Me di una ducha y me senté a escribiros
porque ayer fui incapaz.
Pasó por el Hudson un barco de pasajeros. Quedé
tan embobada que no me acordé de sacarle una foto.
Me puse mis nuevos Levi’s y mis nuevas Nike
porque, según acordamos ayer, la reunión de hoy iba a ser en vaqueros.
El conductor nos llevó por debajo del
puente de Brooklyn y luego bordeando el East River.
No puedo expresar la emoción que sentí al
pasar todo el día en mi edificio favorito del mundo mundial, en las oficinas de
Blank Rome. Me encanta, me encanta, me encanta. Desde las gárgolas a los
detalles art decó del hall y de los ascensores.
Mantuvimos una reunión de dos horas con las
representantes de los países. Una vez se despidieron, comenzamos un
análisis SWOT con una especialista. Es una herramienta para intentar mejorar el
funcionamiento de una organización. Fue muy interesante.
Comimos a la una sin interrumpir la reunión
para no perder tiempo.
Hice una exhaustiva investigación para ver
si los bufetes de abogados de Nueva York son como los de las películas. Lo son.
Lástima que hoy estuviera vacío por ser sábado.
Encontré una ventana desde la que se veían
las gárgolas del edificio. Emoción, emoción.
Karin, Jeanne, Tosan y yo cruzamos a Grand
Central Station, donde se comieron unas ostras en el Oyster Bar. Yo
preferí seguir sin saber a qué sabe una ostra.
Tosan va así de abrigada no porque hiciera
frío, sino porque es nigeriana.
Alguna se bebió hasta el agua de los
floreros y acabó cantando en el escenario micrófono en mano.
A la una nos echaron de allí. Volvimos en
taxi con un tráfico horrible por Times Square, donde los anuncios de neón hacen
que parezca de día.
En el hall del hotel había un negro de
uniforme pidiendo a todo el que entraba que le mostrara la llave de la
habitación para dejarnos pasar.
Buenas noches desde Manhattan.
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