Ayer por la noche, durante los treinta
segundos que tardé en entrar en coma, noté cómo el barco se balanceaba. Cuando
desperté esta mañana a las seis, aún estábamos navegando pero con un tiempo
estupendo.
Fondeamos sobre las ocho en Half Moon Cay,
una isla privada perteneciente a las navieras Carnival y Holland America.
María y yo desayunamos en la cubierta 9,
donde están los stands de comida. El camarero que atiende el tenderete de
bollería, tartas y galletas ya me conoce por mi nombre.
Subimos a la cubierta 10 a mirar el
paisaje. No había visto en mi vida una cosa igual. El color del agua y de la
arena son completamente distintos a los de España. Aún siendo las ocho y media
de la mañana el sol pegaba fuerte.
Me embadurné de crema protectora para no
acabar hospitalizada al final del día.
Las alfombras de los ascensores llevan
escrito el nombre del día de la semana. Alguien me dijo que es una
gran idea porque a bordo se pierde completamente el contacto con la realidad.
Deberían poner un cartel encima del retrete
avisando a la gente que tirar de la cisterna estando sentando es altamente
peligroso. El sistema de succión es tan potente que se lleva por delante hasta
el aire del cuarto de baño.
Para ir a tierra hay un servicio de lanchas
yendo y viniendo continuamente. La isla está deshabitada. Sólo hay unos cuantos
chiringuitos, varias cabañas que puedes alquilar para pasar el día junto al mar
y un tenderete enorme donde sirven una barbacoa a mediodía para que no tengas
que volver al barco a comer.
Dimos un paseo por la playa y los
alrededores y sacamos trescientas mil fotos cada una.
A las dos comí una hamburguesa a la brasa
con queso. Me senté con Yasmina, presidenta de WISTA Suiza y su marido. Volví
al barco con Despina, su madre y Ektoras.
Me duché y me volví a poner el uniforme de
conferenciante. A las dos y media tenía concertada una visita al departamento
de tratamiento de basura del barco. Tuvimos que rellenar un documento donde se
nos preguntaba si habíamos tenido diarrea ayer.
Comenzamos la visita por la cocina, una de
las dos cocinas del barco. El mobiliario es de acero inoxidable. Había comida
por todas partes.
Después bajamos a la zona donde se separan
y gestionan los residuos. Me encontré con el oficial holandés que me atendió
cuando tuvimos el barco en puerto a finales de septiembre.
Es increíble la cantidad de comida que se
tira todos los días y las cosas que tira la gente a la basura.
El oficial medioambiental nos contó ayer
que han llegado a encontrar toallas en las aguas residuales de las cisternas.
Tras la visita subí a la piscina a sentarme
con Laura mientras ella comía.
A las cuatro bajamos a la cubierta 1
para asistir a un debate que duró dos
horas. La moderadora nos invitó a las dos a ir a su camarote con algunas más
para beber una copa de champán. Aquello acabó como el camarote de los hermanos
Marx. Descubrimos que en el de al lado había más miembros de WISTA, de
modo que abrimos la puerta que comunica los dos camarotes y montamos una
tertulia.
A las ocho cené en el comedor principal.
Estuve un rato con los dominicanos y luego me senté a comer con las griegas. En la mesa había una chica de Hong Kong que no se estaba enterando de
nada. Entre que las griegas no paraban de hablar en griego y que las bromas
tenían que ver con gente y situaciones que le eran totalmente desconocidas, la
pobre estaba completamente alucinada.
Fui con Despina a su suite a recoger mis
camisas planchadas para mañana.
En mi camarote me encontré con un gorila
colgando de la lámpara.
Hoy he conocido a una práctico del puerto
de Houston. Conocí a otra en Nueva York el año pasado. A esta le han hecho un
trabajito en la cara como para meter al cirujano en la cárcel.
Buenas noches desde el Triángulo de las
Bermudas.
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