11 abr 2014

Una cateta en Dubai (Día 6)

05:00 hrs. Parte médico: diarrea.
07:00 hrs. Parte médico: diarrea.
08:00 hrs. Parte médico: estoy fundida.
A las diez y media bajé a desayunar con Karin, Jeanne y Rachel, que somos las únicas que quedábamos hoy en este hotel. Comí para recuperar fuerzas. Me empecé a encontrar mucho mejor después de comer un plátano.
En dos mesas contiguas desayunaba una familia musulmana compuesta por tres chicas adolescentes envueltas en negro, dos varones pequeños, padre y madre. Se veía claramente que el padre los tenía a todos acojonados. No les hablaba, les reñía continuamente. Las chicas estaban sentadas en una mesa solas, hablando lo mínimo imprescindible y mirando al padre de reojo continuamente.
A las once fuimos en taxi al centro comercial Dubai Mall. El metro no funciona los viernes por la mañana y andar hasta allí, como ya os conté, no es posible.
Estuvimos visitando el acuario que hay dentro. Jeanne y Karin son dos grandes buceadoras, así que la visita estuvo acompañada de muchas anécdotas submarinas. Se quedaron con las ganas de sumergirse en los tanques de agua con los peces, opción que nos ofrecieron al vendernos las entradas. Como yo no estaba para inmersiones, lo dejamos para mejor ocasión.
Jeanne no quería marcharse de Dubai sin meter los pies en el Golfo Pérsico. A esta orilla lo llaman el Golfo Arabe, y no se debe mencionar el otro nombre.
Jeanne vive en Washington, donde hasta hace dos fines de semana no ha parado de nevar en todo el invierno. Nada más llegar aquí se hizo la pedicura en el hotel y ha estado con los pies al aire todo el tiempo.
Fuimos en taxi hasta una playa pública para que metiera los pies. Hacía un calor de impresión. Allí compré en un kiosco una bebida isotónica que me devolvió a la vida. Había señoras envueltas en negro metidas en el agua hasta los tobillos, tobillos que no veíamos pero que supongo que estarían por dentro del envoltorio negro.
En Dubai hay playas públicas y privadas. En algunas hay que pagar por entrar.
Volvimos al hotel a las dos. Comimos en el Delicatessen que hay dentro. Yo pedí que me hicieran un sándwich de pollo a la plancha sin nada más. Me sentó bastante bien.
A las tres y cuarto se nos unieron Olga de WISTA Rusia y Rachel, que había pasado la mañana con los compañeros de la sucursal de su empresa aquí en Dubai. Rachel es inglesa.
Nos recogió en el hotel un todo terreno para llevarnos al desierto a hacer un mini safari consistente en dar botes por las dunas y cenar a continuación en un campamento.
El conductor no hablaba casi nada de inglés. Aquí casi todo el mundo se maneja bastante bien y los carteles están escritos tanto en árabe como en inglés. Le preguntamos el precio del litro de gasolina. Tardó en enterarse pero al final le sacamos la respuesta: el equivalente a 59 céntimos de euro. En las gasolineras no anuncian los precios como hacen en el resto del mundo civilizado. De ahí lo baratos que son los taxis.
A mitad de camino hizo una parada técnica en un supermercado al borde de la carretera  donde le hubiéramos hecho parar de todas formas. ¿Cómo puede darse la casualidad de que cinco miembros de WISTA de cinco países diferentes se encuentren en una carretera en medio del desierto en Los Emiratos Arabes un supermercado que se llame Al WISTA? La foto ya se encuentra en la página de Facebook de la asociación y ha sido un absoluto éxito desde el minuto uno.
Alrededor del supermercado había aparcados docenas de todo terrenos con nuestro mismo destino. Nuestro conductor desapareció entre la gente y nos dejó en la puerta esperando por él. En ese momento compartí mi teoría con las demás. La carretera por la que circulábamos conducía a Omán. Observé que varios hombres oscuros nos estaban sacando fotos con sus móviles y a continuación tecleaban. ¿Estaríamos siendo objeto de una subasta electrónica para acabar en un harén al otro lado de la frontera?
Apareció nuestro conductor. Nos mandó subir de nuevo al todo terreno y nos llevó al desierto. Justo después de meternos en la arena paró para vaciar un poco los neumáticos de las cuatro ruedas. Nos subió y bajó por las dunas a toda velocidad, dando botes arriba y abajo. Se nos unieron otros vehículos similares. Fue alucinante.
Nos cruzamos con varios camellos salvajes. Olga dice que le han contado que si te llevas un camello por delante con el coche, la multa es veinte veces mayor que si atropellas a una mujer.
El conductor no paraba de recibir llamadas en su móvil. Respondía y seguía conduciendo entre las dunas con una sola mano. “P’habernos matao”. En ningún momento se puso el cinturón de seguridad. El contenido de las llamadas era un misterio porque ninguna de nosotras habla o entiende árabe, así que hacíamos elucubraciones sobre si estaría negociando el número de camellos
Hicimos una parada en lo alto de una duna para sacarnos unas fotos. Desde allí volvimos de nuevo a la autopista, que atravesamos de lado a lado para ir al arcén contrario cruzando por la mediana. Fue entonces cuando dije en voz alta: yo esto lo cuento y no me lo van a creer.
El índice de accidentes de tráfico en esta parte del mundo es el más alto. No sé las veces que hemos estado estos días a punto de darnos un topetazo contra otros coches o los frenazos de golpe que hemos padecido.
Nuestro conductor paró, se bajó, abrió la tapa del motor y se puso a mirar dentro durante un rato. Apareció de la nada otro todo terreno más grande que el nuestro. A bordo iban cinco hombres solos. Los hicieron bajar e intercambiar el coche con nosotras. Subidas al nuevo vehículo con nuevo conductor, no sabemos con qué motivo, seguimos dando botes por las dunas. Este segundo conductor era bastante más osado que el primero. Nos hizo reír hasta las lágrimas con los saltos que dimos.
Salió de las dunas circulando por el borde de la autopista todo el camino sin pisar el asfalto, igual que hacían otros muchos coches iguales al nuestro. Era curioso ver la autopista vacía y todos por fuera. Supusimos que podía ser porque llevaba activado el 4x4 y también por haber vaciado las ruedas.
Por fin llegamos al campamento donde nos sentaron a una mesa sobre unos cojines. Nos levantamos a explorar los alrededores.
Nos hicimos tatuajes con henna, estuvimos en una tienda de souvenirs regateando duramente con el dueño y tuve la oportunidad de conocer a otro halcón.
Las tiendas de souvenirs venden principalmente pashminas, objetos de todo tipo con la forma del edificio Burj Khalifa y figuritas de musulmanes. ¿Comprarían los musulmanes una figurita de un señor rubio vestido de traje y corbata? No los he visto nunca en las tiendas de souvenirs occidentales.
El tema camello quedó cancelado debido a la cola de gente que había para subirse a ellos. Menos mal que ayer tuve tiempo de vivir la experiencia tranquilamente. Lo recomiendo. El momento en que se levanta del suelo contigo encima no tiene precio.
Avisaron por megafonía que el bufet estaba listo pero que tendríamos que hacer dos colas, una para hombres y otra para mujeres. Encontré arroz blanco sin nada de nada y kofta. Terminé comiendo unos trozos de sandía y manzana.
Hubo espectáculo en un escenario. Esta vez eran egipcios pero el show era similar. Salieron los señores de las dos faldas con bombillas, una bailarina de danza del vientre y otros con unos tambores.
A las ocho y media terminó el espectáculo.
Buscamos a nuestro conductor, que volvió a atravesar la autopista de lado a lado para incorporarse en sentido Dubai. A los pocos metros paró en el arcén y empezó a tirar de una palanca, la del 4x4, que no obedecía ni a la de tres. Volvió a hablar por teléfono y con una mano giró el volante y nos metió de nuevo entre las dunas. Paró y volvió a pelearse con la palanca, que esta vez obedeció. Nos subió a la autopista con gran esfuerzo, la volvió a atravesar y empezó a circular por el carril contrario durante unos metros, no sabemos con qué propósito. Por fin se incorporó al correcto y nos trajo hasta Dubai a 90 por hora porque una aguja marcaba que el coche estaba más caliente de lo normal.
Ya en Dubai, el conductor no fue capaz de encontrar cómo acceder a nuestro hotel desde el otro lado de la avenida, así que lo mandamos parar en la estación de metro y atravesamos a pie por el paso elevado. Caso contrario, seguiríamos dando vueltas avenida arriba avenida abajo buscando el acceso al hotel.
En el hall nos despedimos todas de todas hasta la próxima.
Pagué la cuenta para evitar retrasos mañana y subí a la habitación.
Ya estoy bien del estómago.
Buenas noches desde Dubai.

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