10 mar 2012

Una cateta en la quinta puñeta (Singapur, día 4)

Ayer me acosté a las once de la noche. Dormí hora y media y desperté por culpa de un coche que pasó por debajo del hotel como si fuera una pista de Fórmula 1. Desde el piso 14 lo oí perfectamente. Mi yo interno entendió que aquello era el final de la siesta después de comer, teniendo en cuenta que en España eran las cinco y media de la tarde, así que no fui capaz de pegar ojo de nuevo hasta las cuatro de la mañana. Dormí un par de horas más y a las seis me levanté. Aún no había amanecido. Estuve planchando la ropa, que había llegado hecha un trapo después de tanto paseo por el mundo. Me preparé para la reunión del día y bajé a desayunar a las ocho menos cuarto.
 
Frutas tropicales cuyos nombres desconozco, esos paquetitos de pasta caliente con carne o verduras dentro que se cocinan en unos recipientes de madera, soperas con extraños objetos flotando y el resto de comida que se suele encontrar en un desayuno buffet. La hora del desayuno no es el momento más apropiado para experimentar, así que me mantuve dentro de la normalidad.

Nuvara me dio una pastilla que ella y Karin suelen tomar para dar energía en caso de necesidad. Este es un caso de necesidad. Normalmente no tomo nada pero necesitaba sobrevivir al día como fuera.

A las ocho y media Irene Lim, que es de Singapur, vino a buscarnos al hotel y fuimos andando hasta Allen & Gledhill, un bufete de abogados en un altísimo edificio de cristal. Por el camino nos hicimos fotos con el hotel Marina Bay Sands de fondo.
En Allen & Gledhill, piso 30 del edificio One Marina Boulevard nos recibió Corina Song, socia del bufete. La subida en el ascensor fue bastante desagradable. Antes de llegar a cada parada pegaba una frenada suave que revolvía el estómago. Corina se paseaba con un bolso de Hermés y un iPad en funda de Tods. Corina no tiene pinta de ir a comprar al Gran Bazar de Estambul.

Comenzamos la reunión poco después de las nueve. El objeto de venir a celebrar la reunión de primavera del Comité Ejecutivo de WISTA en Singapore es potenciar el crecimiento de las asociaciones que tenemos en Asia y Australia. Mañana tenemos una pequeña reunión con todas ellas.

A la una vino Corina a recogernos con una griega que se llama Kelly (en realidad se llama Calíope), miembro de WISTA Grecia que acaba de mudarse a Singapur. Ya nos conocíamos de Atenas.

El chófer de Corina nos llevó en su coche hasta el hotel Marina Bay Sands, donde íbamos a comer. En las tres primeras plantas del conjunto hay restaurantes y un casino espectacular. No estaba permitido sacar fotos. Desde la tercera planta había una vista magnífica porque está construido en forma de balcones interiores. No sé cómo serán los casinos de Las Vegas, pero mucho mejores seguro que no pueden ser. Había un ruido ensordecedor procedente de las máquinas tragaperras.
Entramos en el restaurante chino Imperial Treasure. No vayáis a pensar que era un chino como los que vemos en España. No señor. Era un antro elegante. Nos sentamos en un reservado y tres camareros fueron sirviendo tres platos a cual más extraño y más rico. Comí gelatina transparente con marisco dentro, bolitas de gamba, cerdo con salsa de mostaza, pato chino dentro de un crepe finísimo y salsa agridulce. Todo con palillos y regado con té de jazmín. Sí, bebí té. No estaba muy caliente y sabía riquísimo. De cualquier modo, no se me hubiera ocurrido pedir una Coca Cola porque seguro que me echan. Acabó la comida con unos tallarines de aspecto sabroso. Cuando metí el primer bocado en la boca aquello empezó a quemarme los labios y la lengua. Tuvieron que traerme un vaso de agua fría para no morir allí mismo abrasada. Asesinos.
Una vez finalizada la comida, invitación de Corina, fuimos paseando de vuelta a su bufete, al otro lado de Marina Bay. Nos sacamos algunas fotos por el camino.

Estuvimos dos horas más reunidas, hasta las seis menos cuarto. Al salir de Allen & Gledhill me quedé alucinada con el jardín que tienen en el piso 30.

Fuimos de vuelta al hotel para cambiarnos rápidamente porque habíamos quedado a las seis y cuarto con miembros de WISTA Singapur y otros países asiáticos para cenar. También venían dos australianas. Bueno, en realidad australiana era una. La otra era mejicana. Aproveché para recordar mi español, que llevo dos días sin practicar.

Nos llevaron en un minibús y varios coches hasta el restaurante Jumbo, en la avenida camino del aeropuerto, junto al mar. Yo fui en el BMW de Caroline Lee. Nos conocemos desde hace varios años. Es muy agradable y habla por los codos.

Singapur es uno de los cinco puertos más importantes del mundo. Además es zona de tránsito, con lo cual hay cientos de barcos navegando por aquí, fondeados para tomar suministros, entrar en puerto o esperando órdenes de viaje. Es impresionante verlos.
Cuando comenzó la crisis económica, el tráfico marítimo se vino debajo de un día para otro. Circuló por internet una foto sacada desde un avión que pasaba por aquí encima. Se veían barcos fondeados por todas partes esperando que les saliera algún flete. Me ha hecho bastante ilusión ver el lugar en persona.
En el restaurante nos sentamos en tres mesas redondas con una bandeja giratoria en el centro. Después de varios entrantes de nombre irrepetible, trajeron la especialidad de la casa, unos cangrejos enormes con salsa de curry. Hay que comerlo con los dedos. Las camareras te ponen unos baberos para que no te pongas la ropa perdida.Yo acabé con el babero hecho una mierda y las manos pringadas de grasa. Una porquería. No comí mucho cangrejo porque picaba un poco.

De allí caminamos unos metros hasta un pub donde tomamos algo durante un rato. Una de los miembros de Singapur es una economista alemana paralítica. Se vino al otro extremo del mundo a trabajar ella sola con su silla motorizada y está encantada de la vida. Dice que aquí los accesos para minusválidos son mucho mejores que en Europa.

No os he contado que es posible caminar por gran parte de la zona moderna sin salir al exterior para nada. Casi todos los centros comerciales, los hay por docenas, los hoteles y los aparcamientos subterráneos están conectados por pasillos, puentes elevados y pasajes, de modo que evitas el calor o las lluvias torrenciales. Dicen que aquí en agosto es insoportable. Hoy estábamos a las diez de la noche al borde del mar y se estaba estupendamente en manga corta.

A la australiana se le ocurrió preguntar por qué los obreros de la construcción aquí no les dicen cosas a las mujeres. Según parece, cuando pasas por una obra en Australia, te dicen todas las groserías del mundo. Aquí ni te miran.

Alguien dijo de Singapur que es como Disneylandia con pena de muerte. Hay montones de cosas prohibidas. Por ejemplo, el contrabando de chicle. La gente es respetuosa con la ley por educación y también por miedo porque las multas son increíbles.

A las diez de la noche nos devolvieron al hotel en dos minibuses y nos despedimos hasta mañana. Nadie tiene ganas de fiesta. Estamos todas bajo el efecto del jet lag.

La verdad es que la pastillita de Nuvara ha hecho su efecto. He estado estupenda todo el día. El estómago bien, gracias.
Buenas noches desde Singapur.








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