Desperté a las seis. Intenté dormir un rato más pero sólo conseguí quedarme en la cama hasta las siete.
A las ocho y cuarto tomé el metro desde enfrente del hotel hasta La Haya directamente.
Hacía un frío moderado y algo de viento. Pasaban nubes no demasiado sospechosas.
Los viajeros iban todos muy bien peinados y aseados. No como los guarros del avión.
El metro circula subterráneo sólo por Rotterdam. Luego sale a la superficie y te permite observar los muchos canales, los campos verdes, las vacas, unas ovejas descomunales y montones de invernaderos de cristal donde supongo que crecen las flores que convierten a Holanda en el principal productor mundial.
Pasee por los alrededores del parlamento, por Binnenhof, una serie de edificios administrativos que llevan ahí desde el siglo XV por lo menos. Pasé por la puerta del Mauritshuis, el museo que contiene, entre otras cosas, a la joven de la perla de Vermeer; estuve en Passage, un pasaje comercial de siglo XIX que contiene elegantes tiendas y una chocolatería que vendía zapatos de tacón de chocolate. También estuve en el Apple Store a conocer al nuevo iPhone 8. Muy bonito, pero no.
No fui a visitar la playa de Scheveningen porque el día estaba ventoso y empezaron a verse unas nubes poco amistosas en la lejanía.
Cuando me cansé de La Haya volví caminando a la estación de tren y tomé uno con destino a Delft, a donde llegué en apenas diez minutos.
Cuando llegaron los protestantes a Holanda se cepillaron la mayor parte de los símbolos católicos, así que están un poco desnudas para mi gusto.
Delft es la cuna de la porcelana azul y blanca, que te venden por todos sitios en todas sus posibles versiones.
Mientras hacía tiempo me dediqué a leer el menú. Estuve a un tris de salir corriendo de allí. Le saqué una foto porque supe que no me ibais a creer. Ofrecían bagels rellenas de insectos muertos. Eran gusanos, saltamontes y otras porquerías por el estilo,
Tan pronto amainó el temporal en la calle, salí por patas.
Me metí por un pasaje que conducía a una placita con jardines donde las farolas imitaban a la porcelana de Delft. Había allí una tienda como sacada de la postguerra, con su balanza antigua y cajas de productos antiguos. La dueña vendía regaliz y caramelos al peso.
Desde Delft volví en tren a Rotterdam y luego en metro hasta el hotel. Subí un momento a refrescarme. Enseguida me lancé a la calle a explorar. Tanto a la llegada como a la salida me encontré a miembros de WISTA llegando con sus maletas. Casi todas nos hospedamos en mi hotel y en el de al lado. Están unidos por un pasillo. En el otro están las élites y en el mío la clase trabajadora. En realidad no hay mucha diferencia de precio entre uno y otro, pero sí que nota que hay más pasta invertida en el de al lado.
Andando por el Makthal, una enorme estructura que contiene viviendas y dentro un mercado gastronómico, me encontré con Wanda, la presidente de WISTA Polonia. Continuamos paseando juntas por dentro y por fuera. Muchos tenderetes de comida española, jamón de Huelva, pescado frito andaluz, tapas, bocatas, etc.
Por fuera vimos un aparcamiento de bicicletas de dos alturas y unas casa muy raras. Estoy encontrando cosas muy raras en este país, muy raras.
Me llamaron por teléfono Sara y María José, dos de las doce miembros de WISTA Spain que este año venimos a la conferencia internacional que comienza mañana. Nos citaron en un lugar donde casualmente también estaban tomando algo tres turcas, entre ellas Nuvara.
Después de los abrazos de rigor nos sentamos a charlar un rato.
En el hotel nos registramos para la conferencia. Nos entregaron unas bolsas con montones de merchandising y material que nos va a hacer falta estos días.
Subí a mi habitación y me lo tomé con calma porque llevaba sin parar desde por la mañana temprano.
Bajé al cocktail sobre las seis. Era la despedida de la conferencia Mare Forum, que se celebraba hasta hoy y que estaba combinada con nuestra conferencia. Es de temas financieros que no tienen relación con mi trabajo.
Había unas cuantas miembros de WISTA. Luego llegaron Karin, Jeanne y Alex.
A las siete ellas se fueron a la cena de presidentas de los países WISTA y yo a la cena paralela que organizó la coordinadora del comité de comunicación, al que pertenezco.
¿Conocéis a alguien de Nueva Zelanda aparte de a los Hobbits? La nuestra tiene los pies de tamaño normal y las orejas redondas.
Alex nos contó que tiene una bañera jacuzzi en el centro de su habitación, en el hotel de al lado. Me llevó a verlo. También tiene un bar súper provisto de todo y dos paquetes con juguetes para adultos que no piensa abrir.
A las doce y media pude por fin acostarme en mi camita.
Buenas noches desde Rotterdam.
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