07:30 hrs. Vale, eran las siete y media,
pero es que me acosté a las dos.
La mañana empezó mal.
Con los ojos pegados y sin gafas fui a
desconectar la cámara de fotos que había dejado cargando durante la noche.
Parte del enchufe adaptador se quedó en la pared, dejando las tripas
al aire. Con los ojos pegados y sin gafas fui a buscar alguna herramienta en mi
neceser. Encontré mi navaja de viaje y un corta cutículas. Con ambas cosas
intenté sacar el trozo de enchufe de la pared. Me pegó un corrientazo que me
tiró de espaldas, pero lo conseguí.
Observé que mis nudillos estaban manchados
de tinta azul. Parece que dormí con los nudillos pegados al cuello y parte del
tatuaje se había transferido de cuello a nudillos. Tuve que frotar bien con el
estropajo/esponja para borrar los restos tanto en el cuello como en la mano.
Cuando salí de la ducha se me cayó el
cepillo de dientes al váter. Lo miré durante unos instantes decidiendo si
recuperarlo o no: “Va a ser que no. Yo ahí no meto la mano.” Menos mal que
llevo uno de repuesto que me dieron en el hotel de Toronto.
La sesión de la mañana empezaba a las ocho
y media. A la hora que era no me daba tiempo de ir a desayunar al comedor, así
que me comí una galleta gigante de avena que tenía en la habitación y bajé
aprisa y corriendo para que no me pusieran falta. Esto de celebrar la cena de
gala el jueves es un error como una catedral. Esta mañana faltaba la mitad de
la gente y las que estábamos no estábamos.
Una de las ponentes de ayer trabaja para la
empresa que está reflotando el Costa Concordia. Nos contó con pelos y señales
todo el proceso, tanto el porqué se está haciendo así y el cómo.
Hoy la jornada de la mañana trató sobre las
dificultades del transporte marítimo en la zona del ártico. Alucinante. Los
barcos llegan a sitios donde no hay ningún tipo de infraestructura. Tienen que
llevar a bordo todo el equipo necesario para trasladar las mercancías desde el
barco a tierra, tanto si son sólidas como si son líquidos. A esto hay que
añadir lo que dijo una de las conferenciantes: “Hay un montón de hielo y nunca
sabes dónde está.”
A las once menos cuarto tuvimos un
descanso. El camarero que nos atendió se llamaba Nelson y era venezolano. Fue
como hablar con el hermano mayor de Boris Izaguirre. Era una reinona a la que
le encantó ir a Ibiza este verano de vacaciones.
Después del descanso habló Katarina
Stanzel, directora de INTERTANKO. Se entregó el premio a la Personalidad del
Año WISTA y terminamos con Despina recogiendo el testigo para organizar la
conferencia del año que viene en Chipre.
Hacia las doce y cuarto se clausuró la
conferencia. Hora de despedidas hasta la próxima.
A la una salimos del hotel hacia las
distintas excursiones. Yo elegí “Los colores del otoño”. Nos dieron una bolsa a
cada una conteniendo la comida. En mi grupo íbamos las cuatro españolas, la
directora de INTERTANKO y Belén la argentina.
Nos llevaron a la zona de las montañas Laurentians.
Paramos en un hotel junto a la estación de esquí de Mont Gabriel para sacarnos
fotos . No, aún no hay nieve, pero la habrá pronto. Hacía fresquete y
estaba un poco nublado. Yo llevé el paraguas para que no lloviera.
El aire que se respiraba era fresco
fresquísimo. Por todas partes había arces de distintos colores.
La segunda parada no estaba programada.
Pasamos por un outlet en casas de madera. Nos preguntó la guía si nos apetecía
parar media hora para echar un vistazo. Unánimemente se decidió que era
absolutamente necesario parar allí. Triunfé. Si me dejan allí tres horas quemo
la Visa.
La tercera y última parada fue en el pueblo
de Saint Saveur, compuesto por casitas de madera donde había muchas tiendas de artesanía,
una de caramelos con aspecto de antigua y una iglesia con el altar más kitsch
que he visto últimamente. Pintado de azul, contaba con una galería por detrás
con unos abetos de plástico.
Después de dar un paseo por allí subimos al
autobús y pusimos rumbo de vuelta a Montreal.
Tardamos menos de lo esperado por la falta de
tráfico.
Adelantamos a unos cazadores que traían una
cabeza del alce en el remolque. No hace falta explicar que fue la sensación de
la tarde.
Jeanne me contó el pasado fin de semana que
todos los años mueren bastantes personas por esta zona al atropellar a estos
animales. El bicho es tan grande que acaba metido dentro del coche, con cuernos
y todo.
A las seis aterrizamos en el hotel. Subimos
a la habitación de Marisol a ver las vistas desde su ventana y charlar un rato.
Luego nos dispersamos y quedamos a las siete y cuarto para ir a cenar.
Se nos unieron miembros de India, Grecia,
Italia y, por supuesto, nuestra argentina favorita.
Al salir del hotel, Sanjam la india se puso
unos guantes de lana. Nos entró la risa. Ella se defendió diciendo: “Soy de
Bombay”.
Encontramos un restaurante italiano cerca
del hotel donde me hospedé la primera vez que estuve en Montreal.
Belén y una de las griegas se fueron a
disfrutar de la noche por la zona de bares. El resto volvimos paseando al
hotel. Por el camino encontramos a un músico callejero metido en un bote de madera
con una caña de pescar. El muy desgraciado había pescado a Nemo y tenía al
pobre pez con la boca abierta pidiendo limosna.
En el hall nos despedimos hasta mañana sin
fuerzas para nada más.
Buenas noches desde Montreal.
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