6 oct 2017

Una cateta en Holanda (Día 4)

Desde ayer comparto habitación con María Mavroudi, la griega que habla mientras duerme.
Se quedó dormida semi sentada apoyada en el cabecero de la cama. Tuve la tentación de agarrarla por los pies y tirar para abajo pero me dio un poco de apuro. O tiene el cuello de silicona o sufre en silencio, porque eso tiene que doler.
La habitación es una ruina desde que llegó. Como si hubiera pasado un huracán. Saca cosas de la maleta y las vuelve a meter sin orden ni concierto. Hay trastos por todas partes. Como no es mi casa me da igual. Si estuviéramos en mi casa ya la habría matado.
En cierto momento noté que se movía y se metía en la cama como las personas normales. Luego empezó a hablar en griego y a soltar unos gemidos raros. Después no sé lo que pasó porque me quedé dormida.
A las cinco de la mañana volvió a hablar, pero esta vez me estaba hablando a mí porque era en inglés. Tuve que tirarle una almohada para que se callara y me dejara dormir. 
A las seis desperté yo sola con el ruido del temporal que había fuera. Soplaba fuerte viento y se oía llover con alegría.
Las sesiones de conferencias comenzaron a las ocho y media. La mayoría de las españolas nos sentamos en la última fila, justo delante de las ventanas. Cuando vas a pasar todo el día metida en una sala, mejor tener las ventanas cerca para ver un poco el exterior.
La sala estaba llena. Este año somos casi 300 asistentes de 32 países diferentes.
La presidenta de WISTA UK estaba sentada cómodamente con los pies en alto porque tiene una infección en una pierna, no porque sea una grosera.
Las sesiones duraron hasta las doce y media, con un descanso hacia la mitad.
A través de una aplicación en el móvil se puede seguir el programa, ver las biografías de los ponentes y hacerles preguntas, y encontrar todo tipo de respuestas logísticas. Es una pasada.
Mercedes me dejó tocar sus nuevos AirPods, los auriculares inalámbricos de la secta.
Para comer tuvimos un buffet, como normalmente se hace, para que sea rápido y ligero, aunque hay quien llena el plato como si llevara una semana en ayunas. Me senté con las griegas Anna-María, Vivi y Elpi.
A las dos reanudamos la conferencia hasta las tres y media. 
A pocos metros del hotel, debajo del puente Erasmus, embarcamos para hacer una visita al puerto, o al menos a una parte, porque visitar todo el puerto puede llevar días.
Durante parte del recorrido nos acompañó un remolcador de Multraship, uno de los patrocinadores de la conferencia, empresa propiedad de Joan Müller, miembro de WISTA. Hizo varias maniobras de giro al costado de nuestro barco, despertando gran entusiasmo.
No llovía pero continuaba soplando fuerte viento. Dentro del barco se notaba poco. Fuera era como un huracán.
Pasamos por la refinería, la terminal de Vopak, los astilleros de Damen, una terminal de graneles sólidos y varias terminales químicas. Me encantó.
Sirvieron café y pasteles WISTA  riquísimos. Casi daba pena comerlos.
Regresamos sobre las cinco y media. Subí a la última planta del hotel con Anna-María y Vivi para disfrutar un rato de las vistas.
Enseguida volvimos a nuestras habitaciones a arreglarnos para la cena de gala.
A las siete y media nos llevaron en el mismo barco hasta la orilla de enfrente para cenar en Hulstkamp, uno de los pocos edificios que quedaron en pie tras la Segunda Guerra Mundial.
En el barco finalmente fuimos capaces de hacer la foto del grupo de WISTA Spain, después de cuatro intentos. Siempre nos faltaba alguien. No sé cómo se las ingenian las americanas. Normalmente acuden más de veinte y salen todas en la foto.
En la cena me tocó sentarme con Eleonora, una buena amiga griega, dos alemanas, una holandesa, Kathy Plemer y su marido, y Lena.
El plato principal era “Guinea fowl”. Ni Elenora ni yo supimos lo que era hasta que las griegas empezaron a circular una foto del animal en su grupo de WhatsApp junto con el mensaje “Que aproveche”. Por el aspecto era evidente que se trataba de un pariente del pollo. Según el traductor de Google es gallina de Guinea. Venía acompañada de una ensalada riquísima con lentejas y otros ingredientes desconocidos. Eso de cenar en penumbra puede ser un problema cuando no sabes lo que hay en el plato.
El postre se sirvió de pie en la zona de baile. Eran unos vasitos con mouse de chocolate o de fresa. Atención al cubierto.
Justo antes de levantarnos actuó un humorista inglés que despertó sentimientos encontrados. Hubo quien se partió de risa y a quienes no les hizo ni puñetera gracia, yo entre ellas.
La orquesta del baile era realmente buena, tanto que aguanté hasta que nos echaron de allí a la una de la madrugada.











Regresamos en el último barco. Cuando me metí en la cama eran más de las dos de la madrugada.
Buenas noches desde Rotterdam.

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