17 jun 2011

Una cateta en la Gran Manzana (Nueva York y Washington, día 9)

Desperté como una reina a las siete y media de la mañana. Estos últimos días nos lo vamos a tomar con más calma.
Bajamos a desayunar sobre las nueve. En el comedor no había rastro de españoles, sólo americanos grandes, de los de verdad, un par de japoneses y una familia de suecos o noruegos (no soy capaz de distinguir un idioma de otro). Había bacon, patatas fritas, tortillas de queso, dos máquinas para hacer gofres con sirope y otras porquerías varias. Los americanos se estaban poniendo hasta las cejas. Todo en recipientes de cartón con cubiertos de plástico. Los de Duralex aquí lo tendrían crudo.
Salimos sobre las diez en dirección al National Portrait Museum, a unos cinco minutos de distancia. Allí tomamos el bus turístico. Compramos en el hotel un billete para dos días. Las distancias son tan enormes que ésta es la mejor manera de visitarlo todo. Sin rastro de españoles.
La ruta comenzó en el Ford’s Theater, donde se cargaron a Lincoln. Había cola de estudiantes para entrar.
Pasamos por la central de FBI, los Archivos de los Estados Unidos y, finalmente, el Capitolio. Estaban comentando que Eva Longoria andaba por allí. Acabo de mirarlo en internet y es cierto. Fue a defender a los campesinos inmigrantes que trabajan en los campos norteamericanos.
Subimos de nuevo a un autobús turístico. Esta vez nos tocó un conductor de mal humor que casi nos mata. Pasamos por varias zonas de árboles con ramas bajas. Teníamos que agachar la cabeza para evitar ser guillotinadas.
Circulamos por el costado del The Mall, ese terreno rectangular cubierto de césped y agua en cuyo extremo oeste se encuentra el Lincoln Memorial, en el este el Capitolio y en el centro el obelisco del Washington Monument. Pasamos por varios de los museos Smithsonian. Mañana, si nos da tiempo, visitaremos el Museo del Aire y el Espacio. Tienen una pila de ellos en esa zona: Museo American Indian, Museo de Arte Africano, Museo de Historia Natural, Museo de Historia Americana, Galería Nacional de Arte, y no sigo para no aburriros.
Pasamos por el Thomas Jefferson Memorialy el Franklin D. Roosevelt Memorial. Nos bajamos junto al Lincoln Memorial. Lo primero que hicimos fue acercarnos al impactante Korean War Veterans Memorial. Representa a unos soldados saliendo de una zona boscosa. Hay ramos de flores y fotos de los soldados por todas partes.
En ese momento sobrevoló la zona un helicóptero de la fuerza aérea americana. Más de película imposible.
Subimos al Lincoln Memorial, la estatua gigantesca de Abraham Lincoln sentado. Es alucinante.
Una losa en el suelo recuerda el discurso pronunciado por Martin Luther King en 1963. “I have a dream”. Forrest Gump se paseaba vestido de militar.
El lago que ocupa la parte del Mall más cercana al monumento a Lincoln estaba vacío. Andaban por allí con unas excavadoras arreglando el terreno.
Nos encontramos por los alrededores con el peor enemigo del oso Yogui y le sacamos una foto para la posteridad.
Volvimos a subir al autobús turístico que nos llevó hasta la Casa Blanca. Nos sacamos una foto delante de la fachada del despacho oval, que tenía la luz encendida en ese momento. Obama estaba en casa, o las limpiadoras sacándole brillo a los muebles.
Una chica recién salida de su ceremonia de graduación, toga bajo el brazo, se sacaba fotos con la Casa Blanca de fondo. Hemos visto estos días varios estudiantes con sus togas y birretes.
Caminamos hasta el elegantísimo hotel Willard para tomar de nuevo el autobús. Destino: Georgetown. Es un barrio con casitas de ladrillo de una o dos plantas, zonas con árboles y el campus de la Universidad de Georgetown. Comimos por allí y nos dedicamos a pasear. He de confesar que también fuimos de compras.
Encontramos un restaurante etíope. ¿En qué consistirá el menú, agua de pozo y torta de maíz?
Cake, ¿es ésta la taza que quieres que te compre?
A las cinco y media volvimos a subir al autobús y pasamos por Embassy Row, que es la zona donde están las embajadas. La nuestra no es muy grande. Ocupa una casa de ladrillo restaurada, de manera que la fachada permanece sin tocar pero le han añadido más pisos fabricados con una estructura de cristal y metal. Un horror.
La conductora del autobús era una loca al volante. Tenía prisa, mucha prisa. En dos ocasiones estuvimos a punto de ser asesinadas por ramas de árbol. Empezó a llover con alegría, así que tuvimos que abandonar el piso superior del autobús y guarecernos en la planta baja. El agua bajaba por las escaleras como un río.
Llegamos a nuestro punto de partida de esta mañana, junto al National Portrait Museum. Llovía con menos intensidad. Como no había mucho que hacer, nos acercamos a Macy’s, los grandes almacenes. Por fin encontré unos Levi’s a un precio increíble y de un modelo aceptable.
Cenamos en la calle 7, en un restaurante tan típico de película que en la mesa de al lado estaban sentados tres agentes del FBI con sus pistolas, sus placas y sus esposas. Estuve a punto de levantarme para sacarme una foto con ellos. A tiempo me llegó el sentido común y me detuve.
Caminamos de vuelta al hotel y nos tumbamos en nuestras respectivas enormes camas a jugar con su iPad Patricia y a escribir esta crónica yo.
En este momento hay una tormenta eléctrica tremenda. Espero que tengamos pararrayos. Acaba de sonar un trueno como una bomba.
Buenas noches desde Washington DC.

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