, descubrió que en realidad no habían estado en Hydra, sino en Poros. Al bajar del barco se dio cuenta de que era la primera vez que estaba aquí. Se habían bajado del barco en la isla anterior.
A las doce y media terminamos la reunión. Salí corriendo a mi hotel para dejar el ordenador y cambiarme. A la una menos cuarto habíamos quedado para tomar un barquito con destino al mismo lugar donde cenamos ayer, Castello.
El puerto estaba repleto de domingueros y turistas
Esta mañana se marchó bastante gente. Quedamos unas quince por aquí todavía.
El chino vino con nosotras. Lo pasó bomba. Se compró unas gafas de bucear y un tubo. Se pasó todo el día metido en el agua.
Sue Ellen nos ofreció una estampa inolvidable. Se presentó en bikini rosa, gorro de baño años 70 rosa y gafas de bucear rosa. Cuando intentó salir del agua no era capaz, así que tuvo que ponerse de rodillas y salir a cuatro patas. Nosotras, que estábamos en la terraza con vistas desde primera fila, lo pasamos de muerte viéndola.
Otra que nos ofreció bastante entretenimiento fue la propietaria del local, novia de un armador griego muy conocido cuyo nombre no voy a dar. Al principio dudé si era la hija, pero luego me sacaron de mi inocencia.
De vez en cuando se levantaba de la mesa donde estaba con su pareja y otras miembros de WISTA porque la conversación no iba con ella en absoluto. Se acercaba a la barra y se colocaba junto a un maromo espectacular. Bailaba al lado del maromo sin dirigirle la palabra en ningún momento pero cruzándose unas sospechosas miradas. El maromo pasó todo el día sin moverse de su esquina de la barra. Ella venía de vez en cuando. Os dejo imagen de sus cómodos zapatos. Las chanclas de al lado son las del maromo.
Hizo un día estupendo. Yo no me acerqué al agua por miedo a los cocodrilos. Las demás sí se bañaron.
Comimos souvlaki, pizza y sushi. No pude evitar beber una Coca Cola griega. Bueno, fueron dos.
A las seis y media volvimos en barquito al puerto principal. Tuvimos el tiempo justo de ir al hotel y ducharnos porque quedamos a las ocho menos cuarto para ver la puesta de sol y luego cenar.
Entre las griegas estaba Haris, que fue presidente de WISTA Internacional hace unos años. Me invitó a volver mañana en su yate pero tuve que declinar la amable y atractiva invitación porque su intención es salir sobre las ocho de la mañana y yo necesito dormir. Debe de ser una fitipaldi de los mares porque tarda en llegar a Glyfada, al este de Atenas, alrededor de una hora. Teniendo en cuenta que nosotras tardamos hora y media en el Flying Dolphin, es más que probable que llegara despeinada a destino. El barquito tiene tres camarotes con sus tres cuartos de baño completos, salón y cocina. Un juguete, como ella misma dice.
De la puesta de sol se nos rajaron tres, nuestra presidente, Thea y Nuvara, que no están acostumbradas a cenar tarde. Tuvieron que abandonarnos para comer algo. Las nueve que quedábamos y el marido de una de ellas, fuimos a un restaurante que Haris nos recomendó. Cenamos comida casera griega deliciosa en una terraza bajo un tejado de hojas de parra.
Durante la animada cena, la presidente de WISTA Hellas nos estuvo contando el origen de su nombre. Era la esposa de un tal Chronos, que se comía a sus hijos para que no le hicieran sombra. Un día se comió una piedra pensando que era uno de sus hijos recién nacidos. Una historia muy rara porque la piedra es ahora una isla cerca de Creta.
Hacia las doce nos despedimos. Alicia y yo fuimos con Nuvara y Yukse a su hotel un rato. A la una me acosté. Dejé a Alicia preparando su maleta, con gran dificultad por culpa de ese misterio que sucede en todos los viajes.
Buenas noches desde Hydra.





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