26 oct 2019

Una cateta en Miami (Día 3)

Media hora antes de irme a dormir, siguiendo las instrucciones a rajatabla, tragué una cápsula de melatonina. Entré en coma inmediatamente después de apagar la luz, hasta las cuatro en punto de la mañana. No fue el jet lag quien me despertó, sino una pareja a punto de matarse en alguna de las habitaciones de alrededor. Lo primero que oí fue el timbre de un teléfono, seguido inmediatamente por un portazo, los gritos de un hombre negro desaforado soltando por aquella boca todos los insultos imaginables y puñetazos contra la pared. En resumen, Mary es una puta.
Para quien se pregunte cómo sé que el hombre era negro, son años de ver películas americanas en versión original. 
El jaleo duró alrededor de media hora, sin que nadie viniera a poner orden. Acabó igual que comenzó, de repente.
A las siete y media de la mañana salí del coma como si hubiera dormido tres días seguidos. Me declaro fan absoluta de la melatonina de Mercadona.
Entre los mensajes de Whatsapp recibidos durante la noche encontré uno de voz de un niño declarando que él también quiere comer Twinkies, seguramente azuzado por su madre, fiel lectora de este blog.
Tengo desde ayer aparcada en mitad de la habitación una tabla de planchar que saqué del armario para adecentar un poco la ropa aplastada en la maleta. No es la primera ni la segunda vez que me pasa esto. Las tablas de los hoteles tienen un sistema de cierre que soy incapaz de dominar. El servicio de limpieza piensa que la dejo ahí a propósito, así que no la tocan y la tabla se queda abierta estorbando hasta que me marcho. Me está sirviendo de mesa para dejar trastos, por darle alguna utilidad.
A las nueve y media, después de desayunar, fui por el paseo junto a la playa en dirección sur, hasta el Distrito Art Decó en Ocean Drive. Por allí me hospedé la vez anterior. Hacía un viento tremendo, muy de agradecer porque mitigaba el calor.
En Ocean Drive se concentran muchos coches de lujo. Allí la gente va a ver y ser vista, a sentarse en las terrazas de los restaurantes y las cafeterías, o a bailar en los clubs.
¿Habéis estado alguna vez junto a un Lamborghini esperando a que un semáforo se ponga verde? El ruido que hacen es como el de un señor cabreado gruñendo.
Durante el paseo me crucé con bastantes varones corriendo sin ser perseguidos, a pecho descubierto. El calor es tan húmedo que cualquier actividad te hace sudar profusamente, de modo que hacen deporte sin camiseta. Queridas, es muy gratificante para la vista encontrar tantas tabletas por metro cuadrado. Y digo para la vista porque este tipo de hombre debe dedicar poco tiempo a la lectura.
Entré en Starbucks a beber algo. Escogí el Starbucks porque me gusta su terraza. Es la misma terraza donde me senté con Elpi, apoyé la mano en una cagada de paloma y me la restregué por el brazo.
Como no bebo café ni era oportuno beber un chocolate caliente, pedí una bebida de dragonfruit. Tengo dudas sobre la traducción al español: ¿fruta de dragón, pitahaya rosa?. Bueno, que estaba rica y fresquita.
A las doce di media vuelta para regresar al hotel, parando en un mini outlet donde pequé. Apenas me dio tiempo de cambiar los pantalones cortos que llevaba por unos largos, cuando sonó el teléfono. Era Alex desde el coche, esperándome en la calle.
Ha cambiado el tanque Mercedes que tenía por otro tanque de la misma marca pero mucho más chulo. Tiene un pantallón enorme que ocupa toda la zona detrás del volante hasta llegar casi a la del copiloto. Ahí tiene en digital todo tipo de controles, así como imagen de alrededor del coche. Cuarto de baño no parece que tuviera.
Fuimos a comer a un restaurante argentino junto al puerto. Comimos estupendamente, una carne a la parrilla con plátano frito y frijoles con arroz.
A continuación estuvimos en Cayo Vizcaíno. Llegamos hasta Big Baggs Cape Florida State Park, una zona protegida a la que Ponce de León bautizó como Cabo de Florida. El faro que aparece entre Alex y yo en la foto data de 1825, una antigüedad desde el punto de vista americano.
Acabamos la jornada en una terraza bebiendo piña colada sin alcohol mientras vimos salir a los tres cruceros atracados hoy en el puerto.
Hacia las seis y media me depositó en la puerta del hotel. No volví a salir. Otro día sin cenar por culpa de una comida copiosa.
Buenas noches desde Miami.







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