9 oct 2017

Una cateta en Holanda (Día 8)

Hoy, por fin, pude dormir ocho horas seguidas. Casi no me lo creo. 
Me levanté a las siete y media, me di una ducha y bajé a desayunar con Karin. Elisa se marchó a trabajar temprano. Karin se tomó el día libre para estar conmigo. Como es la jefa no tiene que pedir permiso a nadie.
A las ocho y media fuimos a ver sus oficinas en Farmsum, a unos diez minutos en coche desde Appingedam. La gente joven iba camino del colegio en bicicleta, charlando en pequeños grupos.
MF Shipping Group está en un edificio de cuatro plantas donde trabajan unas 50 personas. Manejan 58 barcos, algunos propios y otros de clientes a los que les llevan el mantenimiento.
Pasamos un par de horas en la oficina para que Karin pudiera firmar papeles y hablar con su equipo. 
Las instalaciones son espaciosas, modernas y cómodas. Se nota que los empleados están a gusto trabajando allí. Estuve saludando a Ingrid, Thea y Theo, que estuvieron en la conferencia de WISTA.
Desde allí fuimos en coche hasta la provincia de Drenthe a visitar Boomkroonpad, un bosque donde han montado una estructura que te permite pasear a 22 metros por encima del suelo, a la altura de las copas de los árboles. Lloviznaba y la temperatura era de 11ºC. Aún así, dimos un paseo de más de tres kilómetros por el bosque. Vimos muchas setas, mucho barro y muchos árboles. Estuvo muy bien.
Antes de adentrarnos en el bosque nos sentamos a comer algo en la cafetería de las instalaciones. 
Una cosa que me llama mucho la atención es que en este país no hay servilletas. Tengo que llevar encima unos pañuelos de papel para limpiarme los morros.
Desde Drenthe volvimos a Groningen para visitar la capital de la provincia, del mismo nombre. 
Es una mezcla de moderno y clásico, con una población estudiantil importante. Hay que tener mucho cuidado con la vida porque te atropellan las bicis a la primera de cambio.
Estuvimos en una tienda de quesos donde vendían también manteca de cacahuete hecha en el momento. Probé un poco. Estaba riquísima, pero no pude comprarla porque se me iba a estropear antes de volver a casa. 
Quise sacarme una foto con un queso enorme que se me acabó cayendo al suelo, pero no me riñeron. Son muy simpáticos estos holandeses, aunque no usen servilletas.
Nos sentamos a tomar un trozo de tarta de manzana en un café del siglo XVIII con mucho encanto, mientras un pianista nos entretenía con clásicos de los años 40. Tuve que sacar del bolsillo el pañuelo de papel para limpiar las migas de tarta.
En la puerta del antiguo edificio de la universidad había cientos de bicicletas aparcadas. Me pregunto cómo hace cada uno para encontrar la suya a la hora de marchar para casa.
Pasamos por la esquina del barrio rojo pero no entramos. Pude ver un trozo de ventana con una luz roja y la pierna de una señora en tacones. Por mucho que lo haya visto en televisión y me lo hayan contado, no dejó de chocarme la escena. 
Estuvimos en la estación de tren . Data de 1896. Dentro tiene letreros antiguos anunciando, por ejemplo, la zona de espera para damas que viajaban en primera clase o la oficina desde donde se podían enviar telegramas.
Regresamos a Appingedam teniendo que parar en un puente para dejar pasar un pequeño barco que transportaba contenedores por un canal.
Casi llegando a casa hice a Karin parar el camión para sacar la foto del coche. ¿Pasan o no pasan cosas raras en este país?
A las cinco y media estábamos sentadas las tres a la mesa cenando. Elisa había preparado una carne con sabor a clavo (clavo la especia, no la herramienta), patatas cocidas y peras al vino. Como no tenía la mochila al lado, tuve que limpiarme la boca con el pañuelo de los mocos. 
Nos sentamos en los sofás a pasar el resto de la tarde. Después de la paliza de estos días no apetecía otra cosa. Comimos bizcocho típico de la zona sin servilleta, frutos secos cubiertos de chocolate sin servilleta y Coca Cola sin servilleta. Acabé limpiándome las manos en la pernera del pantalón.
Os informo que el gato atigrado ha dejado de pasar de mí olímpicamente. De vez en cuando se acerca para que le haga cosquillas. Es un caprichoso. Cuando está en la calle se ponen encima del camión de Karin para que lo vean desde dentro y le abran la puerta. Cuando está dentro se pone en la puerta para que lo dejen salir.
Me acabo de acordar que no os he contado que la capitana india que fue a recoger el premio a la Personalidad del Año WISTA  tuvo que pedir permiso a su suegra para viajar a Holanda. En India las mujeres van a vivir a casa de la familia del marido cuando se casan. Los suegros se convierten en los padres de las nueras y éstas tienen que obedecerles. Cuesta trabajo imaginar que toda una capitana de barco con tripulación a su mando no pueda tomar decisiones por su cuenta cuando se encuentra en casa. 
Buenas noches desde Appingedam.





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