7 oct 2017

Una cateta en Holanda (Día 5)

A las seis y cincuenta minutos sonó mi despertador. Me di una ducha rápida y desperté a María. Se puso a leer mensajes en su móvil y me dijo que tenía uno de Anna-María a las cinco y pico de la mañana preguntando dónde estábamos. No lo entendí hasta que abrí yo los míos y vi comentarios sobre el desalojo del hotel desde las cinco hasta las seis y veinte por una alarma de incendio. Ni María ni yo nos enteramos de nada, y luego supimos que ninguna de las habitantes de la sexta planta fuimos despertadas durante la emergencia. Por un lado es un alivio, y por otro, si hubiera habido un incendio de verdad, nos hubiéramos frito seguro. Por cierto, felicitaciones al hotel por el buen sistema de aislamiento sonoro de las habitaciones.
Bastante perjudicadas por la falta de sueño, María y yo asistimos a las ocho menos cuarto a la reunión-desayuno del comité de comunicación de WISTA. Cuando se convocó para este día y a esta hora ya advertí que íbamos a estar en muy mal estado, pero no fue posible encontrar otro momento para vernos. Nos reunimos todos los meses por videoconferencia y parecía interesante hacerlo en persona al menos una vez.
Para sobrellevar el momento pedí huevos Benedict.
Con los ojos vidriosos contemplaba a través de los ventanales cómo en Rotterdam no llueve de arriba a abajo, sino de lado.
A las nueve tuvimos que dar la reunión por concluida para unirnos a la primera sesión de conferencias de la mañana.
Me puse mi pañuelo de WISTA, regalo de la presidenta de WISTA Poland.
De España sólo estábamos Carmen, Olivia y yo. Siempre pasa igual la mañana después de la cena de gala. Muchas van llegando poco a poco. Hoy fue peor por culpa del falso incendio. Vergüenza debería darles. Yo dormí sólo cuatro horas y media y ahí estaba como un clavo.
Tras el intermedio de la mañana, el director del hotel nos dirigió unas palabras de disculpa, tanto a las que tuvieron que bajar por la alarma como a las que no nos despertaron. Parece ser que hubo un problema técnico en un ascensor de servicio. Al final de la conferencia nos regalaron a cada una bolsita con cosméticos y té. Por la noche hubo quien se puso hasta las orejas de mojito a costa del hotel sin haber salido siquiera de la cama por el incendio. Y no voy a dar nombres. 
No os he hablado de la moderadora de la conferencia. Contrataron a una periodista muy famosa en Holanda que se llama Aldith Hunkar. Nació en Surinam y lleva rastas. Me tiene un poco obsesionada. No acabo de ver la  manera de dormir con todo eso en la almohada. Cuando veía que la audiencia estaba un poco apagada nos levantaba de las sillas y nos ponía a bailar treinta segundos.
Después de terminar las sesiones, agradecer a las organizadoras el gran trabajo hecho y pasar el testigo a Noruega para que organice la conferencia del año que viene, anunciaron el nombre de la ganadora del premio de la pulsera naranja Shake-on, yo. Fui la persona que a más participantes le chocó la mano. Me entregaron un diploma y un paquete conteniendo un libro sobre Rotterdam. Mejor me hubieran entregado un bono para que me dieran en el hotel una sesión de masaje en el brazo.
Me pregunto si esto se puede mencionar en el currículum. 
Noruega va a organizar la conferencia a finales de octubre de 2018 en Tromso, literalmente donde Cristo perdió el mechero, tan al norte que ya es el Artico. 
A toda prisa subí a cambiarme de ropa a la habitación y bajé a comer en los veinte minutos que tenía hasta que saliera el barco a Kinderdijk. Había tres excursiones a elegir. Las otras dos eran por el mismo Rotterdam. Pensé que sería más interesante ir a ver los molinos que mueven el agua de los diques. El sistema lleva funcionando más de mil años. Los molinos actuales son de mil setecientos y pico. Se construyeron para mantener seca la zona baja del poder de Alblasserwaard. No sé si lo he escrito correctamente. Demasiadas consonantes e imposible de pronunciar.
Tardamos hora y media en llegar. El agua estaba un poco revuelta. El barco iba a su máxima capacidad de pasajeros. El viaje fue muy entretenido porque fuimos pasando por distintos muelles. Vimos incluso una reproducción del arca de Noé con animales de plástico que es un museo. 
En Kinderdijk nos esperaba una guía que nos explicó cómo funcionan los molinos. Dimos un paseo por allí hasta que empezó a llover. Nos refugiamos en una tienda de souvenirs que vendía las zapatillas en forma de zueco holandés, porcelanas de Delft, chocolate con forma de molino y trastos varios con el nombre de Holanda escrito. 
El viaje de vuelta fue más rápido en algunos tramos porque nos acompañaba la marea. Tengo fotos de gente durmiendo en posturas cómicas, completamente agotadas después de estos días de no parar. No las voy a publicar porque temo por mi integridad física. Pongo aquí una más decente.
El patrón del barco no pudo dejarnos en el embarcadero del hotel ya que estaba demasiado alta y no se podía pasar por debajo del puente. El desembarco fue un poco arriesgado porque aquello se movía bastante. 
Ya de vuelta en la habitación, sólo tuve tiempo de cambiarme para salir a cenar. Nos reunimos un grupo de 20, la mayoría americanas con dos maridos, dos canadienses, tres holandeses y yo. Entre ellos venía una amiga de Karin con el marido, que es un artista muy conocido. Camino del restaurante pasamos por una de sus esculturas. Yo, si fuera artista, llevaría en el bolso un algodón y un bote de alcohol para limpiar de mis obras lo que los gamberros pintan en el arte urbano.
La cena se alargó bastante porque el servicio fue extremadamente lento. 
A la vuelta, nos sentamos en el bar del hotel hasta casi las dos de la madrugada.
Alex me preguntó si la iba a mencionar en mi blog. Dice que lo pone en Google  Translator para enterarse. Pues aquí lo tienes, Alex, te he mencionado.
Anna-María me comentó que le parecía alucinante que no me hubiera despertado la alarma de incendios. Dice que era un pitido estruendoso acompañado de una voz en holandés hablando sin parar.  Ella y Vivi tuvieron que bajar andando desde la décima planta en pijama. 
No recuerdo siquiera el momento en que por fin pude apoyar la cabeza en la almohada.

Buenas noches desde Rotterdam.








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