Ayer a las diez y media de la noche estábamos en la cama. Creo que podría vivir en Holanda si no fuera por el clima.
A las siete menos cuarto me levanté y desayuné con Karin. Elisa ya estaba lista para marchar a trabajar.
Fuimos a las oficinas de Karin. Subimos a su despacho donde tomé un chocolate caliente mientras esperaba a que llegara la empleada que me iba a trasladar en coche hasta la estación de tren de Groningen. Podía haber tomado un tren en Appingedam y transbordar en Groningen, pero Karin no quiso.
A las nueve menos cuarto, mientras bajábamos en el ascensor para despedirnos en la entrada, oímos que había varios empleados charlando en la planta baja esperando para subir. Cuando se abrió la puerta, Karin les gritó: ¡Uhhh!. Pegaron un bote y hubo dos que gritaron del susto. Así es Karin. Va a trabajar en vaqueros cuando no espera visitas y trata a sus empleados con mucha familiaridad.
La empleada de Karin que me llevó es una señora mayor encantadora. Está al cargo de la cafetería. Tardamos casi media hora en llegar a Groningen por culpa del tráfico. Perdí el tren de las 09:18 hrs, que era mi primera opción. Tuve que tomar el de las 09:48, que seguía otra ruta pero era igualmente conveniente.
El tren pasó por Assen y Zwolle antes de parar en el aeropuerto de Schiphol, donde tuve que cambiar de tren. Fue muy rápido. Subí una escalera, bajé otra, subí al segundo tren y enseguida partimos.
A las 12:12 exactamente me apeé en la estación de Amsterdam Sloterdijk, a seis minutos de Amsterdam Central. Cuando estuve buscando hotel en internet me encontré con que los buenos y respetables estaban a precios desorbitados. Los asequibles eran antros impresentables. Los medio asequibles tenían críticas regulares por culpa de la falta de limpieza y el ruido por las noches. Amsterdam es pura fiesta según oscurece. Por casualidad descubrí esta zona moderna de edificios de cristal donde hay varios hoteles nuevos a precios discretos justo al lado de la estación. El mío es de estilo juvenil e informal, con zona para cocinar tu propia comida, un bar acogedor y la posibilidad de hospedarte en habitaciones compartidas. Una cosa es dormir con mis amigas de WISTA y otra muy distinta hacerlo con desconocidas. Reservé una individual.
No se podía ocupar la habitación hasta las tres de la tarde. Les dejé la maleta en depósito y me fui a la estación de nuevo para ir a Amsterdam Central, la estación principal de Amsterdam.
El día estaba nublado y fresco, pero no tan frío como ayer.
Una vez inspeccionado el terreno, busqué algo para comer. La visita amenazaba con durar dos horas y media. No podía esperar a después. En una tienda de quesos observé que vendían unas pequeñas pizzas caseras. Compré una de queso y champiñones. Me dieron una servilleta de papel toda entera para mí sola.
Su respuesta fue breve y concisa: “Alcalá Meco”.
Una lástima. Me hubiera encantado organizar una cata en casa con algunos que yo me sé.
También he visto los Chupa Chups con contenido adicional. Otra lástima.
He estado respirando profundamente todo el día para ver si se me pegaba algo. Al pasar junto a los Coffee Shops se percibe un aroma reconocible. No sé si será por eso que aguanté toda la tarde como una campeona.
Oude Kerk significa vieja iglesia. Data del siglo XIV. Según parece, está financiada en su mayoría por las donaciones de los pecadores que limpiaban sus culpas dando dinero a la iglesia antes o después de pecar por los alrededores. A la espalda, entre los adoquines, está la escultura de bronce de la foto, colocada ahí en honor de las prostitutas.
Se llama Charlotte y acaba de graduarse en Ciencias Políticas. En estos tours cobran solamente las propinas que los turistas les quieran dar al finalizar. Por eso son muy buenos. Tienen que ganarse al público.
Sin darme cuenta, antes de empezar la visita, saqué una foto a uno. Quería retratar el letrero de la casa de ladrillo y me salió al lado un escaparate. Para los que no hablan francés, ahí dice “Barrio de las putas”.
Más adelante, con toda la intención porque soy una desobediente, encendí la cámara, la dejé colgando de mi cuello y comencé a disparar sin enfocar. Conseguí que saliera una de estas señoras en el fondo de la imagen. Os la paso recortada para que se vea mejor.
A la zona donde está ésta y las tres con las que me encontré de bruces según llegué la llaman “Big Mamma Lane”. Es porque están muy bien despachadas.
Charlotte nos estuvo explicando cómo funciona el sistema, nos mostró las cámaras de seguridad que hay por todos lados, así como las alarmas que hay distribuidas para que las señoras avisen en caso de que alguno se pase de la raya. Cada escaparate es una puerta de cristal que se abre hacia dentro. De ese modo las señoras controlan mejor al que intente entrar.
Hablando de patios, entramos en Begijnhof, donde sólo viven mujeres siguiendo una tradición de hace muchos años. Construido en el siglo XIV, aún conserva una de las pocas casas de madera que sobreviven.
El tour finalizó bajo el balcón del Palacio Real. Charlotte nos enseñó una foto de los reyes de Holanda preguntando si los conocíamos. Algunos de los americanos pusieron cara de yoaestosdosnoloshevistonunca.
Nos sacamos una foto de grupo que ya aparece colgada en la página de Facebook de FreeDam tours.
Al separarnos estuve dando un paseo por varias calles, entrando en varias tiendas y mirando las fachadas de las casas.
A las cinco y media empezó a lloviznar. Poco a poco fue oscureciendo. Empecé a sentirme cansada y hambrienta, así que entré en un supermercado a comprar un sandwich y unas Pringles para cenar. Volví a la estación. Enseguida tomé un tren, de los muchos que salen continuamente en dirección a Amsterdam Sloterdijk.

En la zona donde puedes cocinar tu propia comida había una familia con aspecto de indios cenando sopa.
Cené, me di una larga ducha y os escribí un rato.
Buenas noches desde Amsterdam.
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