Ayer
eran las tres de la mañana cuando por fin puse la cabeza en la almohada. Esta
mañana el moro cantó un padrenuestro más, según Mercedes porque es viernes.
Me levanté a las ocho y media. Tras mis abluciones, dejé el cadáver de Anna-María abandonado en la habitación para bajar a aprovechar el desayuno que ofrecen a la puerta de la sala de conferencias.
Jeanne se estaba bebiendo una Coca Cola como buena americana con resaca.
Muchas bajas a primera hora causadas por la noche loca.
Aunque me interesaba la primera ponencia sobre el tráfico en el río Danubio, tuve que abandonar la sala para que Lena Gothberg me entrevistara para The Shipping Podcast.
Cuando terminamos estaban a punto de salir para el descanso, así que no me molesté en entrar. Me quedé charlando con las que se iban incorporando tarde.
Este año invitamos a la conferencia a una chica paquistaní a la que hemos ayudado en su preparación consiguiéndole una estancia de un mes a bordo de un buque para conocer de cerca la vida de los marinos. Su vida diaria es tan diferente de la nuestra que no sabía cómo registrarse en el hotel, como subir y bajar en un ascensor, cómo acceder a la habitación con una tarjeta electrónica y cómo volver a bajar. Dudo que se haya duchado estos días. Si yo tardé unos minutos en averiguar cómo accionar el mando para que saliera agua de aquel manubrio del demonio, ella aún estará pensando para qué sirve esa cabina de cristal dentro del baño.
No me quiero imaginar la aventura que habrá supuesto para ella coger un avión para llegar hasta aquí.
Me levanté a las ocho y media. Tras mis abluciones, dejé el cadáver de Anna-María abandonado en la habitación para bajar a aprovechar el desayuno que ofrecen a la puerta de la sala de conferencias.
Jeanne se estaba bebiendo una Coca Cola como buena americana con resaca.
Muchas bajas a primera hora causadas por la noche loca.
Aunque me interesaba la primera ponencia sobre el tráfico en el río Danubio, tuve que abandonar la sala para que Lena Gothberg me entrevistara para The Shipping Podcast.
Cuando terminamos estaban a punto de salir para el descanso, así que no me molesté en entrar. Me quedé charlando con las que se iban incorporando tarde.
Este año invitamos a la conferencia a una chica paquistaní a la que hemos ayudado en su preparación consiguiéndole una estancia de un mes a bordo de un buque para conocer de cerca la vida de los marinos. Su vida diaria es tan diferente de la nuestra que no sabía cómo registrarse en el hotel, como subir y bajar en un ascensor, cómo acceder a la habitación con una tarjeta electrónica y cómo volver a bajar. Dudo que se haya duchado estos días. Si yo tardé unos minutos en averiguar cómo accionar el mando para que saliera agua de aquel manubrio del demonio, ella aún estará pensando para qué sirve esa cabina de cristal dentro del baño.
No me quiero imaginar la aventura que habrá supuesto para ella coger un avión para llegar hasta aquí.
La
segunda parte de la mañana fue bastante interesante. Finalizamos una
hora más tarde de lo previsto.
Las
sesiones de la tarde eran talleres. Yo escogí el de medio ambiente. Estábamos
todas para el arrastre. Tuve que levantarme y ponerme de pie al final de la
sala para no quedarme dormida. Mientras estuve sentada, la cabeza se me iba
para los lados descontroladamente como a los perritos que se ponían en la parte
trasera de los coches. Una señora de Ghana se quedó frita, primero con
la cabeza hacia atrás, mirando al techo y luego hacia delante.
Al terminar, nos reunimos las hispanas a charlar. Aprendimos la expresión “Soy más pesada que un collar de melones”, procedente de Argentina. La panameña me dijo que tengo cara de árabe. Perdona, le dije, yo soy de la tierra no conquistada, así que eso no es posible.
A las seis subí a darme una ducha rápida y a vestirme para la cena de gala. Yo de lo que tenía ganas era de meterme debajo del edredón y no salir hasta mañana por la tarde. Todo sea por la causa.
Al terminar, nos reunimos las hispanas a charlar. Aprendimos la expresión “Soy más pesada que un collar de melones”, procedente de Argentina. La panameña me dijo que tengo cara de árabe. Perdona, le dije, yo soy de la tierra no conquistada, así que eso no es posible.
A las seis subí a darme una ducha rápida y a vestirme para la cena de gala. Yo de lo que tenía ganas era de meterme debajo del edredón y no salir hasta mañana por la tarde. Todo sea por la causa.
Anna-María apareció con un bote nuevo de laca porque no
se fiaba de que el suyo le durara hasta el domingo. No le he tocado el pelo.
Debe tenerlo como una piedra de la cantidad que se echa.
A las siete nos esperaba un barco frente al hotel para llevarnos al lado asiático a la cena de gala. Todas y todos íbamos muy
elegantes. En la foto con Horacio, marino argentino muy amigo de WISTA.
Tardamos una hora en llegar. Por el Bósforo no se pueden
hacer carreras de velocidad. Nos llevaron en autobús desde el atraque hasta el
restaurante donde se celebró la cena.
Comenzamos con una exhibición de los Whirling Dervishes que son unos individuos vestidos con una falda blanca de vuelo y un
macetero en la cabeza. La inclinan hacia un lado y dan vueltas sobre sí mismos
al ritmo de una música repetitiva. Parece ser que en cierto momento entran en un
éxtasis religioso. En mi opinión, en lo que entran es en un mareo que te cagas.
Continuamos con Barbie violinista, una señora con un
violín eléctrico de lo más molesto.
Después del primer postre salieron unas cuantas griegas a
bailar un sirtaki que habían preparado como sorpresa. El escenario acabó siendo
tomado al asalto por las hordas griegas que han invadido Estambul estos días.
Partieron espada en mano una tarta enorme con un 41
decorado con ojos de la suerte, como si estuviéramos en una boda. WISTA cumple
este año 41 años.
La tarta de marras tenía conguitos dentro. Riquísima.
Hubo baile pero duró poco. Ayer lo dieron todo en casa de
las drag queens.
A las doce y media nos llevaron en autobús de vuelta al
barco y en barco de vuelta al hotel. Las del norte de Europa y las canadienses
fueron todo el camino en cubierta. Yo tuve que meterme dentro con el resto.
Soplaba brisa. Hoy no ha llovido en todo el día.
La conferencia ha estado estupendamente organizada. Han
sido super detallistas y la comida ha salido por las orejas. No en mi caso.
Al llegar al hotel había poca gana de retirarse, de modo
que invadimos el bar, que ya estaba cerrado pero que tuvieron que reabrir a petición
popular.
Sobre las tres nos retiramos.
Buenas noches desde Constantinopla.
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