8 mar 2012

Una cateta en la quinta puñeta (Estambul, día 2)


A las seis de la mañana en el mundo sin persianas dos pájaros, a los que habría matado de un tiro, decidieron posarse en mi ventana y pasar allí un rato discutiendo. Harta de pájaros me levanté a las siete y encendí el ordenador para imprimir las tarjetas de embarque para esta noche.

Desayuné con Nuvara y me llevó en coche hasta el embarcadero de Üsküdar para coger el ferry con destino a Besiktas. Hacía algo de frío pero no tanto como esperaba. Al llegar a Besiktas fui caminando hasta el palacio Dolmabahçe, en la orilla del Bósforo. Entonces fue cuando empecé a sentir bastante frío. Tuve que ponerme mi gorro andino, que traje en previsión de estas cosas que pasan cuando es invierno. Llegué a la puerta del palacio, pasé el escáner y fui a comprar la entrada. Sólo se puede visitar el palacio en grupos, así que la gente espera hasta que se reúne un número suficiente cada hora y pico. Llevaba en el bolso solamente 15 liras turcas que me habían sobrado del viaje de Mayo. Convencida de que me dejarían pagar con tarjeta, no cambié dinero ayer en el aeropuerto. De todos modos, no es el sitio más aconsejable para cambiar. En Sultanahmet ofrecen mejores precios.

No hubo suerte, no pude pagar con tarjeta. Tuve que salir del palacio e ir a un stand de información cerca de la puerta. Me indicaron que la oficina de cambio más cercana estaba en Besiktas, a unos 15 minutos. Calculé media hora ida y vuelta más la espera de más de una hora para entrar en el palacio con el siguiente grupo y pensé: “La cama donde murió Atatürk se puede quedar sin ver. Aquí hemos venido a lo que hemos venido.”

Tomé el tranvía en Kabatas hasta Sultanahmet. Me bajé en la parada que hay justo al lado del Gran Bazar. Entré por una puerta y me puse a dar vueltas. Llevaba en un papel escrita la dirección de una tienda de bolsos que, aparentemente, pertenece al suministrador de Casa Pedro. Pregunté a un vendedor de pashminas, dejó su tienda al cargo del vecino y me acompañó hasta donde quería ir, aún sabiendo que la tienda estaba cerrada. Quiso demostrarme que no me engañaba. Entonces me ofreció ver otra tienda de bolsos de un amigo suyo. Me llevó a una tienda diminuta y allí me dejó con otro vendedor. Este me preguntó si quería ver un show room de bolsos. Vamos, una exposición para venta. Dije que sí. Cogió unas llaves, dejó la tienda al cargo de un vecino y empezamos a caminar por el bazar. Paramos un momento en la puerta de otra tienda y seguimos caminando. Al cabo de un momento me di cuenta de que el turco que me acompañaba no era el mismo de las llaves. Se relevaron en la última tienda, supongo. Salimos del bazar, anduvimos por unas callejuelas estrechas y entramos en un edificio. En ese momento empecé a pensar si no me estarían secuestrando. Inmediatamente me quité la idea de la cabeza. Soy ya muy mayor y muy fea para que me conviertan en esclava sexual. El turco abrió una puerta metálica y apareció un almacén de bolsos de todas las marcas, colores y tamaños. A pesar de la oferta, no encontré nada interesante. El turco volvió a cerrar la puerta, me dio las gracias y me devolvió al mismo sitio del gran bazar desde donde partí originalmente, en la tienda de pashminas. Como tenía que comprar un par de ellas por encargo, en agradecimiento por su amabilidad, las compré allí.

Después de dar varias vueltas y perderme seis o siete veces, salí por la puerta principal del bazar y fui caminando hasta Casa Pedro, la cueva de Alí Babá, el paraíso de las compras. No había nadie en la tienda cuando entré. Apareció al momento el empleado que nos atendió en Mayo. Me identifiqué y me abrió la puerta secreta que da acceso a esa maravilla indescriptible.

Estuve una hora y media yo sola con el dependiente a puerta cerrada. Han colocado una cámara en el exterior y un televisor sobre la puerta secreta, de modo que pueden ver si alguien accede a la tienda. Tuve tiempo de verlo todo con detalle y comprar tranquilamente. Incluso me invitó a tomar una Coca Cola. Salí de allí con una bolsa enorme al hombro. En ese momento llegaba el dueño de la tienda, el tal Pedro, que no se llama Pedro. Es un turco casado con una azafata de Málaga. Me preguntaba cómo se le había ocurrido a una azafata de Málaga casarse con un turco. Señoras, el turco está de muy buen ver.

Caminé hasta la explanada que hay delante de Santa Sofía y la Mezquita Azul y me senté un rato a ver pasar a la gente. Hacía un poco de frío pero brillaba el sol, así que se estaba a gusto.

Ya está terminada la obra de adoquinado que estaba en marcha en Mayo. Ha quedado bastante bien. Unos chicos se entretenían haciendo correr tres coches teledirigidos a velocidades alucinantes. Echaban humo, hacían ruido y derrapaban. Guay.

Tengo un amigo militar que ha estado destinado en El Líbano hasta hace poco. En sus permisos aprovechaba para ir a Estambul, así que tuvo tiempo de recorrerlo con detenimiento y hacerse con varias direcciones interesantes. Una era la mencionada anteriormente. Me dijo el dependiente de Casa Pedro que esa tienda está cerrada porque la policía le ha robado la mercancía tres veces últimamente. Así, tal cual.

Busqué otra de las direcciones que me facilitó, en la misma calle donde está la Cisterna de la Basílica. Al llegar allí me encontré con que la tienda se llamaba “Finito de Córdoba”. Pensando que me había equivocado, le pregunté al chico que había en la puerta si esa era la dirección correcta. Me dijo que sí, pero que lo que yo quería ver estaba en la puerta de al lado. Me abrió y accedí a un sótano. Creo que voy a hacer una guía de sótanos de Estambul. Era una versión pija de Casa Pedro, con material similar pero mejor presentación. La chica que me atendió era canaria. La dirección está a vuestra disposición. Se ruega máxima difusión.

Al salir de allí bajé hasta el Bazar de las Especies. Entré por un extremo y salí por la puerta que está cerca del Bósforo. Sentí hambre, mucha hambre. No me lo pensé dos veces. Estaba justo al lado del restaurante donde cenamos ayer, así que fui a comerme otro kebab de pistacho y un par de baklavas de postre.

Una vez satisfecho mi apetito, volví a entrar en el Bazar de las Especies haciendo el recorrido inverso para entrar en la Mezquita Nueva, que es nueva de 1663. Estrené una de las pashminas de mi madre para ponérmela en la cabeza. No estaban controlando el uso de velo pero por respeto me lo puse. Muy bonita la mezquita por dentro y sin olor a pies. En el exterior estaban los musulmanes lavándose los pies y las orejas para entrar a rezar. En ese momento tuve que ponerme el gorro andino porque empezó a hacer frío de verdad. Aquellos tíos con los pies al aire, mojados, sin toalla, me daban escalofríos.

Salí de la mezquita porque ya estaban llamando al rezo y no se puede estar dentro haciendo turismo mientras se dan golpes en la cabeza contra el suelo.

Crucé un puente peatonal elevado para llegar a los embarcaderos de Eminönü e identificar el ferry que me llevaría un rato más tarde a la orilla asiática. Una vez localizado, anduve hasta el puente Gálata y me senté en una cafetería en los bajos a tomarme un  vaso de Ayran. Es yogur blanco líquido con ligero sabor agrio. Muy rico.

A las cinco y cinco cogí el ferry que tocó Besiktas antes de atravesar hacia Asia. Me bajé en Beylerbeyi, a unos cinco minutos de casa de Nuvara andando. Lo malo es que el último minuto es una cuesta empinadísima que te deja sin aliento. Al llegar tuve que despojarme de gorro andino, guantes y bufanda aprisa y corriendo porque la casa estaba a temperatura tropical. Nuvara ya estaba allí preparando la cena.

Me di una ducha y me vestí de verano. Çagri llegó enseguida. Cenamos a las siete menos cuarto pasta con tomates frescos y yogur agrio con hierbas desconocidas.

Nos sentamos un rato a charlar en el salón. A las nueve menos cuarto salimos hacia el aeropuerto. Tardamos unos cuarenta minutos. Había bastante tráfico. Nos despedimos de Çagri en la puerta. Hay un control de pasajeros justo a la entrada, así que no puede entrar nadie a despedirte.

Soltamos las maletas, fuimos a pagar las tasas que Nuvara tiene que pagar cada vez que sale del país (15 liras) y accedimos a la zona de tiendas. Estuvimos mirando puros para comprarle a Çagri, pero como la caja de Cohibas costaba 600 euros, lo dejamos para otra ocasión.

En los paneles de información anunciaban un vuelo para Uzbekistán previsto para las 12:00 hrs y retrasado hasta las 22:30 hrs. No me pillan ni muerta volando con Uzbekistan Airlines. Sabrá Dios.

Fuimos a la sala vip de clientes del Turkiye Bankasi o Banco de Turquía en cristiano. Nos sentamos a tomar una Coca Cola y a disfrutar de la red wifi gratuita.

Media hora antes del vuelo fuimos a buscar la puerta de embarque. Había bastante cola porque teníamos que pasar otro control de seguridad. No sé cuántas veces me he quitado el cinturón estos dos días. Para los turcos debo de tener aspecto normal. No me cachearon.

Justo por detrás de nosotras llegó una loca oriental, hablando sola, con pelos de loca y un ataque de nervios. Nos entró la risa porque no paraba de hablarnos y decir cosas sin ton ni son.

Delante de mí había dos señoras de Indonesia porque el vuelo sigue a Jakarta después de dejarnos a nosotras en Singapur. Los pasaportes indonesios son color verde manzana.

Salimos de Estambul sin novedad a las 23:40 hrs. En lugar de mantas nos entregaron unas pashminas, de verdad, lo juro por Snoopy. Luego nos trajeron unos neceseres conteniendo antifaz, calcetines, cepillo de dientes y bálsamo para los labios.

Desde mi sitio puedo ver las butacas de primera clase. Eso sí que es viajar. Hay una azafata disfrazada de chef de restaurante sirviéndoles la cena, y tienen una barra de bar en el frente.

Yo he vuelto a cenar otra vez porque había köfte y no se le dice no a un buen köfte.

La verdad es que en este avión va una gente muy rara. Hay dos que se han cubierto la cabeza con las pashminas y parecen fantasmas. Otra señora despegó tumbada, como si estuviera en el salón de su casa, y nadie le dijo nada.

El avión va medio vacío, así que estamos muy cómodos. Nuvara lleva un rato durmiendo.

Ahora voy a intentar dormir un rato. Es la una y media.

Buenas noches desde…. ¿Irán? Creo que estamos volando por encima.





6 comentarios:

Mónica dijo...

No será cliente de Casa Pedro el que facturó la bolsa de Vuitton?

Anónimo dijo...

Cual es la dirección del paraíso!!??

Anónimo dijo...

Cual es la dirección del paraíso!!?? y la del proveedor? Haré un viaje el mes que viene y me gustaría acercarme!

Withfloor dijo...

Contacta conmigo: withfloor@ono.com.
Pon como referencia WITHFLOOR ON LINE para que identifique tu correo. Te pasaré un par de direcciones en Estambul.

Saludos,
WITHFLOOR

Anónimo dijo...

Hola hemos estado dos 9 días en Estambul y pasamos una situación muy gorda en la tienda de Finito de Cordoba. Por favor jamás visiten están tienda son unos estafadores te venden productos de pésima calidad y caros para el estandar de otras tiendas si llegas a comprar algo y descubres que te han timado vas a reclamarles y son prepotentes y groseros. Les amenazamos con llamarle a la policía turística y se rieron a carcajadas, les preguntamos que si no les interesaba que los compradores regresaran y dijeron que No pues siempre habrá nuevos estupidos que compren sus productos.

Esperanza dijo...

Hola Withfloor, acabo de enviarte un correo para que me informes por favor del tema de los bolsos y me digas la direccion de Casa Pedro, ya paso mucho tiempo desde estos comentarios, pero yo voy a ir ahora a Estambul y buscando foros de compras, encontre este tuyo, muchas gracias