En algún momento de la madrugada se oyó en
la lejanía al moro cantando. Si era el mismo o diferente, no puedo decirlo
porque estaba lejos y lo oí medio dormida.
A las siete me levanté y después de hacer
mis abluciones estuve trabajando en asuntos de WISTA sin parar hasta las nueve
y media.
El estómago estaba medio bien. Para no
arriesgarme decidí no comer nada, aunque pedí a Karin que mangara un plátano
del desayuno para comerlo después.
Mi habitación está reservada sin desayuno
porque me parece un pecado pagar 30 euros diarios aunque no salgan de mi
bolsillo.
A las ocho menos diez de la mañana sonó el
timbre de la puerta. Un amable botones me entregó una caja de medio kilo de
bombones de parte de la presidenta de WISTA Turquía. Eso es una amiga y lo
demás cuento.
A las diez comenzó la reunión del comité
ejecutivo de WISTA. Nuestra tesorera no estuvo presente porque tiene una
reunión a la que no puede dejar de asistir en Londres. Estuvieron con nosotras
la que será mi sustituta, Despina de Chipre, y la que sustituirá a Tosan, Naa
de Ghana.
En la sala de reuniones contigua a la
nuestra estaban reunidos los de Louis Vuitton. Tenían por allí
percheros con ropa y muestras de zapatos.
Detrás de la puerta tuvimos constantemente
a tres personas por si necesitábamos algo.
Para aguantar la mañana comí el plátano
mangado.
A la hora de comer fuimos al bufet del
hotel. Lo mío debe ser de extrema gravedad porque al abrir la tapa del
recipiente que contenía el kofte me dio un vuelco el estómago. Y mira que me
gusta el kofte. Tuve que contentarme con un poco de arroz blanco con una
cucharada de sopa de lentejas por encima para darle un poco de sabor. Ni
siquiera pude probar el chocolate de los postres. Gravísima, estoy gravísima.
Después de comer aparecieron dos miembros
de WISTA Turquía a traernos unos regalos que pesan como sus muertos. Tengo el
mío sin abrir todavía.
Cayeron rayos y centellas durante más de
dos horas. El hotel temblaba cada vez que había un trueno. No se veía
absolutamente nada en el Bósforo, del cual tuvimos unas vistas increíbles
mientras estuvo despejado. No cesaron de pasar barcos arriba y abajo.
A las cuatro terminamos la reunión, pero
Despina y yo nos quedamos una hora más para hacer la transferencia de la
secretaría de WISTA. Está un poco abrumada con lo que se le viene encima.
Volví a mi habitación a descansar un rato hasta
las siete, hora de encuentro para la cena de presidentes de los países WISTA. Nos llevaron en autobús hasta una casa señorial convertida en museo.
Mientras esperábamos a que llegara todo el mundo nos dieron un paseo por la
exposición de arte moderno. Había una obra que era un montón de polvo azul
tirado en el suelo. Otra era un lienzo rasgado por tres sitios. La que más me
gustó fue una con unas palmeras hinchables de colores.
Nos dieron de cenar estupendamente. Por si
acaso, comí la mitad de cada plato para no despertar al demonio. El entrante
eran unas alcachofas con salsa de no sé qué, el plato era pescado con salsa de
crema y menta y el postre era una piedra con pelo de oveja por encima y con una bolita de helado de mastiha escondida debajo del pelo.
A las diez y media se dio el festejo por
terminado. Yo estaba ya un poco cansada, con ganas de que me trajeran al hotel
en silla de ruedas.
Una vez en el hall del hotel, me entretuve
un rato largo porque aparecieron Carolina de Italia con su madre y sus dos
hijos pequeños a los que reconocí inmediatamente por las fotos de Facebook y Laurence
de Suiza. También estuve charlando con nuestra Laura, a la que no pude más que
saludar de lejos en la cena cuando llegó directamente del aeropuerto.
Buenas noches desde Constantinopla.
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