16 may 2015

Una cateta en Nueva York (Día 8)

Desperté a las seis por el ruido de la obra de enfrente pero no le hice ni caso. Me puse una almohada encima de la cabeza y volví a dormirme hasta que sonó el despertador a las siete y diez.

A las ocho menos cuarto salimos hacia 1 Battery Park, donde se celebraba la reunión anual de WISTA USA. Hoy era en la planta baja, sin ventanas mirando a Miss Liberty, con la asistencia de unas 150 miembros de WISTA USA e invitadas de Grecia, Suiza, Chipre y Holanda, además de nosotras, las miembros del comité ejecutivo internacional.

Nos esperaban con un desayuno compuesto por todo tipo de bollos y bagels. Estaba anunciado por escrito “desayuno continental”. Un paraíso para los golosos.
En la mesa donde nos registramos tenían una enorme bandeja llena de chocolatinas. Informé a las chicas encargadas del asunto que me verían con frecuencia durante el día.

Tuve la oportunidad de conocer a una mujer práctico del puerto de Houston. En España aún no tenemos ninguna. Me contó que a veces los capitanes están hablando por el móvil con sus mujeres cuando ella está dando instrucciones para la maniobra. Al oír una voz de mujer al fondo preguntan quién es la que habla. Al responder los maridos que es el práctico del puerto, normalmente dicen: “Sí, ya”. Tiene que sacarse fotos con ellos para demostrar que es cierto.


A las once y media nos dieron de comer en una caja. La verdad es que el contenido estaba delicioso.

Se acercó a saludarme una judía sefardí cuyo abuelo era español.
A la una se reanudó la conferencia con el discurso del gran jefe de Teekay Shipping, la naviera canadiense que le compró la flota a Fernando F. Tapias.
Después de un interesante panel sobre piratería informática en el sector marítimo, tuvimos otro descanso con fruta y bollos. Es la primera conferencia a la que asisto en la que ofrecen Coca Cola en los coffee breaks. ¡Cómo se nota que estamos en América!
En la segunda parte habló una miembro de WISTA, capitán del US Coast Guard, el terror de los barcos por las estrictas inspecciones que les hacen cuando tocan puertos americanos.
A las cinco terminó la conferencia. Fuimos caminando hasta un bar en el sótano del lugar donde íbamos a cenar para hacer tiempo. Los bares de la zona de Wall Street estaban a reventar de gente comenzando el fin de semana.
Nicki me enseñó el enorme pedrolo que llevaba en la mano, haciendo juego con los gigantescos brillantes que siempre lleva en las orejas. Ya os he hablado de ella alguna vez. La pobre se pasea por Nueva Orleans en un Maserati.
A las siete subimos a la India House, un club privado cuyos miembros son, en su mayoría, gente del sector. En el comedor tenían expuesta una antigua  maqueta de un galeón español.
Cenamos muy bien en cantidad más que aceptable, teniendo en cuenta que aquí son unos animales con la comida. En la caja del almuerzo, por ejemplo, había suficiente para dar de comer a dos personas.
A las diez y media volvimos a tomar al asalto el bar del sótano. Se sentó a mi lado un matrimonio grecoamericano que son la pera. El pesa no menos de ciento cincuenta kilos y le falta un dedo. Se nota que es el hombre más feliz del mundo.
Karin, Jeanne y yo nos despedimos pronto porque mañana tenemos reunión todo el día. Volvimos en taxi. A las doce menos cuarto ya estaba en la cama.
Buenas noches desde Manhattan.


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