2 oct 2013

Una cateta en Canadá (Día 11)

05:50. Al borde del suicidio intenté dormir un rato más sin lograrlo. Me levanté a las siete menos cinco para dedicarme a planchar la ropa que llevaba diez días paseando por el mundo completamente aplastada y maltratada.
Menos mal que en este continente todas las habitaciones de hotel vienen con tabla y plancha como si estuvieras en tu propia casa.
Me di una ducha y bajé a desayunar a las ocho y media. Compartí mesa con Mercedes y otras nueve miembros de WISTA Holanda, Grecia y Singapur.
A las nueve y media nos estaba esperando Andrea, presidenta de WISTA Canadá para acompañarnos a las miembros del comité ejecutivo de WISTA a su oficina, a unos cinco minutos del hotel.
En una sala de reuniones situada en el piso 46 de un rascacielos de cristal pasamos toda la mañana y parte de la tarde. A las doce nos sirvieron un bufet ligero para no perder tiempo. Nunca había comido bocadillos de colores. Siempre hay una primera vez para todo, excepto para la tirolina.
Andrea vino a comer con nosotras y nos contó que hoy es el día de las peticiones extrañas por parte de las delegadas que vienen a la reunión de WISTA que comienza mañana. Hubo una llamada de una de sus miembros pidiendo que hubiera una sala de lactancia porque piensa presentarse con su bebé recién nacido.
A las cuatro dimos por finalizada la reunión y volvimos al hotel.
Ayer se me olvidó comentaros que casi todas las poblaciones que íbamos dejando a los lados de la autopista según veníamos hacia Montreal tenían nombre de santos. San Liborio y San Agapito fueron mis preferidas.
Cuando por fin pudimos dejar el tanque en Hertz, Jeanne soltó un muy americano “Holly Molly!”, después de la odisea que pasamos.
Intenté dormir un rato con pijama y todo pero me fue imposible por culpa del bombardeo de Whatsupp y del camión de bomberos que intentaba pasar entre los coches atascados delante del hotel. Me limité a cerrar los ojos detrás del antifaz y descansar un rato. Aunque estoy en un piso once, se oye todo el tráfico de la calle.

A las seis y diez bajé al hall a reunirme con Karin, nuestra presidenta, y Allison Swaim, una chica americana que va a presentarnos mañana un documental. Allison es americana. A través de WISTA consiguió dar la vuelta al mundo en barcos de carga durante un año grabando la experiencia. Nos mostró el documental en su ordenador para que le diéramos el visto bueno final. Nos encantó.


Se nos fueron uniendo representantes de los distintos países para ir a la cena de presidentes. Allison es la de la camiseta morada en la foto.
Fuimos caminando hasta un restaurante al costado del la basílica de Notre-Dame-de-Montréal.
Cenamos en el jardín del restaurante, al aire libre. Hacía una temperatura extraordinaria.
La presidenta de WISTA Francia llegó directamente al restaurante ya que venía desde Boston conduciendo. Cuando la saludé le dije: “Béatrice, estoy traumatizada. No entiendo el francés que hablan los canadienses”. A lo que ella contestó: “Yo tampoco. Todavía estoy intentando averiguar qué me dijo el policía de la frontera al entrar en Canadá.” Con lo cual me quedé un poco más tranquila.
A las diez volvimos andando hasta el hotel. En el enorme bar del hall nos empezamos a reunir miembros de WISTA acabando la cosa en unas veinticinco.
Sam, una americana que vive en Florida en una de esas casas donde tienen el barco atracado en el mismo jardín, me estuvo enseñando fotos de las iguanas que viven entre sus plantas.
A las doce menos cuarto anuncié que me iba a dormir porque mañana es el peor día de la conferencia para mí y tengo que estar mínimamente consciente.
Buenas noches desde Montreal.

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