Despertamos las dos a las cuatro. María me
preguntó si iba a seguir durmiendo y le contesté que íbamos a seguir durmiendo
las dos. Aguantamos en la cama hasta las seis y media.
Esta noche descubrí una cosa terrible sobre
María. Aparte de hablar en sueños, que ya lo sabía, ronca.
Fuera hacía un viento huracanado pero
dentro no se oía absolutamente nada. ¡Qué ventanas!
Bajamos a desayunar al Starbucks a las
siete y media. María está emocionada porque es gran cliente del negocio.
María trabaja para el American Club, una
aseguradora con sede en Nueva York. ¿Os acordáis cuando estuve allí el año
pasado en una reunión en un rascacielos desde el que se veía la Estatua de la
Libertad? Esa es su oficina. Ella trabaja en la sucursal de Atenas. Aparte, es
propietaria de un pequeño hotel en una de las islas del Dodecaneso. El mote de
María es Taz, como el demonio de Tazmania. Os podéis hacer una idea de con
quién estoy compartiendo habitación. Hoy me dijo que si viviera en Francia
sería gorda y alcohólica.
Trae una mochila llena de aparatos. Si la
mía parece un bazar chino, la suya es Mediamarkt.
A las nueve fuimos andando hasta el hotel
Riverside para encontrarnos con el grupo de griegas. Fuimos en Uber a un outlet
a una media hora de Fort Lauderdale. Es del estilo de Las Rozas Village, con
varias calles de tiendas de lujo con grandes descuentos y un edificio con las
marcas menos glamurosas.
Hoy dejé a Josefa encerrada en el baño de
la habitación para poder comprarme algo. La tienda que más me gustó fue la de
Lindt. Vendían unas tabletas de chocolate enormes.
Empezamos yendo cada una por su lado para
no perder tiempo. Luego nos encontramos y visitamos algunas tiendas juntas.
Después de una hora estaba francamente mareada. Fue entonces cuando entré en
Columbia y triunfé.
Las griegas arrasaron.
El outlet estaba lleno de argentinos
comprando maletas y cosas para llenar las maletas.
Nos sentamos en un restaurante italiano a
comer algo ligero. Allí tuve la ocasión de ver al único caimán que voy a ver en
Florida.
A las cuatro y media volví con parte de la
delegación griega. Dos se quedaron y volvieron a las diez de la noche.
A las seis menos cuarto me encontré en el
hall del Riverside con las miembros del comité ejecutivo internacional de
WISTA. Fuimos a cenar a casa de Alex. Aunque ya no formo parte del comité, sigo
vinculada ayudando en distintas tareas.
A algunas hacía dos años que no las veía,
porque el año pasado muy pocas americanas fueron a Estambul por motivos de
seguridad.
Karin y Jeanne me regalaron un lagarto que
me compraron en Los Cayos. El lagarto no está vivo.
Alex, que es mi hada madrina, encargó
especialmente Coca Cola de cereza para mí. El camarero que atendía la barra
estuvo especialmente pendiente de tenerme el vaso lleno en todo momento. Ahora me estoy dando cuenta de que he bebido demasiada Coca Cola de cereza.
La cena estuvo bastante animada.
Sirvieron un bufet muy rico en el jardín, junto al canal. Como era de
noche, no había ni rastro de iguanas.
Laura Sherman trajo a su hija pequeña, que
nos va a acompañar en el crucero. Estuvo bañándose en la piscina mientras
cenábamos.
A las nueve se dio por terminada la fiesta
porque mañana hemos quedado a las ocho.
Me acercaron al hotel en un Uber.
María apareció a las diez y media después
de cenar con las demás griegas.
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