24 may 2019

Una cateta en Grecia (Día 6) ΈναβλαχαδερόστηνΕλλάδα

Hoy nos lo tomamos tranquilamente. Nos levantamos sobre las nueve, desayunamos y estuvimos recogiendo, María para irse a su isla y yo a Costa Navarino para la conferencia WISTA Med que comenzaba hoy.




María no puede asistir porque debe estar presente en el final de la campaña electoral. Os conté anteriormente que se presenta a las elecciones municipales.
En Grecia no se puede votar por correo como hice yo la semana pasada. Su partido ha fletado un avión para llevar a votar a todos los paisanos que viven en Atenas. Aunque no residan allí, pueden elegir mantener su colegio electoral.
A las once había quedado María Christina en recogerme. Llegó 20 minutos tarde, no por su culpa, sino porque se encontró con lo que ella llama el camión de la caca. Me envió una foto como justificante. Os cuento esto porque me dijo que si ponía en el blog que había llegado tarde, me mataba. Mátame, María Christina.
Su mini coche tiene asientos traseros que se abaten para dar espacio a mi maleta. Es increíble que una cosa tan pequeña dé para tanto.
Nos despedimos de María y  salimos hacia Vouliagmeni, donde había quedado con Vivi a la una. 
Por el camino, entramos en dos marinas a ver los yates. En la primera estaban atracados algunos gigantescos, cuyos propietarios me fue enumerando. En la segunda eran más modestos, de los que vemos en nuestros modestos clubes náuticos. 
Fuimos a conocer a su hijo, un chico encantador que hoy no fue a la universidad para evitar encontrarse con los alborotadores que están protestando por el terrorista asesino.
Paramos en Glyfada para ver el mercado callejero de los jueves y la iglesia de Agios Konstantinos & Elenis.
Ya en Vouliagmeni, nos sentamos en un restaurante al borde del mar, restaurante que enseguida identifiqué porque había comido allí en 2010.
Al poco de llegar, se nos unió el capitán Niko, su marido. Picoteamos algo mientras charlábamos acompañados de un pajarito.
A la una y cuarto, tarde, María Christina me acercó en el mini coche hasta el edificio de oficinas de Thenamaris, donde trabaja Vivi. Entré a saludar un momento a sus compañeros. 
Sobre las dos menos cuarto partimos con destino a Costa Navarino en el Peloponeso. Tardamos tres horas y cuarenta minutos. Paramos por el camino en una zona de servicio donde nos encontramos con otras miembros de WISTA. Desde varios coches nos íbamos mandando mensajes contando por dónde íbamos.
Atravesamos el canal de Corinto. La diferencia en la vegetación al entrar en el Peloponeso es inmediata. Se pasa de una zona árida y rocosa a otra verde, con montes de cierta altura.
Al pasar por el desvío que conduce a Esparta me pregunté si los espartanos siguen luciendo tableta en la barriga. Me voy a quedar con la duda.
Costa Navarino es un resort construido por un armador nacido en Kalamata. Pasó de ser un niño de la calle a multimillonario.  Se compone de un laberíntico conjunto de pequeños edificios con campo de golf, tiendas, restaurantes y zonas lúdicas, todo de muy buen gusto. La reina Rania de Jordania estuvo por aquí recientemente.
En recepción coincidimos con las turcas, que nos han traído a Sadan Kaptanoglu, la recientemente elegida presidente de BIMCO, una persona encantadora y de lo más normal.
Esta vez comparto habitación con Nuvara. El verano pasado me fue a visitar a España acompañada de su marido y su hija.
Antes de tomar posesión de nuestro escondite, nos sentamos a charlar en los jardines con todas las que fueron llegando, de Chipre, Inglaterra, Grecia, Suiza, Francia, Turquía e Italia. Han venido también miembros de Estados Unidos y Alemania, pero aún no las he identificado.
Llamo escondite a nuestra habitación, porque en el laberíntico conjunto de edificaciones te pierdes varias veces antes de llegar a donde quieres ir.
Aprisa y corriendo deshicimos el equipaje, planché mi maltratada ropa y nos vestimos para asistir al cocktail de bienvenida en un sitio dentro del recinto que tardamos en encontrar un buen rato.
Mi camisa blanca de lino, el vestido blanco largo de una griega y la chaqueta blanca de Béatrice la francesa acabaron manchados de vino tinto por culpa de un desgraciado accidente. 
Nos sentamos a cenar en varias mesas de un restaurante italiano del resort hasta las doce de la noche. Hacía un poco de rasca en los jardines. La temperatura en esta zona es un poco más fresca que en Atenas.
Al llegar a la habitación tuve que buscarme la vida en la semi oscuridad, ya que Nuvara se fue a acostar un poco más temprano porque llevaba desde las cinco de la mañana en pie.
En la ducha  me acordé del diseñador de la grifería y de todos sus parientes difuntos. No sé si crean estos artefactos con la intención de quedarse con la gente. Te encuentras delante de unos  aparatos sin manual de instrucciones, te dedicas a mover aquello para todos lados y siempre acaba saliendo un chorro de agua helada del techo. Como ya me ha pasado más de una vez, yo me coloco en una esquina para no sufrir el ataque.
A la una menos cuarto me deslicé entre las sábanas y entré en coma inmediatamente.
Buenas noches desde Costa Navarino.







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