08:45 hrs.
Despierto sobresaltada por culpa de Frank Sinatra. El iPhone de Eleftheria
tiene los días contados.
09:15 hrs. Por
un extraño motivo, Anna-María quiere ir a desayunar a las nueve y media, hoy
que no tenemos prisa, hoy que no nos espera nadie, hoy que necesito dormir. Me
empuja fuera de la cama y no me queda más remedio que bajar a desayunar con
ella.
Eleftheria y su
iPhone permanecen en silencio.
En el comedor
coindidimos con una grecoamericana de WISTA Grecia y su novio. Estuvimos con
ellos más de una hora charlando. El me preguntó por nuestra situación económica
y me enseñó la portada del International Herald Tribune que estaba leyendo.
Allí estaba el nombre de España en vergonzosas letras grandes.
Cuando subimos a
la habitación, Eleftheria ya estaba levantada. Anna-María y yo estuvimos
terminando de hacer el equipaje. Eleftheria volvió a meterse en la cama.
Anna-María se
cambiaba de hotel para pasar cinco días con su novio, que llegaba hoy a
mediodía. Eleftheria se quedaba hasta mañana y yo volaba a las 20:45 hrs con
destino a Sevilla.
Salimos a la
calle alrededor de la una. Nos sentamos en un delicatesen libanés en la esquina
del hotel. Comenzó a llover con alegría.
Volvimos al
hotel sobre las dos. Nos despedimos de Anna-María y de dos polacas que se
marchaban en ese momento.
Fui con
Eleftheria a dar un paseo bajo la lluvia, cada vez más intensa.
Subimos por la
Avenida Marceau hasta el Arco del Triunfo. Nos sacamos fotos jugándonos la vida entre el intenso tráfico de
Los Campos Elíseos. Es la única manera de que salga el arco completo.
Accedimos al
monumento por el paso subterráneo. Mientras ella sacaba fotos, yo me guarecía
de bajo.
Bajamos por Los
Campos Elíseos hasta Marks & Spencer para que Eleftheria hiciera unas
compras. Como llovía con bastante intensidad volvimos al hotel.
Las putas
palomas no estaban hoy posadas en los árboles cagándose en los turistas, ni los
turistas estaban sentados en los bancos cogiendo una mojadura mortal.
Hacia las cuatro
y media nos despedimos y me fui en dirección a la estación de metro de George
V. Al pasar por Louis Vuitton me encontré con una cola de gente mojándose esperando
para entrar. ¡Qué nivel!
Desde George V
fui hasta Denfert-Rochereau. Desde allí tomé el Orlybus hacia el aeropuerto.
Llegué bastante más temprano de lo que esperaba. Tuve que sentarme hasta que
abrieron el mostrador de facturación. Pasé a la zona de pasajeros y me llevé
una desagradable sorpresa. El aeropuerto tiene menos detalles que un Panda. Una
miserable tienda de prensa y un mini Duty Free.
Compré un par de libros, me senté a leer
una revista en el iPad y me empezó a entrar un sueño tremendo. Tuve que ponerme
de pie y empezar a dar paseos por la terminal para evitar el desastre. También
me mantuvieron despierta los alaridos de los cientos, miles de niños que había
por todas partes procedentes de Eurodisney. Los había con diademas de Minnie
Mouse en la cabeza, todos jugando con los muñecos que sus papás les habían
comprado en el parque. Mi favorita fue una niña vestida de princesa Disney paseándose
como si lo fuera de verdad.
Embarcamos con
veinte minutos de retraso. Al poco de despegar los cientos, miles de niños que
llevábamos en el avión entraron en coma profundo por el cansancio y la
excitación. Yo también me dediqué a mirar para dentro. Un par de veces me
descubrí con la boca abierta.
El piloto nos
trajo a la velocidad del sonido, con bastantes turbulencias mientras
sobrevolábamos Francia. Llegamos quince minutos antes de la hora originalmente
programada para el aterrizaje.
Me esperaba mi
taxista favorito.
A la una ya
estaba en casa, desde donde os escribo y os deseo buenas noches.
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