26 oct 2018

Una cateta en Noruega (Día 9)

Menos dos grados centígrados para empezar el día.
La alarma del teléfono de Rae sonó a las seis de la mañana. Definitivamente, hay que ser bombero para salir a correr a esa hora sin haber dormido apenas y con este frío.
Yo me levanté poco después. Cuando estaba terminando de arreglarme, apareció ella de vuelta de su carrera. Se metió en la ducha y empezó a cantar a grito pelado. Me fui abajo a desayunar después de ver el tatuaje que le ocupa toda la espalda. 
Estuve charlando con Athina de Grecia y después con Kathi Stanzel, que llegó ayer a última hora desde Londres. Parece ser que los vuelos de ayer por la tarde a Tromsøiban cargados de mujeres.
A las ocho y media comenzó la conferencia con una chica cantando vestida de traje regional.



Nos dio la bienvenida la alcaldesa de la ciudad y después habló Elisabeth Grieg, una armadora noruega que sólo tiene 130 buques.
A partir de ahí comenzó una serie de presentaciones sobre la navegación en el Artico y lo ecológicos que son todos los que intervinieron.
Ayer se me olvidó contaros que elegimos las sedes para las conferencias anuales de los próximos años. 2019 en las Islas Cayman y 2020 en Hamburgo. Las miembros del primer país nos regalaron un par de gafas de sol a cada una como parte de la promoción de la próxima conferencia. 

A las doce paramos para comer en el bufet del hotel. Se produjo una larga cola. Llegué a tiempo para pillar una buena porción de riquísimo salmón y probar un poco de cada postre.
Los dos hijos de Birgit, a los que casi hemos visto nacer, asisten siempre que pueden a las conferencias. Andaban correteando entre las piernas de las asistentes para pillar comida.
A la puerta de la sala de conferencias nos regalaron las holandesas un bolígrafo tulipán a cada una.
Proyectaron el video de un simulacro de rescate de pasajeros de un crucero en el Artico. Parecía una película de Mission Impossible. Se me quitó el sueño que llevaba encima.


Hemos dado un paso más en la modernidad. Ya no es necesario levantar la mano cuando quieres hacerle una pregunta a alguno de los ponentes. La escribes en una aplicación en tu móvil y aparece en una de las grandes pantallas que hay en el escenario. Así se evita, sobre todo, aguantar los rollos de algunas que quieren llamar la atención cuando cogen el micrófono.
A las cinco terminaron las sesiones. Subimos a las habitaciones a cambiarnos para tomar el autobús a las cinco y media. Ibamos a cenar de barbacoa en Sommarøy, en el mismo hotel donde nos hospedamos hace unos días.
Como el viaje dura una hora, nos dieron a cada uno un bocadillo de pollo con hierba envuelto en un wrap en lugar de pan. Estaba muy rico.
El viaje no se hizo nada pesado porque fuimos charlando y riéndonos.
No os he contado que hay un túnel a la entrada de Tromsø que tiene una enorme rotonda dentro. A todo el mundo le ha llamado mucho la atención.
En el hotel ocupamos los dos comedores. Nos sentaron en largas mesas. Antes de cenar hubo una presentación. En Canadá fue un astronauta el que nos entretuvo. En esta ocasión fue Kari Schibevaag, campeona del mundo de kite surf, personaje bohemio donde los haya. Nos tuvo casi una hora contándonos su vida desde que salió del vientre de su madre hasta antes de ayer, con una presentación donde nos enseñaba fotos de familia de lo más variopintas. En mi mesa acabamos con la risa floja intentando aguantarla para que la individua no se ofendiera.
Cuando por fin nos dejó en paz nos comimos la barbacoa, consistente en varios tipos de carne, pescado, patatas hervidas y ensaladas. 
La cena se interrumpió en un par de ocasiones para salir aprisa y corriendo a la terraza a ver la aurora boreal, que aparecía y desaparecía continuamente del horizonte.
Nos acompañaron en la cena los esposos y todos los niños. 
Hay uno noruego que se sienta en la sala de sesiones con su madre sin moverse para nada. Lo tiene entretenido con un iPad y no se le oye ni respirar.
Los dos hermanos belgas me tienen enamorada. Ella lleva un abrigo de pieles falso, una corona con un cuerno de unicornio y bisutería varia en las muñecas.
A las diez pusieron el primer autobús de vuelta al hotel.
Las miembros de España, Argentina, Venezuela y Perú nos quedamos charlando en una mesa sin prestar atención a la hora. 
Las más valientes se lanzaron a meterse en el jacuzzi cuando nos ofrecieron bañadores. Dos norteamericanas incluso se metieron en el fiordo a continuación. Había una capa de hielo en la superficie. 
Les perdí la pista a todas las bañistas. No sé si estarán en reanimación en el dispensario del pueblo porque en el último autobús no venían.
Llegué a las doce y media al hotel. Rae estaba durmiendo como un tronco.

Buenas noches desde Tromsø.







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