Desperté a las siete y diez cuando sonó el despertador, fresca como una lechuga sin haberme despertado en toda la noche.
Mientras comíamos nuestra presidenta siguió hablando para no perder tiempo. Yo estaba con los palillos en la mano derecha, la boca llena y con la mano izquierda manejando el ordenador para ir pasando las imágenes del Power Point que estaba presentado Karin.
Nos dieron una vuelta por Marina Bay que es donde están los edificios más impresionantes. Tiraron todas las construcciones viejas y ganaron terreno al mar para construir esta maravilla. La verdad es que da una sensación de artificial un poco curiosa, todo tan nuevo, tan moderno, tan limpio.
El guía nos fue contando anécdotas de las construcciones y datos curiosos del país. Hay restricciones de todo tipo y normas curiosísimas. Si eres soltero no te puedes comprar una casa hasta que tienes 35 años. Se da preferencia a las parejas casadas para potenciar el matrimonio y la reproducción.
Si te quieres comprar un coche de importación, tienes que pagar el 150% de impuestos. Como suena, el 150%. En ese momento me dirigí a Caroline Lee y le pregunté cuánto había pagado por el BMW serie 5 donde me llevó ayer. En Euros: 150.000. Todavía estoy flipando.
Cuando el pato-autobús nos devolvió al centro comercial, volvimos al hotel un rato. No tuvimos que pisar la calle. Pasadizos y escaleras de un sitio a otro.
Fui a la habitación de Nuvara para disfrutar de la vista desde su balcón. Ayer se cambió de habitación porque quería vistas a Marina Bay. La mía está mirando a los rascacielos del lado opuesto.
En Chinatown lo primero que hice fue entrar en un templo budista a observar una ceremonia. Los monjes cantaban un soniquete repetitivo. Después de un rato apetecía decir. ¡BASTA!
A continuación estuvimos viendo los puestos callejeros y las tiendas. Nuvara compró a saco. Yo nada, absolutamente nada.
Chinatown estaba lleno de chinos, y a mí los chinos me dan mucha grima por dos motivos:
1. Son amarillos
2. Les encanta ir con los pies al aire, y además se los tocan.
¿Alguien ha visto alguna vez a un chino en calzoncillos? Tiene que ser una experiencia sobrecogedora. No tienen un pelo en el cuerpo. Un tío sin pelo en el pecho esconde algo, seguro.
Justo antes de salir de Chinatown, estuve a la puerta de un templo hinduista. No entré porque había que quitarse los zapatos y, al haber llovido hacía un rato, estaba el suelo del patio mojado. Se veía en la distancia a unos señores envueltos en trapos con el pecho medio descubierto y cantando. La puerta del templo era muy chula.
Nos despedimos de todas las de Singapur, que ya habían hecho bastante por nosotras y se iban a sus casas.
Volvimos en taxi al hotel y en media hora nos reunimos en el hall para ir a cenar. Irene Lim vino a buscarnos. Nos sacó del hotel por una puerta oculta detrás de una escalera y aparecimos de repente en el centro comercial. Fue como ir con Harry Potter a Dragon Alley. Atravesamos la marabunta de gente arrastrando sus compras y salimos a Marina Bay para entrar en el restaurante chino donde teníamos reservada mesa. No me hizo mucha gracia la comida porque era bastante picante. Me concentré en el pollo con salsa de miel y sésamo por encima y el arroz blanco.
Dejamos el restaurante y nos fuimos a sentar al aire libre en una terraza. 30ºC a las once de la noche. Delicioso.
Volvimos al hotel intentando hacer la misma ruta de la ida, esta vez sin Irene de guía. Lo conseguimos no sabemos cómo. Encontramos la puerta secreta.
Nos despedimos de Kathy y su marido. Toman un vuelo a las cinco de la mañana con destino a Nueva York vía Hong Kong. Hay 13 horas de diferencia entre la costa este de Estados Unidos y Singapur. Eso sí que tiene que ser raro para el cuerpo.
Hoy también nos tomamos la pastillita de Nuvara. Adjunto foto del producto. Entre los componentes hay cobre, entre otras muchas cosas. Agradecería a los varios doctores que me leen que me indiquen si voy a fallecer a consecuencia de su ingestión o es totalmente seguro.
Me voy a la cama.
Buenas noches desde Singapur.
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