Desperté a las cuatro como todos los días.
A las seis María me dio los buenos días con la noticia de que Donald Trump ganó
las elecciones. Si los americanos tenían su 09/11, ahora tienen su 11/09.
Alex mandó un mensaje a las seis y media
diciendo que probablemente metería en la maleta ropa adicional por si decidía
quedarse a vivir en Las Bahamas.
A las siete apareció Alex con su sobrina,
voluntaria de la conferencia, para recoger parte del material almacenado en la
habitación.
A las siete y media bajé a la planta 8 con
más material y mi equipaje. Lo almacenamos todo en la parte de atrás de la sala
de reuniones. Desayuné bagels con mantequilla y fruta cortada.
La reunión anual de WISTA USA comenzó a las
ocho. La asistencia no era obligatoria, pero como me gustó tanto la del año
pasado en Nueva York, quise estar presente.
A las doce terminamos y bajamos al hall del
hotel a tomar los autobuses con destino a Port Everglades. Es el segundo puerto
con más tráfico de cruceros del mundo, por detrás de Miami. Hay que ir hasta la
sexta posición para encontrar un puerto español, Barcelona.
En lugar de ir en el autobús, fui en un
tanque con Despina, su madre y su hijo Ektoras de dos años y medio. Pasamos el
control de entrada al puerto y el check in sin mayor problema. Una vez a bordo
del buque Koningsdam, subimos a comer algo a la cubierta 9, donde hay una zona
enorme con stands de todo tipo de comida.
Conozco el barco porque lo tuvimos en
puerto a finales de septiembre. Pasé un día entero a bordo y le hice una
inspección completa. Se estrenó esta primavera. Es una maravilla.
A Ektoras no lo veía desde que era un bebé,
cuando estuve en Chipre. Está guapísimo y es muy simpático. Habla
griego e inglés.
Después de comer bajé a hacer el registro
de la conferencia. Mi maleta, abandonada en manos del personal de tierra al
llegar a la terminal, no acababa de aparecer por el camarote, así que fui con
María a sentarnos junto a la piscina de popa. Aparecieron por allí Eleonora y
Danae, dos griegas que están como cabras, con las que siempre me río
un montón.
Estuvimos viendo la maniobra de salida del
Zuiderdam, muy parecido a nuestro barco.
A mí esto de los cruceros nunca me ha
llamado la atención, y los que tienen toboganes me dan especial grima. El
Koningsdam es un barco elegante lleno de miembros de WISTA, de modo que, por
esta vez, pase lo de hacer un crucero.
Los camareros filipinos se paseaban entre
las mesas ofreciendo una bebidas color azul.
A las cuatro y media empezó el ejercicio
por si nos hundimos. Digo yo que si nos hundimos la gente no va a pensar que
tiene que ir al punto de reunión C o esperar en su camarote a que den
instrucciones. Van a salir corriendo despavoridos como pollos sin cabeza (foto
7).
Nos reunieron a todos en distintos puntos
para enseñarnos cómo funcionan los chalecos salvavidas.
María y yo teníamos pensado quedarnos en la
habitación. Mi maleta acababa de llegar y estaba sacando la arrugadísima ropa
del fondo. No pudo ser. Vino un filipino a sacarnos de la oreja para llevarnos
al ejercicio.
Cuando por fin pudimos volver al camarote,
terminé de colgar la ropa, me di una ducha y fuimos a la piscina a sentarnos un
rato. Nos encontramos con Birgit Liodden y sus dos hijos. Al pequeño lo tuvimos
de recién nacido con nosotras en Chipre. Al mayor en la barriga de su madre en
2012 en París.
Esta tarde tuvo lugar la reunión de
presidentes de países WISTA. De España sólo hemos venido Laura y yo. Como nuestra
presidenta no pudo venir, Laura fue a la reunión y yo a la cena de presidentes
en el restaurante italiano del barco. Fue pantagruélica.
A las diez partió el buque. Desde los
ventanales del restaurante vimos cómo nos separábamos del muelle y salíamos a
mar abierto.
Tengo un kilo de chocolate en el camarote,
medio de Suiza y medio de Turquía. Salimos a la piscina, donde por las noches
hay cine en una pantalla gigante. Hoy pusieron Mamma Mia. Tremendo eso de que proyecten
una película de Abba habiendo más de doscientas miembros de WISTA a bordo,
porque Dancing Queen es nuestro himno. El resto de pasajeros ya saben quiénes
somos.
A las once me retiré. Al levantarme noté
cierto desequilibrio. Como no bebo supe enseguida que el barco se está
balanceando.
Al entrar en el camarote me encontré con
una langosta muerta encima de la cama. Ni rastro de María, que
apareció al cabo de unos veinte minutos.
Buenas noches desde el Triángulo de las
Bermudas.
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