25 may 2019

Una cateta en Grecia (Día 7) ΈναβλαχαδερόστηνΕλλάδα

Dormí pocas horas pero muy bien. La cama es cómoda y no sentí a Nuvara en toda la noche.
Antes de salir a desayunar, se dedicó a perseguir a una mosca por la habitación para sacarla por la puerta del jardín sin matarla. Nuvara es incapaz de matar una mosca, literalmente.
Gracias a Dios, la zona de desayuno está a pocos metros de nuestra habitación. Caso contrario, probablemente me habría perdido por el camino. 
Pocas miembros de WISTA estaban levantadas temprano. Una alemana que vive en Chipre me estuvo contando que algunas acabaron bailando en una discoteca del resort hasta las dos y media. Parece ser que hay aquí un congreso de hombres portugueses y que se les saltaron los ojos de las órbitas cuando se enteraron de que hay un congreso de ciento y pico mujeres. Va a ser que no, queridos.
Por razones que desconozco, se paseaba por el comedor una señora con un ave rapaz tranquilamente posada en su brazo.
Mi estómago parece estar de nuevo en su sitio, así que me arriesgué con un huevo escalfado, una tostada y una galleta. Viviendo peligrosamente.
Fui a registrarme para la conferencia. Como era temprano, di un pequeño paseo por el resort. Aquí te pierdes y no te encuentran en años. Tengo la teoría de que puedes no volver nunca a casa y nadie se va a dar cuenta. Desayunas fuerte, te duchas en la piscina, mantienes un perfil bajo todo el día y luego duermes en cualquier rincón de este laberinto, sobre una hamaca o una butaca. Se puede entrar y salir desde la playa privada sin que controlen.
No gano para broncas. María Christina me obliga a corregir que no llegó 20 minutos tarde ayer a recogerme, sino 8. Queda dicho, María Christina. Continúo.
Haciendo honor a la puntualidad griega, la conferencia comenzó a las diez y veinte. La puerta de la sala permaneció cerrada hasta esa hora porque no estaba lista para recibirnos.
Me gustó mucho la organización en mesas redondas
Mientras los primeros ponentes hablaban, saqué el ordenador para trabajar un rato.
A las doce y media, quince minutos tarde,  hicimos la pausa del café, que aproveché para bajar a mi habitación a dejar el ordenador y los regalos que me han hecho. 
La segunda parte de la conferencia se retrasó hasta casi las cuatro, y luego nos llevaron a todas al jardín a sacar una foto, de modo que comimos casi a las cuatro y media. Sirvieron un buffet no muy variado pero bastante sabroso.
Nos sentamos en el exterior, repartidas por las mesas con butacas.
Alguien explicó el motivo por el cual una señora se pasea con un halcón en el brazo. Esto parece la película de  Los Pájaros pero en dibujos animados, porque no dan nada de miedo. Los hay por todos lados y tienen la cara durísima. Se suben a la mesa a picotearte la comida con total tranquilidad. El halcón sirve para que no se acerquen a comerte el desayuno.
Sobre las seis fui de exploración con Vivi. Nos perdimos varias veces. Vimos las tiendas, las piscinas y nos acercamos a ver la playa. No bajamos porque yo llevo calcetines.
Al volver, paramos en una de las terrazas a tomar un gin tonic y un zumo con Anna, otra de las víctimas del vino tinto. 
Le pregunté qué opinión le merecían sus zapatos a su perro chiguagua. Dice que los considera otras mascotas de su dueña.
No os he contado que Vivi colecciona gafas. Cuanto más originales, mejor. Hoy llevaba unas con un ojo redondo y el otro cuadrado. Ayer, cuando viajamos, llevaba unas en tonos pantalón vaquero, a juego con su ropa. Recuerdo haberle visto unas de terciopelo.
A las ocho volví a la habitación para prepararme para la cena. 
Nuvara me ha regalado una variedad de dulces turcos. Este año me ha traído uno que no había visto nunca. Es una cuerda a la que están pegadas unas nueces recubiertas de una goma hecha con el jugo de la uva. Original y riquísimo.
La cena, que tenía que haber empezado a las nueve, comenzó a las diez menos cuarto. En la espera nos estuvimos sacando fotos todo el mundo con todo el mundo. Aquí aparezco con Sadan Kaptanoglu, la nueva y primera mujer presidente de BIMCO, estrella del evento.
En la mesa de la cena me tocó sentarme sólo con dos personas a las que no conocía de antes. Lo pasamos muy bien.
Sin esperar a terminar el postre, el disc jockey, que nos había deleitado con música de jazz durante toda la cena, dio comienzo al baile poniendo Dancing Queen, el himno no oficial de nuestras fiestas. Como siempre, todo el mundo se lanzó a la pista a darlo todo.
La noche acabó con el tradicional sirtaki, bailado por las griegas y las chipriotas.
De la sala de la cena pasamos unas cuantas a una de las terrazas a beber margaritas, whisky, gin tonics y cosas por el estilo. Yo no.
A las tres de la mañana nos fuimos a la cama.
Buenas noches desde Costa Navarino.










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