19 may 2019

Una cateta en Grecia (Día 2) ΈναβλαχαδερόστηνΕλλάδα

El yogur que echan en el souvlaki produjo una reacción en mi estómago al poco de tomarlo. Pude acostarme y dormir sin consecuencias hasta las seis y media. Fue entonces cuando tuve que salir corriendo al cuarto de baño. 
Al acabar de deshacerme de los cuerpos extraños de mi interior, abrí la ventana para ventilar. Oí sonar una estridente alarma en la calle. Sin embargo, no le concedí mayor atención. 
Al salir del baño vi a María pasar corriendo camino de la puerta, donde había un teclado, donde desactivó la alarma que yo había hecho sonar al abrir la ventana del baño. Los vecinos tienen que estar contentos de ser despertados un domingo a las seis y media de la mañana.
Volvimos a la cama hasta las ocho y media. Me levanté con el estómago en su sitio, más o menos.
María tiene un hotel en el Dodecaneso, aparte de trabajar en seguros. Por eso sabe cómo recibir a un huésped dándole un servicio de calidad suprema. 
https://www.kallichoron.gr/en/
Ha recibido varios premios por el pantagruélico “Desayuno de la abuela” que sirven, consistente en una tremenda variedad de manjares frescos o cocinados, todos procedentes de la huerta de la casa.
Hoy tuve el honor de disfrutar de una versión reducida del mismo, con huevos frescos de sus gallinas, variedad de cereales y pan. Bueno, vale, los cereales eran del Lidl.
A las once salimos con destino a la Cueva de Panaia a bordo del enorme vehículo de María. Para llegar allí tuvimos que subir a un monte por una carretera que en un tramo no era más que un camino de cabras lleno de agujeros. En cierto momento nos vimos obligadas a frenar en seco para dar paso a una enorme tortuga que estaba atravesando precisamente en ese momento.
Entramos en el agujero acompañadas de otros diez visitantes y un guía que sólo hablaba griego. Yo lo único que le entendía era cuando decía estalactitas y estalagmitas. Gracias a que María me iba traduciendo a grandes rasgos lo que decía, pude enterarme de que la cueva fue descubierta porque una cabra cayó dentro desde un agujero que nos enseñaron. Es la luz blanca que aparece en la foto. La cabra no se mató milagrosamente, pero debió llevarse una costalada importante. El pastor bajó no sé cómo por el mismo agujero a rescatarla, encontrándose con las estalactitas y las estalagmitas. 
La cueva está muy bien acondicionada para las visitas, con barandillas de acero inoxidable y el suelo antideslizante.
No es tan impresionante como la de Aracena, pero da el pego. Además, el guía que sólo hablaba griego nos dejó sacar fotos dentro, cosa que en la de las Maravillas no está permitido.
Desde lo alto del monte se veía Maratón, municipio que da nombre a la carrera porque un tal Filípides fue desde allí a Atenas a toda pastilla para anunciar el resultado de una batalla contra los persas. Se murió del esfuerzo, y no me extraña, porque es un trecho largo.
Desde el monte bajamos con prudencia. Yo creo que si llegamos a pisar un bache grande, el Smart sale rodando con nosotras dentro por aquella cuesta abajo.
Al poco de acceder a una carretera como Dios manda paramos en una panadería muy pija a comprar algo para restaurar nuestros vacíos estómagos. María se encargó de escoger unos pastelillos con queso dentro que quitaban el aliento.
Llegamos a Cabo Sunio sobre las dos de la tarde. Milagrosamente encontramos mesa en primera fila al borde de un pequeño acantilado mirando al Templo de Poseidón. Ahora que lo pienso, no fue tan milagroso. Es que ningún vehículo normal cabía ya en la diminuta zona de aparcamiento.
Aunque estuvo nublado gran parte del día, hizo calor. Estuvimos muy a gusto comiendo debajo de una sombrilla.
El templo fue construido en el año 440 a.C., y destruido por los persas. Mucha guerra dieron los persas por aquí.
Desde Cape Sunio volvimos costeando. La carretera pasa por el sinuoso paisaje ático ofreciendo unas vistas magníficas. Vimos yates impresionantes fondeados y coches no menos impresionantes nos adelantaron, como un flamante Ferrari rojo que nos pasó con su característico sonido atronador.
Grecia es un país pobre, pero cuenta con el sector marítimo más rico del mundo. Grandes armadores viven aquí, lo mismo que la industria que les rodea.
En Vougliameni vimos una clase de yoga sobre tablas de surf. No puede ser cómodo de ninguna manera estar haciendo posturitas intentando evitar caer al agua y controlar que la tabla no se te vaya a pasear fuera del lugar de la clase.
Allí también echamos un vistazo al Lago Vouliagmeni, que se alimenta de aguas subterráneas y mantiene el agua templada todo el año.
En Voula paramos en un chill out al borde del mar donde habíamos quedado con María Christina. María Christina me va a matar porque sigue este blog y me prohibió publicar la fotoporque  se encuentra gorda.
María Christina habla español perfectamente. De origen griego, nació en Brasil y vivió en Argentina antes de venir a establecerse en Grecia, desde donde dirige junto a su marido su compañía naviera.
Al despedirnos en el aparcamiento, me enseñó el mini vehículo que ahora conduce. Ha pasado de un tanque donde una vez nos metimos ocho a un artefacto que le permite aparcar en todos sitios. El tanque lo deja para los viajes largos.
Volvimos a casa de María a descansar, con la intención de no volver a salir a la calle porque estábamos las dos completamente muertas, y yo con el plan de no cenar nada para mantener el estómago a raya.
Me di una ducha antes de sentarme en el sofá a escribiros. Mientras tanto, María discutía por teléfono asuntos políticos. Se presenta a las elecciones municipales en la isla donde tiene su hotel. No sé de dónde saca el tiempo.
A las doce menos cuarto me despedí dejándola en el sofá con su ordenador, preparando una lista de vinos que tiene planeado servir en el hotel.
Buenas noches desde Atenas.









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